Por: Naz Z
Después de tres
años, quedó sólo el eco de la ninfa.
Irremediable,
cual niña malcriada.
¡Cuánto la
adoré!
Aun sabiendo que
ella nunca me amó.
Guardé el más
vago recuerdo de cuando ella todavía sonreía.
Guardé esa
sonrisa carmesí que derretía a cualquiera que la mirase.
Las cucharas
sucias, los encendedores en la sucia alfombra, yo en esa habitación, el fruto
en su vientre, concebido en alguna oleada de euforia y ebriedad, toda ésta
tragicomedia era un error.
Grácil como un
animalillo indefenso, se acercó, extendió sus brazos lívidos y una mueca se
gestó en su boca seca.
"No me toques…
moriría si me tocas", exclamé como absurda defensa.
"El auto que
bien recuerdas, está a 25 pasos de aquí; dime si quieres dar esos pasos e ir
conmigo", pregunté.
Sin sutileza
respondió: "No".
Yo sabía que
moriría sola.
Aun así… me fui.
Las luces neón
alumbraban el camino, mi sombra se deformaba en el suelo.
Sabía que ella
me miraba desde la ventana, soñando despierta con que tú, yo, u otro… la
sacaríamos de ese agujero.
Pero ya no cree
en cuentos de hadas, y sabe que cuando la puerta se abra de nuevo, podrá tener
el próximo "chute".
Los opiáceos se
usan para aliviar el dolor, ella aseguraba tener el dolor encarnado y escarbó
para encontrarlo.
Murió de
sobredosis, con el vientre y las muñecas abiertas.
QUÉ BELLEZA!
ResponderBorrarJusto a medio camino entre lo fantástico, lo sensual y el ensueño.
De verdad, que me encantó!
Esta lindo, gracias!
ResponderBorrarPrecioso Naz Z, y gracias a Karim por dárnoslo a conocer.
ResponderBorrarPor Dios... qué sensualidad se destila!
ResponderBorrarGracias!