Autor: Fernando Limón
Salgo a tender de noche, estoy
entre focos y lazos a una hora considerada como tardía, tomo ropa de un cesto y
meto cuidadosamente las puntas de las prendas entre los lazos. Como al ir al
baño, al ver el techo de tu recámara o mirar por la ventana de un salón de
clases, lo único que se puede hacer es estar en silencio y ponerse a pensar.
¿Pensar qué o en qué? En la vida misma, en la más común y aburrida, el mundo
material y más importante: la vida cotidiana.
Remito a un tipo de autores que
influyen tanto, por la concordancia entre su estilo y su mensaje, por ejemplo:
Henry Miller tenía un estilo agitado y vertiginoso para describir los horrores
de la agitada y vertiginosa vida viciosa, en cambio Kafka tenía un estilo
directo y ordenado para describir los horrores de la directa y ordenada vida
cotidiana.
Me es imposible no pensar en el
aforismo de Voltaire: «La civilización no acabó con la barbarie, solo la
sofisticó» para referirse a autores como Kafka y tal vez Carver, que logran
meter los dedos entre los tejidos de la vida diaria y echan un vistazo ante lo
desnudo, ante lo absurdo; el horror que se esconde detrás de este mundo
material, detrás de los mecanismos ocultos de la rutina sin sentido... como
Kafka; detrás de un objeto que creías insignificante... como Carver. A pesar de lo terrible que pueda ser de
lo que hablen, ambos describen esto de forma excelsa. He aquí la trascendencia:
se habla en concreto de lo más ambiguo, que es la vida misma.
¿Pero por qué si gracias a ellos
me es posible a mí también echar un vistazo, no se aligera mi carga? Al
contrario, tengo la sensación que prenda a prenda, desde levantarla hasta
tenderla; la ropa se vuelve, sin sentido aparente, más densa, más voluminosa,
más pesada.
Sigo tendiendo la ropa y pienso,
¿acaso no las prendas que usamos nos acompañan en nuestra vida y por ello se
impregnan de ella?, se lavan y quedan como nuevas, se les desprende la vida que
se les había impreso, quedan arrugadas colgando de un lazo y al secarse estarán
listas para impregnarse de más vida, con lo confortable de saber que vueltas a
lavar, desprenderán aquellas imágenes, aquellas experiencias,
eso que se ha vivido, y así sucesivamente...
Trato de meter los dedos sobre el
tejido, sobre la lana y el estambre, pero no puedo. En fin, digo todo esto por esta extraña
sensación de verme como una prenda arrugada, colgada de un lazo y goteando aún.
Lo digo por estas irracionales ganas que tengo de dar un salto de nuevo hacia
la lavadora.
Esta muy padre!
ResponderBorrardescribiendo ese momento donde la mente vuela en lo cotidiano
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