lunes, 23 de septiembre de 2019

Entremeses Culturales V: Albert Camus y la carretera de la muerte

Por: Arisbeth




En Francia, en el kilómetro 88.4 entre Pont-sur-Yonne y París, sufriría su último accidente el excepcional escritor Albert Camus.

Lo curioso del caso es que no solamente estamos hablando de un percance aislado, sino de uno de muchos ocurridos en una carretera de primer mundo, impecablemente construida, ancha, rectilínea y bordeada de árboles a ambos lados; por lo que nadie se explicaba cómo era que precisamente en ese tramo los autos se salían de la calzada para finalmente estrellarse contra un árbol o contra los acotamientos, como sucedió con el autor de El Extranjero.

Con tan escaso peligro aparente, la gente atribuyó a dicha autopista un misterioso maleficio: demonios adversos se recreaban repitiendo una y otra vez aquellas desgracias, porque al parecer buscaban almas para conducirlas hacia el infierno.

Y así parecía hasta que la justificación vino dada por el doctor Marcel Lapipe, de la Academia de Medicina Francesa, formulada así: Todo sujeto que recibe en los ojos diez destellos de luz por segundo, entra en crisis si esta predispuesto a la epilepsia o a alguna enfermedad semejante.

Así las cosas, cuando el sol se oculta tras la hilera de árboles de esta carretera, un automovilista que ruede a 120 kilómetros por hora, dado el juego de luz y sombra entre los troncos y los ojos, recibe, efectivamente, diez destellos de luz por segundo; siendo entonces esta la causa del supuestamente inexplicable (y absurdo) accidente de Camus
—que en efecto, estaba predispuesto a la epilepsia y circulaba a una velocidad semejante— y de muchos otros individuos más que sufrieron percances fatales en ese lugar y que popularmente fueron atribuidos a terribles fuerzas del mal.



domingo, 15 de septiembre de 2019

Poesía: Intensamente

Por: Amitzia Arroyo


"Frog Prince" by Warwick Goble 


Fuiste cumbre luminosa en mi sombra
lejanía, luz, vida en un instante.
Caos pendiente todavía.

Fuiste mar en mi desierto, barco y vela
Más que un yin-yan
en momentos que brindaron armonía.

Fuiste miedos derribados, sueños y metas alcanzadas,
plan inerte convertido
en flexibles convivencias.

Fuiste cielo derrotado, sombra, mar
y sueño dado. Fuiste un te quiero amado
y un olvido quebrantado.

Y hoy que ya no eres, me pregunto
¿cómo has estado?, bien o mal te quise
¿en tu mente me he quedado?

Clara luna nos envuelve, entre dudas y recuerdos
Entre un te quiero y quise
Que seguro he olvidado.

No me pidas que me quede doblemente,
quizá entonces pensaría en tenerte para siempre.
Si así tú decidieras, no te olvides vanamente
que me quieras como quieras, es valiente
si depende de un amor que es trascendente.

No sé si tú me quisiste o si aún me quieres
Si depende de quererte, yo te quiero como puedo.
Quiéreme así entonces,
como puedas, como puedo.
Un equilibrio perfecto que me debes y que te debo.

Basta ya de decirte lo que siento,
yo me quedo libremente
en tu cielo que es mi cielo.



*****



Sobre la autora:


Sonia Amitzia Arroyo Hernández nació en Marías Romero, Oaxaca el 23 de mayo de 1996, sin embargo su estancia fue corta. A los cuatro años se cambia de residencia a Chiapas de Corzo donde dio paso a sus primeros grados de estudio.

    Posteriormente estudió el grado medio superior en el COBACH 33 de la misma ciudad. Al culminar su bachillerato formó parte del Consejo Nacional de Fomento Educativo prestando  su servicio a este durante un año. Lo cual la encaminaría a la elección por la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericanas, cursando actualmente el noveno semestre en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) donde ha publicado en la gaceta escolar uno de los poemas de su autoría.

    Además de conseguir una estancia temporal en la Universidad Autónoma de México (UNAM) enriqueciendo sus conocimientos y habilidades escritas y volviendo a Chiapas con una visión más amplia en la materia.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Poesía: Principio de Nirvana

Por: Helena Zirot






La rabia me alimenta
Y el fuego que destruye todo lo que toca
Mi interior es un terreno pantanoso
de calamidades y desprecios

La rabia me alimenta
Soy la espuma ácida que asciende
Por las branquias del dragón colérico
Y el fuego en el que escupe
toda su terrible furia 

Habito el miedo frío
El filo silencioso en medio de la noche 
que, sediento de sangre
aguarda hundirse en la inocencia

En mí anida toda la avaricia
Alberich y su codicia temblorosa
Mi maldición se extiende por los campos 
matando de hambre sin reparo ni piedad 

Y sin embargo
todo este torrente detenido,
pausado de repente
Cómo si en una presa se encontrara

Apenas contenido,
Debilita el impulso de su impacto
Ante esta pequeña y frágil
Dorada --siempre-- 
hojuela de ternura