viernes, 29 de enero de 2016

Literatura: Anatomía de un secuestro (cuento)

Por: Luis Ángel Hdz


Estaba acostado. Tenía sangre seca que pegaba la piel con el cabello. Ya era casi una costra, de manera que formaba otra ligera capa sobrepuesta que se incrustaba entre la oreja y la sien. Comprendí que me habían golpeado demasiado fuerte. Sentía un dolor punzante que me martilleaba la cabeza, no lograba pensar ni articular mis ideas de manera clara. Tenía hambre y frío, la incertidumbre me vislumbraba con varios escenarios inconsistentes, en mi cabeza divagaba el instinto de supervivencia que se iba estrechando en sincronía con mis pestañas.
Dormí.
Después de dos horas aproximadamente de haber estado durmiendo (es un estimado, ya que estaba completamente desorientado) quise reorganizar mis ideas, estaba cansado, con un vacío en el estómago y me sentía sucio. El dolor de cabeza había cesado un poco. Asumí que me habían secuestrado.
En ese momento no quise comenzar especulaciones acerca de las causas que me hubieran llevado a esa trágica situación, pero mi premisa inicial me decía que debió haber sido por alguna amistad o algún familiar, ya que siempre me habían contado esa historia de vecino en vecino en la que si la hacías se la cobraban con los que más quieres, por lo tanto solo era una víctima colateral de un fallido suceso. Preferí plantearme en mi realidad dejando de lado todas las figuras que recreaba mi mente y pensar un poco.
No tengo una clara idea de todo el tiempo que llevaba ahí atrapado, según mis cálculos llevaba más de doce horas. Saqué mis conjeturas basándome en mis necesidades fisiológicas.
Hasta ese momento nadie se había dirigido a mí, no había escuchado ningún ruido, y por el eco que hacían mis movimientos al intentar levantarme pude deducir que lo más probable era que me situara en un cuarto completamente vacío, sin muebles ni cortinas pero con demasiada humedad.
Tenía manos y pies atados, también tenía un trozo de tela fuertemente amarrado que me impedía ver, sin embargo, no había nada que me tuviera enganchado al suelo o a otra superficie de la habitación, por lo tanto, si quería disponer a levantarme era necesario hacer un pequeño esfuerzo, y a la vez enfrentarme a uno de mis mayores rivales en ese momento, la fatiga. Hice una pequeña maniobra recostándome de lado (estaba un poco adolorido de mi costado izquierdo), y mediante una estirada de mis piernas y brazos logré reacomodar mi cuerpo para lograr pararme. Al principio lo único que quería era buscar algún alimento o algo que hubieran dejado por ahí. Tenía un sabor amargo en la boca, producto de la falta de comida y supongo yo, también por la experiencia misma que desmoronaba mis entrañas a pedazos.
Estaba parado, tratando de asimilar el entorno que me rodeaba. Lo primero que se me vino a la mente fue hacer un recorrido por todo el perímetro, partir de mi lugar pegado a la pared y seguir la misma trayectoria tocando con mis manos de espaldas a ésta para volver a mi punto inicial, había unos cartones, por lo tanto sabría en que momento regresaría al primer punto.
Comencé mi recorrido.
Anduve a pequeños brinquitos con el temor latente de que pudiese alcanzar algo que me hiciera daño, no quería tener otra herida y mucho menos en mis manos, ya que si en algún momento lograba liberar mis pies sería más fácil liberar mis manos y hacer uso de éstas para intentar mi huida.
A unos pocos metros y siguiendo la línea recta de la pared choqué con una estructura, rápidamente noté que se trataba de un lavabo. Traté de abrir la llave con mucho esfuerzo pero no fue nada favorable, ya que no funcionaba o no tenía agua, aunque me surgió algo de esperanza al notar que tenía un pequeño espacio donde yacía algo de agua, en un intento por saciar mi sed y probablemente apaciguar un poco mi hambre, traté de alcanzarla con mi boca, estirándome lo más que pude, ejercicio un tanto complicado dada mi situación de dolencias corporales. Alcancé el pequeño cúmulo de agua no sin dificultades, pero fue una acción en vano, ya que tenía sabor a jabón. Con inercia escupí el pequeño sorbo que había dado. Seguí analizando con el frágil tacto de mis manos el lavabo, pero lo único útil que hallé fue una cubeta que estaba debajo de éste, decidí patearla hacía mi sitio original por si en algún momento la necesitaba, ya que anteriormente había logrado bajarme el pantalón un poco, por lo tanto consideré que lo haría de mejor manera para el momento que quisiera defecar u orinar de nuevo.
Seguí mi recorrido.
 El húmedo sentir de la pared me hacía pensar demasiadas cosas, como que por ejemplo estaba en un lugar abandonado y corroído por la falta de mantenimiento, un edificio en obra negra, probablemente en un lugar cercano a la naturaleza, tal vez en un sitio boscoso, el frío lograba que me favorecieran esas conjeturas. Se me planteaban mil escenarios en mi mente obtusa.
Seguí con mis brinquitos.
No encontraba nada, aproximadamente un metro después del lavabo tuve que girar con el ángulo recto de la otra pared, y desde entonces nada. Por mera especulación pensé que se trataba de una habitación bastante amplia, aunque también consideré que la mente en muchas ocasiones juega demasiado con el cuerpo y propone exageraciones ante la pronta ineficacia de los demás sentidos, se me vino a la mente El pozo y el péndulo de Poe.
Sólo sentía la pintura de la pared cayéndose entre mis dedos haciendo una analogía a mi infortunio. De pronto, sentí oscilaciones en mi cabello, un viento frio que ingresaba por una parte superior de la habitación. Contuve mi exaltación, consideré que gritar no sería lo ideal, ya que ni siquiera se tomaron la molestia de atarme la boca ni de tenerme completamente inmovilizado, aun así lo hice, no recibí ninguna réplica.
Me hubiera gustado demasiado saber más de esa abertura por la cual entraba el viento, pero mi limitada movilidad me lo impedía. La ventana, respiradero o ese simple orificio en la pared tendría que esperar.
Llegué al siguiente ángulo recto y viré.
De repente mis zapatos estaban destrozando algunas virutas en el suelo, casi podía ver las esquirlas del cristal volando en una micro explosión.
Intempestivamente, arremetió contra mí un golpe de sopor y malestar, comencé a sentirme un poco mal, a veces, cuando estaba inmerso en situaciones de estrés, sufría ataques de vértigo, probablemente por problemas de presión o algo por el estilo, jamás lo supe. Con mis pies retiré los pedazos de cristal que estaban rezagados en el suelo, y me deje caer sentado deslizándome paralelo a la pared. Caí sentado de golpe.
En ese momento no pensé que el hambre pudiese haber influido en mi malestar, ahora considero que todos los males se acumulan a cierto tiempo para hacer de tu mísero lapso uno peor.
Estaba sentado sin ánimos, con una nausea y vértigo que me derrotaban. Me deslicé de nuevo hasta caer recostado en el suelo, pensando, imaginando, desfalleciendo.
Estaba a punto de quedar de nuevo dormido cuando sentí de nuevo un viento fresco, no tan fuerte, ahora era más tenue. Llegaba de una parte inferior porque me recosté y si no lo hubiera hecho no lo habría notado. Imaginé que era una puerta, mis ánimos aparecieron de golpe como una súbita sorpresa. Con más ganas que fuerza me paré, en efecto, era una puerta, de madera y  emanaba cierta humedad que combinaba con el entorno, su relieve desprendía algunas virutas sueltas, estaba entusiasmado, buscando la perilla con un frenesí que escapaba de mis manos, cuando de pronto apareció un ruido casi mecánico y lúgubre, alguien intentaba abrir la puerta.

2 comentarios:

  1. Que te puedo decir, las expectativas son más que reales al leer cada párrafo. Muchas bendiciones y sigue cosechando más y más historias en tu mente.

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