domingo, 31 de enero de 2016

Literatura: Medianoche en París (reseña)

Por: Jonatan Gamboa Esteva

Título: Midnight in Paris
Director: Woody Allen
Género: Comedia/Drama
País: E.U.A/España
Año: 2011
Reparto: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Tom Hiddleston, Alison Pill, Kathy Bates, Adrien Brody, Carla Bruni, Léa Seydoux

Trailer: Click aquí

"Aunque me fuercen yo nunca voy a decir
que todo tiempo por pasado fue mejor,
mañana es mejor"

Luis Alberto Spinetta

 En todas las expresiones artísticas es común el uso que se da de las metáforas como forma de recurrir a una imagen que pueda dar sentido y ejemplificar una idea de manera figurada. Una de las más conocidas y recurridas es la de la existencia de mundos alternos, dicotomías o dualidades, ya sea en las que habitamos o que nos habitan en el interior.

Día-Noche, Amor-Odio, Cielo-Infierno, Realidad-Fantasía, etc. Estos son sólo un par de ejemplos que nos permiten pensar, imaginar y fantasear con esta posibilidad; por lo que los artistas no dudan en retratar en sus obras, sea cual sea su arte, este sueño recurrente en la mayoría de los sujetos humanos.

Sin embargo, poder apreciar estas peculiaridades y dotarlas de un sentido más complejo que lo simple metafórico es una habilidad impactante y sorprendente. Y creo yo que ahí reside el asombro con el cual el genio de Woody Allen nos transporta a un mundo viejo y nuevo, conocido pero novedoso.

Medianoche en París plantea su trama a partir de las dualidades, pero hay una en particular que merece nuestra atención de manera más clara. Curiosamente no es el juego entre pasado y presente, sino uno más sencillo, que nuestro protagonista Gil Pender (Owen Wilson) tendrá que descubrir junto a nosotros.

Gil viaja a París junto a su prometida Inez (Rachel McAdams); aunque decir "junto" no signifique "juntos" o que viajan al mismo lugar. Inez lo hace para comprar algunas cosas antes de la boda, recorrer las tiendas, disfrutar del vino y apreciar el estilo de vida Europeo, todo esto bajo su óptica moderna. 

Por otro lado, Gil es lo que podríamos llamar un romántico. A pesar de ser un exitoso guionista de Holywood, él desea escribir una novela y recorrer el lugar que inspiró a parte de sus ídolos artísticos y literarios: Hemingway, los Fitzgerald, Cole Porter, Dalí, Picasso, T.S. Eliot, Buñuel y todo aquella figura que vivió en el París de los años 20's. 

La ville lumière tiene un encanto que atrapa a cualquier soñador amante de la cultura, y Gil no es la excepción. Sin embargo, lo que descubrirá es algo que siempre estuvo frente a él.

Una noche, después de una cena con su prometida y los padres de ésta, decide recorrer y disfrutar el París de la calle y las luces. Pero luego de mucho caminar descubre que se ha perdido y decide sentarse a esperar a que ocurra un milagro, y éste aparece de manera casi mágica. 

Un automóvil antiguo se estaciona y un hombre ataviado al estilo clásico de principios del siglo XX lo invita a subir para asistir a una fiesta. Como todo buen aventurero Gil acepta y éste será el inicio del viaje que necesitaba. Al llegar descubrirá que ese auto lo ha transportado al viejo París, al lugar de sus sueños.

Cole Porter al piano, mientras que Zelda le presenta a su marido, el gran escritor norteamericano Francis Scott Fitzgerald, es el primer indicio de que algo ha ocurrido y que ya no se encuentra en su mundo moderno.

Esta aventura a través del tiempo será clave para el destino de Gil. Pues no solo irá al encuentro de genios como Hemingway, Dalí o Buñuel, sino también conocerá a Adriana, una musa de Picasso, de la que queda fascinado. 

Este hecho provocará una duda profunda, una ruptura entre su visión del amor, del mundo y del futuro. Confrontar el pasado y el presente, que le exige plantearse seriamente qué es lo que quiere y qué es lo que ha tenido que ocultarse a sí mismo para no enfrentarlo.

Esta dicotomia, este pequeño detalle remarca la agudeza de la visión de Woody Allen. La duda no solo se centra entre quedarse en ese pasado, ir más atrás o regresar al presente. Más bien se trata de las condiciones que posibilitan la felicidad, la creación de nuestro propio mundo y el amor que compartimos con un particular tipo de personas que se maravillan de las cosas de una forma tan viva, tan alegre, que parecieran haber tomado prestados nuestros ojos para arrancarle una sonrisa a su espíritu.

El planteamiento de la cinta de manera general quizás nos hable del deseo de vivir en un lugar en el que soñamos; pero de manera más profunda invita a la creación de ese espacio, de nosotros y para nosotros con la persona o las personas capaces de hacerlo posible.

Quizás se pueda vivir en dos mundos distintos. Woody nos diría que muchos lo han hecho durante toda su vida. Pero con Medianoche en París nos empuja a que esa ilusión constante se concrete de una manera que permita un lugar a los sueños, a las alegrías, a la tristeza, al respeto, a los deseos y al amor.

Medianoche en París es eso, la posibilidad de arriesgar las oportunidades que tengamos para hacernos de un huequito, de un lugar más apacible en este vasto terreno que llamamos mundo.

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