Subir y bajar los muros del paraíso, así como los muros de los abismos
Saltar al otro lado del silencio y
regresar vivo
La impotencia de no percibir el
murmullo de las quimeras dormidas sobre sus nubes
Seguir los pasos recorridos de los
falsos pastores de dictaduras, esos que inyectan la fe y con los que con su
literatura rellena de palabrerías tengan una finalidad: cegar la luz de lo
irreal, anular el viaje del tiempo y enterrar a fondo las reliquias de la
sabiduría
Saber que estás entre el cielo y el infierno
y en qué camino irás mientras radicas en la angustia de la eternidad
¿Dónde encontrar los rayos del sol
sobre las penumbras de la oscuridad?
¿Dónde aprender a escribir el libro
de carne y hueso donde las venas no permitan pasar los infortunios en la
virtud?
¿Dónde reflejar la tinta negra que
transcribe con su forma el relucir de la
trinidad compuesta del conocimiento, la
filosofía y la historia?
Para construir el imperio eminente
con celosías doradas, que destellen los rayos y deslumbren los sueños de otros
que no son aptos de escindir por sí
solos
Escupir
en la deidad de aquellos que creen en su inmortalidad, que controlan con sus
marionetas de desgracia y hacen olvidar la misión de la vida; la trascendencia.
Para oír al ángel de la putrefacción
vociferar su agonía mientras cae sobre el lodazal
Presentar ante el mundo el filo de vaivén que corta la
gruesa raíz del árbol negro a la que obedecen su voz de la redención
No doblegarse ante la gloria que gobierna con su poder de consumir la vida
sin sentido, como se consume el carbón a
si mismo
Recordar que el tiempo corre con sus
manecillas en línea uniforme sin detenerse
¿Es necesario perseguir con la
mirada al cordero que no hace más que
dar vuelta a sí mismo?
Los ojos apenas surcan en la mente
la iridiscencia de la luz del cielo, a causa de los grandes cimientos que se
construyen en algún lugar de la ciudad; que no son más que rocas de polvo y sus ángeles de barro balbuceando por doquier
Hablar de letras y pasión con
flechas directas a la sien y al corazón
Aventar la lanza de los grandes
héroes hacia al otro lado opuesto del
pasado, con exactitud infinita y enriquecedora
Y la fortaleza crezca en torno al rincón de cada
vacío y mente que no tiene armas con qué defenderse
Calmar esa duda existencial del
cuerpo que una y otra vez se agazapa en el corazón a través del credo literal
Buscar insaciablemente las perlas
negras sobre los mares blancos que arraigan en este mundo
La sed de otros agradecerá el agua dada como siempre... en la
posteridad.
Bello cántico. Palabras duras pero repletas de esperanza.
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