sábado, 6 de febrero de 2016

Literatura: Ojos de sangre (novella) - Parte uno

Por: Nelson Ballestas Martínez

Era un día nublado ese en el que lo conocí. Me dirigía hacia el colegio una mañana. Caminaba, ya que queda a unas cuantas cuadras de mi casa. De pronto lo vi, iba en dirección contraria a los demás, de prisa, mirando hacia el piso. Me detuve a verlo y nuestras miradas se cruzaron. Sonrió, le goteaba sangre en el labio inferior, pensé que le habían golpeado... cuan equivocado estaba.
I. Antecedentes.
Antes de ese día, mi vida era algo que podría considerarse normal, aunque no en todo el sentido de esta palabra. Mis padres peleaban a diario por cosas que no alcanzaba a entender; cuando era más joven pensé que algún día podría comprenderlo, pero no fue así. Ahora tengo catorce años. En la escuela, me iba del asco: mis maestros me repetían una y otra vez, "¿por qué no eres más disciplinado?", "¿por qué no estudias?", "deja de volarte las clases", cosas así, a lo que solo tenía una respuesta: "no lo sé". Sí, "no lo sé" es la peor de las respuestas, y quizás no me sirva nunca como excusa en ningún momento, solo ahora entiendo que hay cosas en específico que merecen una mejor sustentación, entonces no lo sabía, y con ello estaba bien. No era feliz, mas podía lidiar con ello, o eso pensaba. Quizás todos estos problemas fueron los que me llevaron a ver a Rad como alguien interesante.

Esto, no es más que un mensaje del viento. De las profundidades de la mente, partiendo a los rincones del alma, luego expulsada a los confines infinitos del espacio-tiempo. Entregados en imágenes que se distorsionan con el mismo tiempo, y por ende hay que darles tiempo para que puedan ser comprendidos a cabalidad. Se trata quizás de un asunto de dimensiones. Se puede tomar esto a la ligera, como podría ser estrujado, destruido, mandado al olvido...con un solo suspiro.
Ester, era la chica más hermosa de la clase. Había sido la primera en hacerse otra perforación en la oreja. Le gustaba el Rock, y por ende muchos creían que era satánica. A algunos profesores caía en gracia, a otros no. Por lo general muchos la veían con cierto aire de perversión... mas no estaba yo en condiciones de juzgar eso. Cuando la vi por primera vez, fue como si un manto se colocara sobre mi mundo, un manto lleno de un sinfín de fantasías llenas de éxtasis. Fantasías de todo tipo, que iban desde el más tierno beso, pasaban por una plática amena, hasta las escenas sexuales más desenfrenadas. Así me enamoré de Ester, a través de un manto que sólo existía en mi cabeza... uno que permeaba que entrara cualquier tipo de luz en él... sólo Rad pudo romperlo.
Dos semanas antes de conocerlo me encontraba fuera de clases, en el patio, sentado en una banca, mirando las ramas de los árboles mientras oía una canción de rock con mis audífonos en mi mp3, cuando de pronto vi a Ester caminar hacia a mí. Me sorprendí más cuando se sentó a mi lado sin decirme nada. Por un momento pensé que me dirigiría la palabra. Sacó un cuaderno y se puso a escribir. Quise ver qué hacía, así que intenté mirar con algo de disimulo, pero fue en vano. En cambio me miró directamente a los ojos, y sin vacilación me preguntó, "¿Qué escuchas?" Mis piernas temblaron, mi garganta se cerraba en un nudo, descubrí las malditas mariposas de las que hablan, y no se parecen en nada a sentir mariposas reales. Una risa nerviosa me invadió, no paraba. Su mirada pasó de sincero interés a rechazo absoluto en cuestión de segundos. Quise disculparme, pero solo aumentaba más mi estúpida risa. Debía ser extraño verme reír así. Muy pocas veces me sentaba a dialogar con alguien, y por esa razón me había ganado el rechazo de todos. Muy rara vez se me veía reír, definitivamente debió haber sido aterrador para ella, eso, o tal vez pensó que me reía de ella, una burla disonante a su intento de platicar conmigo. Así se marchó y perdí mi oportunidad. Pude ver todas mis fantasías dibujadas, en unos cuantos segundos derrumbarse, estallar en mi cara, desintegrarse. El dolor era intenso como el de un cincel siendo clavado en mi pecho. La impotencia, le dio más fuerza a mi risa, que ahora llevaba dolor en ella. Una extraña reacción, sí. Ahora brotaban lágrimas, y poco a poco se fue apagando todo sonido. Para cuando caí en cuenta de que estaba llorando ya todo era silencio.
Estúpido y triste, también ingenuo, imaginen cómo debí sentirme. Al llegar a casa tomé una navaja que mi padre guardaba en su mesa de noche, intenté cortarme, pero al divisar la más mínima gota de sangre me acobardé. Sólo pinché un poco mi muñeca, el dolor de mi piel distrajo por un momento el dolor que sentía por dentro, y a pesar de ello, después volví a sentirme mal, además de un poco arrepentido por lo que acababa de hacer. Así fue como decidí no volver a intentar cortarme.
A partir de allí todo se tornaría más cruel. Al día siguiente en la escuela, noté como la actitud de total indiferencia de mis compañeros cambiaba a un interés extraño, que iba más allá del tradicional rechazo. Un pie en medio del camino me hizo estrellar contra el suelo de concreto, no vi al imbécil. Mis dientes se clavaron en los tejidos de mi boca, causando un torrencial charco de sangre que podía ver caer, correr y expandirse como una cascada. En medio de risas estruendosas, acompañadas con movimientos primitivos de simios. Risas de hienas, malditas hienas, malditos simios, pensaba. Me levanté y arremetí contra quién reía más fuerte. Un muchacho huesudo que derribé de un solo golpe. Me incliné para agarrarlo del cuello de su camisa, lo sostuve con fuerza. Pude ver su nariz sangrante, y su expresión de confusión. Él no era el maldito que me había puesto el pie, pero en ese momento podía culparlo de todo, podía ver en él el rechazo de Ester, mi impotencia, mis padres discutiendo diariamente, mi incompetencia, pude verme yo. Le dí un golpe que impactó nuevamente en su nariz. Un alarido de dolor. Sangre en mis nudillos, mi camisa, quién sabe en donde más. Otro golpe. El alarido era como el de un animal enfermo. Me vi a mí mismo recibiendo aquél golpe, me enojé más. Mi sangre hervía, mi cabeza palpitaba, el mundo hacía silencio. Estallé otro golpe, era el único sonido que oía, el salpicar de la sangre, el golpe sordo y hueco. Alguien me agarró por los hombros desde atrás, me haló haciéndome soltar al pobre chico, el cual al no tener con qué sostenerse su cabeza se estrelló contra el suelo provocándole una contusión que lo dejó inconsciente. Quien me haló arremetió con un furioso golpe en la frente que me desestabilizó, y fui a caer sobre mis nalgas, entonces vi la claridad. Todos socorrían al pobre muchacho caído victima de mis golpes, cuando un minuto, o unos cuantos segundos atrás, me hacían burla. Miré a mí alrededor. Ester tapaba una enorme boca abierta con sus manos. Nadie nunca se había atrevido a molestarme de esa manera antes. Solo cabía una explicación. Si hay algo que un hombre no tolera de otro, es que no sea igual que él, que no sea igual de hombre, más bien de simio que él. Ester debió contarle a algunos cuantos lo sucedido el día anterior, igual, quizás tenía derecho de sentirse agredida. Pero ahora, ahora estuve a punto de ser el chiste del año, la burla del pasillo, el estúpido... no, ya lo era, y lo seguiría siendo a partir de entonces, solo que ahora todo adquiría una tonalidad distinta a la esperada. Ester me miró, entonces volví a reír. Una carcajada irónica, absurda e incoherente, como la vida misma. Mis manos temblaban, mi pecho ardía, los fluidos de mi estómago corroían sus paredes. Ella se quedó desconcertada, luego pude ver su mandíbula desencajarse, ahora me temía...
-¿Sabe que puede acabar en una correccional por lo que acaba de hacer? <<Me dijo enrojecido de rabia el rector Guzmán>>
-No, no lo sabía... lo siento
-¿En qué estaba pensando?
-No lo sé.
-¿Siempre es así con usted? Ya estoy enterado que es esta siempre su respuesta. Siempre su actitud inmadura y desvergonzada. Necesito hablar con tus padres.
-¿Con ellos? ¿Por qué?
Proyectó en mí una sonrisa sardónica. Recién reconocía dónde estaba. Un carril de pensamientos me había llevado a otro continuamente durante un largo periodo de tiempo. Por un momento lo había olvidado todo. Desde que alguien me tomó del brazo, levantándome del suelo ¿un profesor? Y me habían llevado a esa oficina tendido del brazo de mi camisa. Alguien había estado allí poniendo al tanto del rector de mis golpes a un pobre diablo. Una versión breve, yo como principal y único victimario.
-No me haga usted reír ahora con sus chistes baratos. Necesito que sus padres vengan mañana mismo, o de lo contrario, usted no vuelve a entrar en esta institución ¿me oye?
<<Se ajustó los lentes y comenzó a teclear en su ordenador. Lo hacía a una velocidad impresionante. Luego, el sonido de una impresora. Se levantó a tomar la hoja, acto seguido, descargó un sello sobre ella con un golpe que casi me revienta los tímpanos>>.
-Tome,<<Dijo extendiendo el documento, lo tomé>> es una carta de citación para sus padres. Puede irse a su casa.
-Pero las clases...
-¿qué no me oyó? Acabo de decir: ¡a su casa! <<Golpeó el escritorio y dio por terminada la sesión>>.
Llegué a casa, no encontré a nadie. Mis padres trabajaban durante todo el día, así que lo más tranquilo que se me ocurrió fue esperar a que llegaran para darles la noticia. Eso o no asistir a clases hasta que todos se olvidaran del asunto. Pero la segunda opción implicaba un riesgo delicado, era muy difícil esperar que alguien olvidara lo que hice. Caminé hacía la alcoba mientras me sacaba la camisa manchada de toda esa sangre. El ardor en mi boca desaparecía, y solo lo recordaba al pasar mi lengua sobre los cortes causados por mis dientes. Me arrojé en la cama, me coloqué mis audífonos, y encendí mi mp3, "Rata Blanca" me acogía en sus melodías mientras repasaba lo ocurrido.
"Siento tu magia corriendo por calles ocultas
Como un fantasma que espía a través del infierno
Y solo me puedo quedar gritando en silencio
¡Vete de aquí, no. No tocarás a mi alma nunca más!
¡Ya nunca más!
Disimulada deslizas tus sombras tan negras

sigo corriendo hasta que tus garras me alcanzan

y aquí estoy otra vez, sufriendo tu magia

¡Vete de aquí, no tocaras ya mi alma nunca más!"
El Beso De La Bruja se llama, pero yo, no había recibido ningún beso...
Cuando mis padres llegaron les dí la noticia, lo que en parte fue bueno ya que así les evité discutir entre ellos. En cambio se hicieron contra mí. Un regaño extenso, lleno de frases para mi futuro, contradictorio, y molesto. ¡¿Cómo puedes hacernos esto?! ¡¿Qué pensarán en la iglesia si se enteran?! ¡¿Por qué no pongo de mi parte?! ¡¿Por qué no pienso más en mi futuro?! ¡¿Por qué soy tan egoísta?! Y demás acusaciones del mismo tipo. No pude hablar y ni defenderme de ninguna forma, así que todo lo que hice fue guardar silencio. Aún así, sería muy extraño decirles: "todo fue porque no puedo lidiar con mis malditas hormonas de adolescente estúpido", así que jamás les mencioné nada sobre Ester. Al día siguiente ellos no pudieron entrar al colegio conmigo para hablar con el rector, se suponía que mi deber era llamarlos para informarles lo ocurrido, y así ellos poder pedir permiso para llegar tarde al trabajo. De igual forma, ese dichoso permiso no pudieron conseguirlo sino hasta cuatro días después. Solo entonces pudo celebrarse la reunión la cual fue una réplica exacta de aquel regaño. Me comprometí entonces a no involucrarme en más peleas.
Pero para entonces, las pocas ganas que me quedaban de seguir asistiendo a clases habían desaparecido. Todos me miraban, y más que un sentir era una constante real, solo bastaba echar un vistazo hacia atrás mientras caminaba o escuchaba música para darme cuenta. Todo lugar al que entraba se inundaba de silencio. El mundo a mi alrededor se llenó de miradas, frías, pensativas, inquisidoras, tímidas, enojadas, toda clase de miradas, incluso alguna que otra de cuya existencia no sabía. No podía decir que era acoso, pero así se sentía. Este era el panorama antes de conocer a Ga.
II. Ojos rojos.
Pasaron casi dos semanas de todo esto cuando lo vi por primera vez. Al principio me causó mucha impresión la sangre que corría de sus labios, de tal forma que no noté el color de sus ojos. Su cabello oscuro con brillo demencial, su piel, cómo la de alguien que sale poco al sol, pero sin aparentar mala salud. Me pareció otro chico más. Sin embargo, su imagen quedó en mi mente como una fotografía artística, esas que pretenden invadir tu mente aprovechando la inquietud que genera los contrastes. Así que en medio de clases antes de que pudiera darme cuenta, ya estaba penando en él. Se daba de una forma tan espontánea en mi carril de pensamientos que casi no me daba cuenta como llegaba nuevamente su imagen a mí. Estaba pensando de pronto que debía prestar atención a lo que había escrito el profesor en el tablero, un tablero blanco, como la piel de aquel chico, ¡oh! cuán tedioso es estar en esta clase, quiero salir, no entrar a esta, quedarme afuera como aquel chico, así mismo, de la caída de aquella vez solo me quedan unas peladuras, cuánto sangré esa vez, ensucié mi camisa, aquél chico sangraba también. De esta forma fue metiéndose en mi mente, a tal grado que al salir de clases tuve un fuerte impulso de salir a buscarlo, ¿pero dónde? ¿en el bosque? <<Me preguntaba>>.
Hubo una noche, no recuerdo en qué momento fue ya que todo parecía un sueño, y hasta hace muy poco creí que en verdad lo era. Quiero pensar en que fue esa misma noche. Abrí mis ojos, el reloj de la mesita de noche daba las dos y treinta. Mi cuarto estaba rodeado por un manto oscuro, más que el habitual. Hice un esfuerzo por ver más allá de la oscuridad, pero era inútil. Miré a mi ventana, daba a la calle desde un segundo piso. La luz de un poste de energía entraba con dificultad, veía esa luz tan lejana. Todo a través de esa ventana se ponía borroso. Tuve un presentimiento lleno de ambigüedad. Un aura extraña que emanaba del ambiente me producía un tipo de excitación, me gustaba la idea de estar siendo observado en ese instante. Y a la vez me sentía intranquilo, ansioso. Mi cuerpo de pronto dejó de reaccionar a mis pensamientos, me hallaba solo e indefenso, expuesto. Expuesto a un ataque, o a un asalto, a un suave asalto. Mis pensamientos dejaban de tener coherencia y la somnolencia me invadía por completo. Sí, sentía que incluso mi espíritu tenía sueño. De pronto un susurro. Uno lejano. Como de un mundo exterior: "Hazme pasar. Dime que entre, que ésta también es mi casa. Será excitante, divertido. Te prometo... que a cambio... te daré vida... piensa... mi vida y la tuya, juntas, en una sola". Entonces dormí.
Al despertar sentí que había soñado todo aquello, mas había dormido bien y me sentía lleno de fuerza para empezar el día. Seguí la rutina de ir a la escuela, con la certeza de que no me iría bien en el día, igual que siempre. Pero ese día estuvo lleno de sorpresas, pequeñas, quizás tontas, el caso es que me sentía repuesto. Ester no asistió a clases ese día, los profesores no estaban muy interesados en revisar las tareas y dejaron muy poca y por momentos podía sentir como ahora eran pocos los que me acosaban con sus miradas. Todo adquiría un matiz que me daba una impresión esperanzadora. Pero ello no podía durar mucho tiempo.
Eran las doce y treinta, salía de clases cuando sentí que me estaban siguiendo. Hice lo posible por no darle importancia, eran muchachos altos que debían de estar acabando los estudios escolares, y pensé que quizás mi mente me estaba jugando una broma. Eran cuatro. El más alto tenía poca masa muscular, una mirada perdida, como si meditara algo trascendental. El más bajo era del tipo fornido e iracundo. Los otros dos parecían en muy buena forma física, mejor que la mía. Confié en que a cuatro cuadras daría con mi casa y que tal vez allí no podrían tocarme. El tipo de más baja estatura corrió hacia dónde estaba, abordándome con fuerza haló mi camisa, enrollando en ella su puño, con su respiración en mi rostro y su aliento de papas fritas, me dijo, "¿No sabes quién soy, verdad? ¡Mírame hijo de puta!". Estaba acorralado, los otros tipos estaban rodeándonos mientras las calles se vaciaban con rapidez, ahora los estudiantes y alguno que otro profesor tenía prisa por marcharse.
-No, disculpa. No lo sé, no lo recuerdo
-¡Hace unos días le quebraste la nariz a mi hermano y lo dejaste inconsciente! ¡¿Te acuerdas de eso estúpido?!
-Yo no lo dejé inconsciente. Cuando me apartaron lo dejaron cae...
-¡Cállate!
Al principio estaba demasiado asustado como para entender lo que ocurría, pero ahora comprendía que se trataba de una venganza. Nunca conocí a aquél muchacho, ni siquiera su nombre, aquello no había sido exactamente en contra de él. Y ahora todo ese desahogo, toda esa expulsión de mi frustración se volvía en mi contra. Aquél tipo de brazos gruesos, que pasaba por poco mi estatura, y todos sus amigos iban a cobrárselas. Empuñé mi mano y sentí como la sangre subía a mí cabeza. En algún punto de todo eso, debía obedecer mis instintos y defenderme. Elegí ese momento. Impacté un golpe curvo en su mejilla apartándolo de enfrente, quedó desorientado un momento, mientras lo veía escupir sangre y reponerse sentí un fuerte e intenso dolor en la espalda baja que me dobló. Me habían dado un golpe y acto seguido me inmovilizaron con una básica llave de lucha. Forcejeé pero no pude zafarme. Estaba perdido. El larguirucho sostuvo mi rostro tensionado firmemente entre sus manos, tanto que pensé que quería aplastarlo. Me miró casi riendo: "¿sabes en qué te has metido?" exclamó en tono de burla. Luego me soltó, no sin antes darme una palmada en la mejilla, y de pronto, otro impacto, casi no lo vi, experimenté el quedarme sin aire, mi garganta se cerraba e intentaba respirar, mientras sentía ese punzante dolor creciendo en mi vientre. Resucitado, regresó el tipo robusto. Su rostro rojo de ira, sus cejas casi se encontraban en el centro y sus ojos me decían, quiero matarte, una y otra vez. Acababa de recuperar el aliento, entonces un puño de quién sabe cuántas toneladas, se descargó sobre mi pómulo. Después de ese vinieron más golpes. Después de cada uno sentía que era imposible experimentar más dolor, mientras que el siguiente me demostraba lo contrario. Experimenté punzadas, desprendimientos misteriosos, espasmos repentinos y quiebres que nunca había sentido.
Ya no pude mantenerme en pie. Me dejaron desplomar en el suelo mientras añadían algunos puntapiés en mis costados, ya no tenía fuerzas para intentar evadirlos, ya no tenía fuerzas para moverme si quiera, aunque aún pudiese intentarlo. Mis ojos se cerraron, pero aún podía oírlo todo, no con la claridad que deseaba. Y de pronto, escuché un chasquido, del tipo roce de una moneda con otra.
-¡Espera! ¡¿Qué piensas hacer con eso?! <<dijo una voz que no identifiqué. Imaginé que era de quien me había retenido en aquella llave>>.
-¿Qué no es obvio? <<Contestó el hermano de aquél chico>>.
-¡Dijiste que sólo lo golpearíamos un rato!
-¡Ese maldito le rompió la nariz a mi hermano, y ahora, se había burlado de mí, no lo perdonaré!
Entonces lo supe, el chasquido era el de una navaja. Quería matarme. Podía imaginar el brillo de aquel metal, reluciendo con la luz. Un hormigueo corrió desde mis piernas hasta mi estómago. Intenté arrastrarme, lo logré, pero solo un poco.
-Quiere escapar, ¡deténganlo!
-¡No! ¡Tú suelta esa maldita cosa! ¡No voy a volver tras las rejas por tu culpa!
-¡No será así. Ocultaremos el cada...
-Yo no estaría tan seguro <<Otra voz. No la reconocí, pero me resultaba muy familiar>>.
-¡¿Quién eres tú?! ¡Desde hace cuánto estás allí! ¡Dime!<<Dijo el del puñal>>.
<<Una risilla>> –Mira, no quiero problemas. Ese de allá golpeó a tu hermano ¿no? Bien, por si no te has dado cuenta ya lo has dejado muy mal ¿no es así?
-¡Te voy a mat...
-¡Sería estúpido que lo intentaras!
Un silencio espectral se apoderaba de todo, uno corto, ¿dos segundos tal vez? Pero fueron suficientes para comprender cuán imponente era aquél individuo.
-Escucha. El que está en el suelo es mi amigo. Tranquilo. No voy a vengarlo, no quiero ganar problemas. Pero su padre es un oficial. No sé qué cargo ocupa, pero me han dicho que es importante. Si ese chico que golpeó a tu hermano, no está tras las rejas es por su padre, no por la consideración de un rector aburrido y frustrado. Si lo matas, dejarás a ese pobre hombre sin su hijo ¿Y qué crees que hará? Lo sabes. Hará todo lo posible por vengarlo, así como tú vengas a tu hermano. Pero él no descansará. Moverá todos sus hilos. Porqué es un padre herido. Mira, quién más tiene que perder aquí eres tú. Yo tengo mala memoria, por mí puedes estar tranquilo- <<Su voz sonaba horriblemente tranquila, casi era difícil imaginar que aquella voz hace un momento había silenciado a los matones>>.
-Vámonos... <<trató de decir uno de ellos>>.
-¡Lo sé! <<Le interrumpió el principal, que era algo así como su jefe. Se oía asustado. Acto seguido pude oír sus pisadas alejándose>>.
-De la que te salvé amigo <<Dijo aquel extraño. Intenté abrir nuevamente los ojos, pero no lo conseguí del todo. Logré ver la silueta borrosa de un chico, no mucho>>.
Me levantó cuidadosamente, tomándome de mi espalda, me preguntó si podía soportar el dolor que allí me causaba, "un poco" <<le dije>>. Pude apoyar mis piernas, las cuáles no estaban tan golpeadas. Sentía la humedad corriendo por mi rostro, pude imaginar que era sangre, demasiada. Sentí un pequeño toque viscoso en mi mejilla, como si aquél chico lo hubiese hecho con su lengua, pero en ese momento no le di importancia, había en mí demasiada sangre y dolor como para preocuparme por eso. Pasó mi brazo por sus hombros. Empezamos a caminar, yo apoyándome en él. Cada paso enviaba corrientes de dolor a mis costillas y mi rostro. Me sentí agradecido con aquél desconocido, ahora estaba en deuda con él, ese era un sentir nuevo para mí.
Me ayudó a llamar a mis padres y me llevó hasta la entrada de un hospital, entonces dijo que debía irse pronto. Mi visión se hallaba nublada, pero ahora podía distinguir un poco mejor las formas. -Espera <<le dije>> ¿Dónde te he visto? Me resultas algo familiar. <<sonrió, y allí lo supe>>. -No vas a mi escuela, pero te vi saliendo de allí la otra vez, ya lo recuerdo. Me cortó tajantemente con su despedida, y se fue. -Ya tendremos tiempo de conocernos, hoy no es el día <<fue su única respuesta>>. Mientras esperaba a ser atendido, reflexionaba sobre todo lo sucedido. Fue entonces cuando dos pensamientos invadieron mi mente. Uno ¿qué haría ese matón si se enterara que mi padre no es un oficial ni nada parecido? La segunda incógnita resultaba más una impresión incompleta, cómo un detalle que había estado pasando por alto ¿Eran rojos los ojos de aquel chico? Sí, lo eran, a no ser que usara lentes de contacto, me dije, recordando con más claridad dentro de la brumosa neblina de lo que casi era ceguera. Mi vista se recuperaba y me hubiese gustado tenerlo cerca en ese momento para comprobarlo.
Me pusieron hielo para bajar la inflamación. Mi cara parecía una enorme uva pasa. Me acomodaron el tabique y lo inmovilizaron, también regresaron a su sitio un par de costillas rotas y me colocaron algo parecido a una camisilla ortopédica de plástico. Me aconsejaron descanso y en tres días podía regresar a tomar clases normalmente. Lo demás me sería retirado en una o dos semanas, dependiendo del progreso de mis huesos. Pero lo más incómodo fue tratar de explicarle al oficial de policía que enviaron (porque, y esto tal vez sobre decirlo, si vas a un hospital después de ser golpeado, quienes te atienden están en su derecho de informar a la ley) que no recordaba ninguno de los rostros de mis atacantes, en serio no quería más problemas. Cuando llegaron mis padres por fin, ya de noche, todo lo que podía hacer era silencio.
-¿Dios mío? ¿Qué te ha ocurrido?<<preguntó mamá>>
-Intentaron robarme,
-No te creo <<repuso implacable papá>>.
-Cómo no vas a creerle ahora, mira cómo está.
-Se le advirtió que no volviera a meterse en problemas, por eso está mintiendo, lo veo en sus ojos.
-¿Qué? ¿Desde cuándo puedes leer mentes?<<repuso quejándose mamá>>.
-Sabes a lo que me refiero. No tienes nada que reprocharme. Además...
-Además ¿qué?
-Sabes que es tu culpa que él se comporte así. No pasa ni un minuto antes de que me contradigas.
-¡Ja! ahora soy yo quién te contradice, sólo trato de hacer que veas que te comportas como un imbécil en un hospital cuando tu hijo se encuentra mal y...
-Claro, contigo todo se trata de pura apariencia.
-¡Ya basta! <<Intervine, ya era suficiente, ya no podía soportarlo más>> siempre he tratado de comprenderlos y nunca he podido. Se la pasan peleando, no los entiendo ¡por qué siguen casados! A veces me pregunto si soy yo quién debe esforzarse para llegar a ustedes, o son ustedes quienes deberían esforzarse para llegar a mí. Nunca me han comprendido. Odio la escuela, odio oírlos pelear todos los días y...
-¿Ves cómo lo tienes de mimado? <<Me interrumpió mi padre>> si no has comprendido nada hasta ahora, de cómo funciona el mundo es porque nunca me han dejado explicártelo. No seas un marica llorando lo que no tienes qué no tienes ni idea de lo que tienes a tu alcance y todo porque trabajo como un burro para que podamos vivir en las condiciones en las que vivimos <<Mi mente se fue alejando más, comprendí que nadie iba escucharme, nadie quería hacerlo>>.
-¿Tú trabajas cómo un burro? ¿Y dónde quedo yo?<<Mamá nuevamente>> sin lo que gano jamás podríamos pensar en vivir dónde vivimos ni siquiera.
-Pero déjame hablar maldita sea
-¿Maldita quién? Que Dios no te oiga. O sí, para que te envíe el castigo que te mereces por maldecirme
-Pues ya me está castigando contigo
Así siguieron un largo tiempo, incluso continuaron de camino a casa. Era todo lo que hacían, y desde dónde yo lo veía, era todo lo que eran.
Me crucé sin querer con la mirada de aquél chico huesudo y la de su hermano el matón antes de entrar a la escuela. Recién habían pasado los tres días, me movía con mucha dificultad, lo razoné mejor pensando que en esas condiciones estaba indefenso ante cualquier ataque, así decidí no entrar ese día. Me dí la vuelta antes de llegar.
No podía regresar a casa tan temprano o mis padres lo notarían, de alguna forma se habían vuelto muy quisquillosos, como si de detectives se tratara. Comencé a caminar sin rumbo fijo. Llegué a un pequeño centro comercial a la entrada de la provincia, nada interesante
-¡Wow! te ves horrible <<Me topé con la voz de aquel joven extraño en la entrada de aquél establecimiento. Lo busqué con la mirada, allí estaba, bajando las escaleras, manos en los bolsillos. Sonriendo>>.
-Hola. Todavía estoy en deuda contig...
-Ya me lo agradecerás. Ven, quiero mostrarte algo
<<Lo seguí>>.
La Provincia, era un lugar que hacía coincidir áreas rurales con las urbanas. Una forma de pueblo moderno con edificios, centros comerciales, cines, y unos cuantos lagos, ríos y bosques colindantes qué en ocasiones incomodaban a todos con sus alimañas saliendo y entrado de ellos a su antojo. El zumbido del viento recorría junto a nosotros el camino por el qué aquél chico me llevaba. Se veía entusiasta a pesar de la paciencia que debía tener mientras se adaptaba a mis pasos.
-¿Cómo te llamas? <<Le pregunté agitado>>.
-Ya te diré. Sólo quiero que veas algo muy particular. Después de eso te diré todo lo que quieras saber <<Siguió caminando. Yo atrás de él>>.
Contuve la pregunta que llevaba guardando dentro de mí todo ese tiempo, debía ser paciente, o podría perder la oportunidad de una respuesta sincera... A pesar de todo, podía percibir un tono ridículo en lo que ocurría... Principalmente respecto a mí.
Llegamos un lago rodeado de alta vegetación, frondosa, muy verde. Al lado del cual había un pequeño claro de tierra. Allí se hallaban tumbadas en el suelo, una sobre la otra, un par de siluetas antropomorfas que formaban un cuerpo. Un par de amantes con seguridad, Pensé sin estar del todo equivocado. Aquél misterioso joven puso su mano en mi pecho, señalando que no diera otro paso al frente.
-Mira, esto es lo que quería mostrarte. Hazlo sin hacer ruido, procura que no te vean.
Quedé extrañado, pero obedecí. Agucé la vista para así llevarme una sorpresa que me inundó de un frío vacío, así como suena. Se trataba de Ester. Precisamente ella, se encontraba arriba, sumergiendo en un profundo y apasionado beso a otra chica que no alcanzaba a distinguir. Bajé la mirada.
-¿Qué sucede? ¿No te gusta el espectáculo? Son dos hermosas chicas besándose, y espera, sé que pronto habrá más <<dijo mi acompañante. Al cuál miré sorprendido>>.
Pero algo muy dentro de mí insistía en que debía continuar mirando. Una inercia masoquista, quizás. Me oprimía estar allí, entre los matorrales, como un merodeador, sufriendo en silencio. Ester deslizaba sus manos por el cuerpo de aquella chica, pasó por sus muslos, de allí encaminó hacia arriba, a ese punto donde la tela más fina no podía impedir el paso. Su acompañante le apartó la cara en la inercia de su cuerpo, dejándome a la luz su cara. El rostro de una hermosa chica pecosa gemía de placer mientras mi amada de sólo fantasías le acariciaba algo que no podía tener, desee a Ester más que nunca, deseo que dolía.
-¿Qué tal? ¿Nos acercamos? <<dijo él con un tono que en su aparente picardía me resultaba violento y vulgar>>.
-¿Qué? ¡No! ¿Qué te pasa?
-No nos rechazaran, lo sé. Les vendrá bien un poco de compañía ¿No te parece?
-¿Qué?
-Te gusta ella ¿no es verdad? No, más bien estás enamorado. Lo sé. Puedo leerlo en tu rostro. Es tu oportunidad ¿no lo crees?
-¿A qué te refieres? Ella está allí, con esa chica. ¿Tratas de decir que puedo hacer algo?
-Claro que puedes. Sólo tienes miedo
-Claro que tengo miedo. ¿Qué estamos haciendo aquí?
-¡No te vayas! <<Un magnetismo me retuvo de dar un paso siquiera. Era una vibración extraña que provenía de su voz>> -Seguramente crees que tu amor no es correspondido. <<Continuó>> –Pero mira con detenimiento. ¿Lo ves? Allí sólo hay placer. El deleite mortal de la carne, el desesperado y agónico deseo de aprovechar la juventud. Tu corazón se resiste a aceptarlo, porque tiene miedo de ser lastimado en el frenesí. Ahora eres débil, un mediocre. Más si tomaras el control por primera vez en tu vida, te darías cuenta de lo mucho que has limitado tu potencial. Lánzate. Vamos. Sé sincero con lo qué realmente quieres. <<Mi mente era raptada por cada una de sus palabras. Sin darme cuenta, estaba peleando una batalla interna>>
-¡No! ¡Esto está mal! <<Por fin dije poniéndome en pie. Lanzado por lo que había rescatado de voluntad, e indignación, me puse de pié, quería irme de allí. Pero una pesada mano se aferró a mi muñeca como garra de bestia descomunal. Sentí que había sido halado por algo más que un muchacho, un ser demencial, fuera de este mundo. Cuando busqué su mirada cortante, vi esos ojos rojos encendidos, a punto de estallar en una llamarada capaz de incinerarme>>
-¡No te irás! <<Dijo mostrando unos afilados caninos, radiantes, chispeantes. A mi mente vino la imagen de una furiosa serpiente de enormes colmillos cargados de veneno. Mi corazón saltó en un chorro de adrenalina y pánico. Mis rodillas se aflojaron, obligándome a realizar un esfuerzo sobrehumano para mantenerme en pie>>.
Parecía haberse dado cuenta de un error, pues casi al instante me soltó con un gesto de lamentación.

-Lo lamento. Yo... no quería asustarte <<Bajó la cabeza y se encogió de hombros>>
–Lo siento, tal vez te estoy forzando a algo que realmente no quieres <<Lo dijo, así en esa postura, pero sonaba claro y tranquilo más que realmente arrepentido, de hecho, no parecía estarlo>>
-Déjame por favor compensarte este sofoco. Prometo que no volverá a ocurrir nada así <<En ese momento, lo de hace un instante parecía un mal sueño, sus dientes eran normales nuevamente, y sobre sus ojos, tal vez había confundido su tono castaño. No, él estaba jugando con mi mente, realmente lo sabía>>

Dejamos a las chicas terminar su sesión ellas solas, sin ningún tipo de perturbaciones. Nos marchamos de allí por un confuso sendero poco delineado, lleno de pasto y arbustos. Llegamos a un amplio claro en el cual la hierba no crecía, ni ninguna otra planta a excepción de los arboles que marcaban la frontera de la zona. Me sentía deprimido. Él se había disculpado. Aunque desconfiara, en el fondo ya no era mi principal preocupación. Y si estaba ejerciendo algún tipo de control sobre mí, también me era ajeno en ese momento.
-Bien, sé que tienes preguntas, arrójamelas.

Dijo mientras tomaba asiento sobre el tronco de un árbol seco tirado sobre la tierra. Yo hacía un esfuerzo por sentarme sobre una roca, cuando lo logré, pregunté:
-¿Lees mentes?
-No, puedo oler lo que sientes. Tu sudor me puede revelar si sientes amor, duda o dolor. Hueles a las tres. Y miedo, <<lanzó una risa sardónica y cortante>> claro que sientes miedo. ¿Alguna otra pregunta? <<siempre sonriente>>.

Escuchar su voz había sido revivir lo que acababa de suceder. Su revelación me hizo helar la sangre. Temblaba.
-Tus ojos son rojos ¿No es así? Perdón, esa no era mi pregunta. ¿Tus ojos son rojos porque eres un vampiro? <<Le miré fijamente. Sabiendo que podía ser mi última pregunta. No sabía qué intenciones tenía ese chico para salvarme la vida, pero había una posibilidad de que ya no importara, miedo, un poco de miedo, sí en verdad era más de lo que había sentido cuando supe que aquél chico iba a matarme con su navaja>>.
-No. Mis ojos son rojos por lo traumática que ha sido mi vida. Una vida de vampiro, es verdad. Pero ningún vampiro tiene ojos rojos sólo por serlo. ¿satisfecho?
-No...<<Titubeé e hice un esfuerzo por recuperar la voz, quebrada, nerviosa. Por fin salió>> ¿vas a matarme?
-No, no lo encuentro necesario
-Pero, eres un vampiro... ¿No se te antoja mi sangre?
-Claro que sí. ¿Es que acaso piensas que soy un animal salvaje? ¿Crees que no puedo controlar mis impulsos? Mira atento, voy a mostrarte algo. Te advierto que puedes perder el aliento.
Se reclinó sobre el suelo mirando los matorrales. Palpaba la tierra, la acariciaba. Pero su mirada estaba fija en un horizonte indeterminado. No podía saber qué veía. Expectante, en silencio, aguardé. Una enorme rata peluda, se acercó por fin dejándose ver. Él sonreía, le extendía la mano. Sin querer, se me había escapado un quejido. Odiaba las ratas y ver esa imagen me trajo experiencias repugnantes a la memoria. El animal olfateaba sus dedos, hechizado, con sus enormes ojos dilatados, moviendo sus bigotes. El chico tenía una sonrisa cada vez más amplia. Apoyó la mano en el suelo, permitiendo que la rata subiera a su palma, la cual cerró sobre el vientre del animal, y luego le cubrió el dorso con la otra mano. Cada vez me era más incómoda la situación, un cosquilleo subía y bajaba por mis rodillas y mi estómago. Él le acariciaba su pelaje como si de cualquier otro animal se tratara, parecía disfrutarlo más que nada.
-¿Es tu mascota? <<Dije nervioso>>
-No, es mi comida.

En un instante clavó sus dientes afilados en el dorso de la rata. Esta lanzaba un chillido agudo, en lo que se desvanecía, pataleaba frenética, corvada. Hasta que escapó su último aliento. La sangre salía de las comisuras de los labios de mi acompañante, empapaba los pelos del animal, los labios del chico. Succionaba, lento, profundo, veía su nuez de Adán bajar y subir al compás, engullendo la sangre. Luego arrojó el cuerpo sin vida como si fuese un inútil trozo de basura. Me miró sonriente, con sus ojos rojos brillando más radiantes que nunca. Limpió sus labios y mentón con su mano derecha, la cual sacudió luego en su buzo de lana. Me había dejado petrificado.
-Tengo un encanto especial para con los seres que responden a sus instintos. Un perro amaestrado es complicado de manipular, aunque no imposible. Así como muchos humanos vivos. La sangre siempre es preciosa, es imposible de dejar, en cada especie tiene un sabor peculiar y único. En los humanos, cada sabor es distinto... Pero hace mucho no la pruebo, ya no me enloquece.
-E... e... ¿Humanos vivos?
-Sí, o podrías considerar que un vampiro no es humano. Da igual. Pero el mismo concepto de inhumano es un derivado de ese ideal de humanidad. Si fuéramos exigentes en su totalidad con ese término, descubriríamos que dentro de sí encierra un sinfín de contradicciones...
-Yo no me refería a eso...
-¿Temes estar siendo manipulado? <<Su sonrisa era cada vez más amplia>>.
-Yo...
-Está bien. Te enseñaré a matarme, si es que así puedes sentirte más tranquilo. Te será muy útil. Más con tantos vampiros allí afuera bebiendo sangre de vivos sin ser descubiertos ¿Te interesa?
-Ah, sí. ¿Puedo... puedo saber tu nombre?
-Mi nombre no importa. No necesitas identificarme con él, así como tampoco tengo que identificarte con el tuyo. Hace mucho que he olvidado el mío, y desde entonces, he perdido todo interés en ellos. Pero si necesitas llamarme, puedes hacerlo como gustes.
-¿Te puedo llamar Rad? <<Soltó una breve risilla dejándome un poco más desconcertado>>
Llegué a casa justo una hora después del almuerzo. Como de costumbre no había nadie allí. Subí a mi habitación. Me arrojé a la cama. Me puse los audífonos y la música a todo volumen. Gritaba las letras con todas mis fuerzas. Quería exorcizar toda la tensión que había experimentado. En la Provincia todos podían verme, pero nadie me conocía. Si un día desaparecía, sólo mis padres se preguntarían por mí, esa idea, no era del todo de mi agrado. Pero si mis padres eran los únicos afectados, tal vez sería esa, la forma en la que la vida les decía que estaban haciendo mal su trabajo. A menos que el problema real hubiera estado en mí. No vi problema en ello. Después de todo, Rad no podía entrar a casa a menos que lo invitara a pasar. Todo eso pensaba allí acortado y gritando de memoria las canciones. Había algo en aquél chico, más allá del peligro que representaba, que me hacía querer estar cerca de él, pensé: "tal vez soy como esa rata. Ingenua, caminaba hacia la muerte. A menos que la rata no fuera tan ingenua, era probable que su instinto le dijera que iba a morir, y aun así aceptó su destino. Yo no soy una rata. Estoy libre de su manipulación, y debo creerle si pienso ser su amigo, si pienso que algún día podría ser como él".  

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