miércoles, 3 de febrero de 2016

Música: Mahler y Freud - Historia (fallida) de un encuentro

Por. Uriel Delac


Fotografías de Alma Schindler y Gustav Mahler
Desde siempre, la presencia cercana de la muerte marcó profundamente a Gustav Mahler y actuó como catalizadora de gran parte de sus vivencias y sentimientos ya que mucho antes de que llegara a la adolescencia fue testigo presencial de la muerte de seis de sus hermanos y el suicidio de otro de ellos. No es para nada aventurado afirmar que Mahler vivió sus primeros veinte años en medio de una sucesión de duelos interminables, de entre los cuales el más significativo fue el que siguió a la muerte de su hermano Ernst, el más próximo a él en edad; acontecimiento que le afectó profundamente y le inspiró en su labor de composición musical hasta el extremo de llegar a impregnar la temática de muchas de sus obras.

Pero el jóven Mahler no solamente debía lidiar con eso. El carácter violento, dictatorial y neurótico de su padre marcó también y en forma definitiva a su resignada madre y a cada uno de sus hermanos. En él, en Gustav, se tradujo en un aislamiento del mundo exterior como mecanismo de evasión de una triste realidad en donde todo tenía olor a muerte y fracaso. No satisfecho con haberle arrebatado la vida a sus seres más queridos, el destino tampoco le era benévolo como estudiante de música. En efecto, durante su estancia en el Conservatorio de Viena fueron muchas las críticas por parte de sus maestros, quienes no dudaron en considerarlo un prospecto de compisitor bastante mediocre augurándole además un destino incierto en su faceta como dierctor de orquesta. No obstante, aquellos viejos y conservadores maestros vieneses se equivocaban, y en las primeras décadas del siglo XX pasó a ser considerado como uno de los más importantes conductores y un compositor digno de tomarse en cuenta. A pesar de esto, el infortunio parecía seguirlo y durante sus diez años en la capital austriaca, Mahler -un judío converso al catolicismo- sufrió la oposición y hostilidad de la prensa antisemita.
Mahler dirigiendo la Novena Sinfonía de Beethoven
Gracias a sus innovadoras producciones y a la insistencia en los más altos niveles de representación, se granjeó el reconocimiento como uno de los más grandes directores de ópera, particularmente como intérprete de las óperas de Richard Wagner y Wolfgang Amadeus Mozart, y pudo conservar su puesto. Pero a comienzos del verano de 1907 y a punto de cumplir cuarenta y siete años, el destino lo enfrentó de nuevo con el fantasma de la muerte: como consecuencia de una difteria y tras una desesperada traqueotomía de urgencia, María (a quien cariñosamente llamaban Putzi), hija de Gustav Mahler y Alma Schindler, falleció un poco antes de cumplir cinco años. A escasas cuerenta y ocho horas de la muerte de Putzi, un médico le diagnosticaría una grave cardiopatía que pocos años después acabaría con su existencia. La muerte de los niños (primero de sus hermanos y ahora de su pequeña hija) dejaban profunda huella en su vida, a grado tal de poner música a una serie de poemas de Friedrich Rückert y que hoy conocemos como Die Kindertotenlieder (Las canciones a los niños muertos).

A la muerte de su pequeña hija también siguieron una serie de acontecimientos que terminarían por desgastar aún más su delicado estado de salud.
Alma con sus pequeñas María y Anna
Al momento del deceso de Putzi, Alma tuvo que abortar (estaba embarzada de lo que sería su segundo hijo). Además, Gustav se vió obligado a renunciar al podio de la Ópera de Viena; y,  por si esto no fuera suficiente,
recibió un sobre que equivocadamente llevaba su nombre. Pero el destinatario estaba equivocado: la carta era para Alma, su esposa, remitida por un jóven arquitecto de nombre Walter Gropius y que detallaba los momentos íntimos vividos en la relación sentimental que indudablemente y desde hacía tiempo atrás sostenía con Alma. Gustav, sintiéndose desesperado y traicionado, con la misiva en la mano le preguntó su significado. Ella le reveló lo indiferente que había sido, sus noches de soledad, su falta de atención como marido y todo se transformó en sentimiento de culpa y ambos se llenaron de dolor. Alma nos dice en sus Memorias que "anduvieron todo el día llorando y con pesar. En él surgió el éxtasis y el martirio de los celos; y con lamentos, tumbado en el suelo, para estar más cerca de la tierra, sintió como nunca el pánico de perderla"

Desde ese momento, la melancolía marcó inexorablemente cada uno de los días de la vida del compositor, y fue entonces cuando su amigo y discípulo Bruno Walter le sugirió la idea de que consultara profesionalmente con un afamado psicoanalista vienés de orígen judío (como Mahler) llamado Sigmund Freud. Groenveldt, psicoanalista holandés, arregló el encuentro, pero Gustav decidió simplemente no acudir. Una cuantiosa sucesión de telegramas no se hicieron esperar. Freud se hallaba de vacaciones, y aunque se mostró sumamente reacio a interrumpirlas, se sintió incapaz de rechazar la angustiosa petición de ayuda reflejada en aquel último telegrama (años después declararía que le resultó imposible decir que no a la posibilidad de psicoanalizar a un hombre tan importante) y respondió al compositor citándolo en un hotel de la ciudad holandesa de Leiden.
Mahler en Praga con Bruno Walter (1908)
No deja de resultar llamativo el detalle que Freud escogiera para el encuentro una ciudad con un nombre que traducido al alemán significa sufrimiento. Sufrimiento que entra en el cálculo transferencial del analista, cuando Freud deliberadamente hace recaer en el significante la zona de la cita. Finalmente, la sesión tuvo lugar el 26 de agosto de 1910 y duró 4 horas, ambos caminando por la ciudad. "Decidió consultar a Sigmund Freud entre guiones. Le relató sus extraños estados de ánimo y sus angustias, y Freud aparentemente le calmó. Después de oír su confesión, le hizo vehementes reproches: ‘¿Cómo un hombre en su estado puede pedir a una mujer joven que permanezca atada a él?’, le preguntó. En conclusión, le dijo: ‘conozco a su mujer’. Ella amaba a su padre, y sólo puede elegir y amar a un hombre como él. Su edad, de la que tiene usted tanto miedo, es precisamente lo que la atrae. No se angustie usted. Usted amaba a su madre y la buscaba en toda mujer. Ella estaba agobiada por la inquietud y las enfermedades, e inconscientemente usted desea que su mujer sea igual", escribió Alma en 1947. 

Mahler le envió un telegrama a su esposa el 26 ó 27 de agosto de 1910 que decía: "Aún resisto bien. He paseado tristemente a lo largo del Rhin y considero que Freud tiene mucha razón: tú fuiste siempre para mí la luz y el punto central". Por su parte, Freud nos cuenta de Mahler en diversas ocasiones: un día antes de la muerte de Mahler, el 17 de mayo de 1911, en la reunión de los miércoles en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Max Graf le comentó que la ambición de Mahler fue un rasgo de su genialidad, en función de una enuresis sufrida a los 9 años de edad.
"Freud and Mahler" - Caricatura de Edward Sorel
Paul Federn le replicó que no había motivos para argumentar que su creatividad estuviera basada en un síntoma, y consideró que su fanatismo en la natación le había provocado el ataque cardíaco. Freud concluiría en esa reunión en que las disertaciones eran algo correctas, pero que su discreción le impedía añadir algo sobre Mahler. A la semana siguiente (ya habiendo muerto Mahler) Steiner opinó que los impactos psíquicos bien podían causar la muerte, y Heller simplonamente atribuyó que la muerte temprana de Mahler era igual a la de los genios que fallecen jóvenes. Freud terminaría diciendo que el fantasma de la muerte fue para Gustav el punto de anclaje en el cual se le presentó la alternativa de cambiar y ofrecer su experiencia en función de su potencial artístico, o bien, evadir el conflicto. Años después (el 4 de enero de 1935), Freud escribiría a Theodor Reik: "Psicoanalicé a Mahler una tarde en el año 1912 (¿ó 1913?) en Leiden. Si puedo creer en los informes, obtuve muy buenos resultados con él en ese momento. La consulta me pareció necesaria para él, porque en esa época su mujer se revelaba contra el hecho de que él había apartado su libido de ella. A través de interesantísimas incursiones por la historia de su vida, descubrimos sus condiciones personales para el amor, especialmente su complejo con la Virgen María (fijación materna). Tuve gran oportunidad de admirar la capacidad para la comprensión psicológica de ese hombre de genio. En esa ocasión no se dio ninguna luz en la fachada sintomática de su neurosis obsesiva. Fue como si uno cavara un único boquete a través de un misterioso edificio"
.

El encuentro con Freud abrió en Mahler un surco en el cuerpo del sufrimiento, otorgando letra a un dolor que en sí mismo sólo es la extraña expresión de un errático real. La lectura freudiana, producida en el encuentro, dibujó en palabras la cicatriz de una pasión indecible franqueando el umbral de la separación traumática y salvaje del objeto amado. El dolor del Otro primordial echó raíces en tierra de Leiden. Desde ese momento, la verdad para Mahler se alojaría en el duelo ignorado por el Otro. El sentimiento de la presencia, con todo lo que ella implica de misterio, tomaría cuerpo en la exacta ambigüedad de la intervención freudiana; la extracción de una viga única de dolor recortaría el excedente imaginario de un barroco deseo de pecado, devolviéndole al sujeto la implicación en su enigma, vía regia que soporta una incertidumbre vital. El acto psicoanalítico, artesano de la castración, colocaría al afligido músico en relación con lo real de la transferencia; contorneando el frágil cuerpo de Alma y haciendo que, a partir del hallazgo del objeto, Mahler pudiera cambiar su relación al goce, abordando su declaración de sexo y muerte.

Un año después de su experiencia analítica, Gustav Mahler sufrió un empeoramiento de su enfermedad cardíaca mientras dirigía un concierto tras otro en tierras americanas, motivo por el que decidió interrumpir la gira y regresar de inmediato a Europa. Fue llevado en estado agónico a Francia con un diagnóstico de endocarditis incurable y, como Beethoven, murió durante una tormenta el 18 de mayo de 1911. Dando claras muestras de hipocresía, aquellos quienes más le criticaron y presionaron para que abandonase la Ópera de Viena fueron quienes le rindieron el más pomposo y solemne homenaje póstumo.




Bibliografía:
Adorno, Theodor W. (2008). Mahler. Una fisonomía musical. Madrid: Akal.
De La Grange, Henry-Louis (1979). Gustav Mahler I. Vers la gloire (1860-1900). París: Lib. Arthème Fayard. 
Mahler, Alma (1968). Gustav Mahler: Memories and letters. Londres: John Murray.
Reik, Theodor. (1936). Wir Freud-Schüler. Viena, Wusser.
Tréhel, G. (2013). Sigmund Freud, Julius Wagner von Jauregg, Arnold Durig, Julius Tandler. L’Information psychiatrique, L’Information psychiatrique, 2013, vol. 89
Walter, Bruno (2002). Georges Liébert, ed. Gustav Mahler. Prólogo de Pierre Boulez. Madrid: Alianza Editorial 


.

11 comentarios:

  1. Qué asombro. Soy amante de la música de Mahler y ocasional lector de Freud. Por una película cuyo nombre no recuerdo me enteré de la entrevista entre ambos genios, pero la consideré algo hasta cierto punto anecdótico.
    En los textos que acompañan el CD de Karajan interpretando la 9na. sinfonía de Mahler leí que en ella Mahler no decía un adios a la vida (eso correspondería en todo caso a la sinfonía 10), sino que mas bien manifestaba un extraordinario amor a la naturaleza y su deseo de vivir en ella en paz. Si mal no estoy, la sinfonía a la que hago referencia estaba en proceso cuando sucede el encuentro Mahler-Freud, y sin duda de ahí que en su primer movimiento se escuche un movimiento arrítmico en los violoncelos -simbolizando el ritmo del podómetro que llevara donde quiera que anduviese-, y que hacia el final de la sinfonía se escuche una especie de canto redentor, lleno de pureza y paz, que nos sugiere que la entrevista tuvo ecos conciliadores en el inconciente del compositor.
    Preciosa y reveladora entrada -al menos para mí- en todo caso.
    Muchas gracias y que haya mas material así.
    PD: Esa versión que el señor Delac coloca de la sinfonía de la resurrección es simplemente impresionante!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. En efecto Agustín. Ese texto que mencionas hace mención de las palabras de Alban Berg con motivo de su escucha de la novena mahleriana y, en efecto, es contemporánea al encuentro entre Mahler y Freud.
      En cuanto a la versión que hace Jansons de la segunda sinfonía pues sobran las palabras: emotiva, impecable y esmerada. Tal vez no supere las versiones de Klemperer, Kubelik y algunos más, pero sin duda se encuentra entre las mejores versiones digamos actuales.
      Un gran saludo desde México capital y gracias por leernos.

      Borrar
  2. Que impresionante entrada, me maravilló!
    Felicidades al autor.

    ResponderBorrar
  3. Impecable entrada amigo Angelus-Uriel, como aquellas a las que nos tenías acostumbrados en tu Blog de Angelus.
    Muchos saludos y les aseguro mucho éxito en este precioso Blog.

    ResponderBorrar
  4. Excelente texto, Uriel, me ha encantado; saludos.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tus palabras Karim, que bien que la hayas disfrutado. Un atento saludo para tí también!

      Borrar
  5. Guau, que buen artículo. Me fascina el psicoanálisis. Imagino que ese encuentro tuvo que haber sido algo muy especial: dos genios frente a frente.

    ResponderBorrar
  6. Tu forma de redactarlo y la historia que hay detrás de él, me hizo meterme de lleno al texto. Y ahora estoy interesado por conocer sus obras.

    Gracias por el aporte

    ResponderBorrar
  7. Tu forma de redactarlo y la historia que hay detrás de él, me hizo meterme de lleno al texto. Y ahora estoy interesado por conocer sus obras.

    Gracias por el aporte

    ResponderBorrar