domingo, 3 de abril de 2016

Música: Herbert von Karajan, leyenda, mito y realidad a 108 años de su nacimiento

Por: Uriel Delac


Herbert von Karajan (1908-1989) - Foto cortesía de Deutsche Grammophon

El cinco de abril de 1908 nace en Salzburgo, Austria, uno de los artistas más prolíficos que se recuerden: Herbert von Karajan, considerado uno de los directores orquestales más importantes del siglo XX.

Controvertido por sus nexos con el nazismo, cuando era considerado un milagro musical, el director austríaco siempre fue polémico y sigue siéndolo a pesar de haber fallecido un 16 de julio de 1989. Su apasionada forma de acercarse a la música, su capacidad para arrancar las más brillantes sonoridades a la orquesta convertieron a Karajan en una figura de referencia, al grado que incluso se habla de un "sonido Karajan".

El Karajan titular de la Filarmónica de Londres y la Orquesta Philharmonia era un maestro con ímpetu, con pujanza, con espléndido porvenir, pero sólo eso: un sucesor de Furtwangler en el mejor de los casos.
Wilhelm Furtwangler (1886-1954), antecesor de Karajan en Berlín
A partir de la segura posición que le daba su nombramiento vitalicio como Director titular de la Filarmónica de Berlín, empieza a aparecer la leyenda: un hombre abstraído en sí mismo, cabeza entre brazos, con un mínimo de gesto, se va convirtiendo en el arquetipo del maestro-alquimista de poderes casi cabalíticos.

Conduce, además, lujosos y exclusivos autos deportivos a grandes velocidades por las autopistas alemanas y austriacas; es la única personalidad a la que se le permite, en un Salzburgo sometido a su influjo, circular por caminos reservados; pilotea aviones y barcos de recreo; se divorcia de Anna Maria Gütermann, heredera de la poderosa industria textil Gütermann, para casarse con Eliette Mouret, una bella modelo casi 31 años más joven que él; se convierte en productor de films, videos y discos;
Karajan con S.S. el Papa Juan Pablo II
funda su propio imperio comercial y publicitario; el propio Papa Juan Pablo II le pide en una carta escrita con su puño y letra que dirija para él durante la celebración de una Misa Solemne en la Basílica de San Pedro; y, por fin, comparte con príncipes y reyes la llamada prensa del corazón, y hasta las gentes ajenas a la música conocen su nombre, costumbres y asuntos personales. Nace así el mito del Karajan que convertía en oro todo aquello que tocaba, cual Rey Midas del siglo XX.


Karajan y el nazismo

Durante su juventud, von Karajan ya había manifestado sus simpatías hacia la extrema derecha nacionalista. Cuando estaba en el instituto austriaco de enseñanza media, se hizo miembro de una asociación ultranacionalista llamada Corporación Pangermanista Rugia. En las cartas de la época, no escondía su antisemitismo y denunciaba por ejemplo el «enjudiamiento de Volksoper» en Viena. Afiliado en 1933 al Partido Nazi, ostentaba un tipo de carné especial reservado para personalidades prestigiosas. Icluso el mismo Joseph Goebbels intervino personalmente para poner fin a una investigación sobre los antepasados judíos de Anita Gütermann, permitiéndole así casarse con von Karajan.
En su debut con la Filarmónica del Reich (1938)
En 1938
, por sugerencia de Himmler, hizo su debut con la Orquesta Filarmónica de Berlín -la oficial del Reich- y la Ópera Estatal de Berlín y se ordenó a un crítico berlinés que le bautizara como «Das Wunder Karajan» (‘el milagro Karajan’). Sin embargo, su fama dentro de la Alemania nazi decreció cuando Adolf Hitler lo recibiera con desdén después que se equivocase en un momento importante en Die Meistersinger von Nürnberg durante un concierto de gala que el Führer ofreció para los reyes de Yugoslavia en junio de 1939. En efecto, al dirigir sin la partitura -cosa que le era habitual-, Karajan se perdió, las cantantes se detuvieron, la cortina se rasgó en medio de la confusión, y furioso, Hitler comentó a Winifred Wagner: «Herr von Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva». Y así fue. Después de la guerra, Karajan hizo lo posible para no recordar aquel vergonzoso y no tan glorioso incidente, que sin embargo salvó su carrera en la posguerra. Dentro del régimen nazi, tampoco le beneficiaba el dirigir, como hizo, obras de von Einem, un compositor encarcelado por la Gestapo, cuyas partituras fueron prohibidas en los últimos meses de la guerra.


 Karajan en la posguerra

Al final de la Segunda Guerra Mundial, Karajan era poco menos que un apestado. En 1946, dio su primer concierto en la posguerra con la Orquesta Filarmónica de Viena, pero después las autoridades de la ocupación soviética le prohibieron ejercer la dirección debido a su afiliación al Partido nazi. Ese mismo año, el Ayuntamiento de su ciudad natal le encargó organizar el festival de verano, y fueron ahora las autoridades estadounidenses quienes se lo denegaron, por lo que tuvo que limitarse a estar junto al apuntador ayudando a los cantantes. En ese momento, apareció su salvador.
Karajan y Walter Legge (1958)
Era Walter Legge, un productor discográfico inglés a quien le habían encargado buscar un director capaz de ponerse al frente de una nueva orquesta de estudio fonográfico, la Philharmonia, con la que el reto era grabar todo el gran repertorio para la compañía EMI. Karajan era el hombre idóneo que Legge necesitaba: ambicioso, soberbio, riguroso y genial. Con la ayuda de Legge, Karajan ascendió los primeros peldaños de la escalinata que separa a un gran director de un mito.
 

Dos años después se convierte en el director artístico de la Gesellschaft der Musikfreunde de Viena y también dirigiría en el Teatro de La Scala de Milán, lo que le a la postre le significaría fama como operista del repertorio italiano.
Karajan en Bayreuth (1951)
En 1949 se presenta en el Teatro Colón de Buenos Aires en una serie de conciertos sinfónicos, siendo este su debut en tierras americanas. Hacia 1951 dirige un único ciclo completo en Bayreuth de Das Rheingold (alternándose del 11 de agosto al 15 de agosto con Hans Knappertsbusch), así como
Die Meistersinger von Nürnberg, y en 1952 Tristán und Isolde. Al año siguiente, después de dirigir Tannhäuser, dijo que nunca más lo haría porque no sabía si sus emociones le permitirían terminarla con vida. El Maestro mentía, pues volvería a dirigirla en la edición 1963 del Festival de Salzburgo, y también para su célebre grabación de 1977 con la Filarmónica de Berlín para EMI.

Siendo ya Director vitalicio de la Filarmónica de Berlín, realizó apariciones por todo el mundo obteniendo gran aclamación. En 1955, Karajan y la orquesta hicieron su primera presentación en Nueva York,
Karajan y Elizabeth Schwarzkopf (1957)
desde donde comenzaron una gira por los Estados Unidos, que fue repetida al año siguiente, y también durante varias temporadas más. En total, entre ese año y 1958, tocaron 105 conciertos en los Estados Unidos. 


Un escándalo terminaría con la prolífica relación comercial entre von Karajan y Walter Legge. Los rumores eran insistentes: la hermosa soprano Elizabeth Schwarzkopf, esposa del productor inglés, al parecer, era cortejada insistentemente por el salzburgués. Legge estalló en cólera y en 1959 termina para siempre todo nexo con él. Karajan, entonces, retorna al centro de Europa para dirigir casi en exclusiva a las Filarmónicas de Berlín y Viena. Sin embargo, es su contratación como director titular vitalicio de la orquesta de la capital alemana, lo que daría el impulso definitivo a su carrera.


Karajan y la Filarmónica de Berlín

Siendo la batuta estrella de la Filarmónica de Berlín, Karajan se empeñó en dirigirlo todo: desde los barrocos y hasta la música del primer tercio del siglo XX. Sus críticos dicen que primó en exceso el brillo y que en sus interpretaciones de obras anteriores a Beethoven se nota un cierto acartonamiento. Sin embargo, todos reconocen que su integral de comienzos de los sesenta de las sinfonías del sordo de Bonn es un monumento artístico sencillamente insuperable y a la altura de los ciclos de Klemperer y Furtwängler.
Karajan dirige Beethoven (1963)
Sus interpretaciones de Brahms, Tchaikovski, Richard Strauss, Ravel, Bartók y Liszt son unánimente calificadas de excepcionales. Cierto que a partir de comienzos de los años setenta, su búsqueda de sonoridades cada vez más brillantes y prístinas dieron muchas veces como resultado versiones algo huecas. De igual manera, en términos operísticos, es un hecho que el célebre salzburgués era el acuñador de esos repartos excepcionales que mucho prometían y tanto decepcionaban, pero que convertían cada presentación en un producto absolutamente vendible, que entraba por los ojos antes que por los oídos. Así lo reconocen incluso sus más ardientes partidarios, aunque también hay que señalar que ofreció lecturas de enorme profundidad y reflexión. 

En el podio era, como sucedía con casi todos los Directores de antaño, un dictador. Pero también cuidaba de sus músicos como pocos, hasta el extremo de buscar personalmente el mejor médico o el hospital más adecuado cuando alguno de ellos, o uno de sus familiares, enfermaba de gravedad.
Karajan en Viena (1977)
Para compensar, como siempre tenía otra orquesta esperándolo, castigaba a aquella que osaba rebelarse... Y es lo que sucedió cuando la Filarmónica de Berlín se negó a admitir a la clarinetista Sabine Meyer, a la que había recomendado: redujo al mínimo contemplado en el contrato sus actuaciones con ellos, canceló giras dentro y fuera de Europa, así como también muchas grabaciones importantes -con el consiguiente perjuicio económico para los músicos- y se volcó en la Filarmónica de Viena.

Adeptos y detractores coinciden también en que Karajan estaba obsesionado por su imagen. De ahí esas fotos en las que aparece en el podio, con la mirada perdida en el infinito, con frac o jersey negro de cuello alto y su melena blanca impecablemente despeinada.
Karajan en una de sus más célebres fotos (1977)
También es del dominio público que llegó a extremos insólitos, como elevar el podio en el foso de la orquesta, durante una ópera, para que el público pudiera verlo; o decidir dónde se colocaban las cámaras y los focos en un concierto filmado, de manera que su figura adquiriera un protagonismo absoluto. 
 

Cuando deseaba algo, lo mismo dirigir a una joven promesa para un lanzamiento internacional (lo hizo con una Anne-Sophie Mutter de sólo 13 años) que colaborar con los mejores solistas (reunió a Rostropovich, Oistrakh y Richter para el Triple Concierto de Beethoven; nunca hubo tanto talento junto en un disco), allí estaban los sellos discográficos para proporcionárselo. Uno de los efectos de todo ello fue la creación de un verdadero star system musical que elevó los cachés hasta la estratosfera. Bueno para los intérpretes, pero malo para las instituciones públicas que financiaban las orquestas en Europa y los sellos discográficos, incapaces de rentabilizar muchas grabaciones.


Karajan y el Festival de Salzburgo
 
Karajan supo levantar un imperio económico lo bastante importante como para suscitar la admiración de propios y extraños, teniendo en cuenta que fue una labor del todo personal. Discos, films, videos y televisión formaban parte de un submundo que financiaban los caros gustos del Maestro: automóviles deportivos, avionetas, yates, viajes y comidas con gente de la rancia aristocracia europea.
Karajan a bordo de un Porsche 927 (1977)


Pero hay otro aspecto central de su vida del que poco se habla: el Festival de Salzburgo, uno de los de mayor prestigio en el mundo, el más caro de todos, para el que era casi imposible encontrar entradas con años de antelación, y que él convirtió en un semillero de divismos, alardes y calidades en lo musical, y a la vez uno de los más grandes negocios montados alrededor de la música académica.

De personalidad impactante, controlaba todos los aspectos del Festival sin encontrar oposición alguna. Sus dos orquestas, las Filarmónicas de Berlín y Viena, eran los vehículos mediante los cuales desplegaba su extraña magia. Bastaba un gesto o un tenue movimiento de la batuta, para que el teatro centrara su mirada en su imágen antes que en los sonidos de las formaciones musicales.
Karajan en una de sus últimas presentaciones (1987)
En lo operístico, prácticamente no hubo cantantes de renombre internacional que no pasaran por su disciplina y escuela. José Carreras, Plácido Domingo, Fritz Wunderlich, Jon Vickers, Gundula Janowitz, Christa Ludwig, Oralia Domínguez y Elizabeth Schwarzkopf se cuentan entre muchos más. Se encargaba, también, de que asistieran Directores huéspedes en los que él creía importando poco si tenían forjado un nombre o no. Incluso cuidaba de todos los aspectos técnicos: decidía dónde debían estar situadas las cámaras de televisión, la intensidad de los reflectores, la elevación del podio y hasta los segundos que un instrumentista o cantante debía ser enfocado. En este sentido, nunca ha habido un igual en nivel musical y cuidado de sus producciones; por lo que Karajan fue, y sigue siendo, único e irrepetible.



Karajan: el adios

Hacia el ocaso de su existencia, el Director General de Música de Europa, como llegaron a llamarlo, se dedicó a interpretar de nuevo las obras que habían sido los hitos de su carrera. En cuestiones de grabación, estaba entusiasmado con el laser-disc, que permitía perpetuar su imagen ya envejecida y a veces con un rictus de dolor, y el disco compacto.
Karajan a escasos meses de su muerte (1989)
Él había sido desde el lado artístico el primer impulsor del CD, del que exigió que se ampliara su capacidad -en los primeros prototipos era de sólo 60 minutos- para que la Novena de Beethoven entrara completa en un disco.


Nuevas interpretaciones de las obras más representativas de Dvorak, Tchaikovsky, Strauss, Wagner, Bruckner, Beethoven y Offenbach (entre otros) vieron la luz en conciertos, discos y films. En muchas de ellas, cierto es que el Maestro tuvo poco nuevo que decir; pero el cuidado en las producciones, la calidad y opulencia del sonido orquestal, además de observar y escuchar a un Karajan avejentado, pero que parecía recuperar terreno al momento de situarse en el podio, de nuevo convirtieron cada presentación (y grabación) en objetos de culto y noticia internacional.

En la década de los 80's, todos sabían que estaba enfermo, pero su muerte cogió por sorpresa al mundo artístico. Era un 16 de julio de 1989 y faltaban apenas unos días para que comenzara el Festival de Salzburgo, edición que por cierto se dedicó a su memoria. Karajan había renunciado al directorio del mismo desde hacía un año, pero de todas maneras tenía la última palabra para la invitación de artistas, agrupaciones musicales y la organización de los eventos.
La Familia von Karajan (1967)
No obstante, ese año planeaba regresar al podio dirigiendo a la Filarmónica de Viena en Un Bal Masque de Verdi. La representación estaba programada para el dia 27 y en ella debía actuar un Plácido Domingo en pleno estado de gracia, pero la fatalidad ya no le permitió hacerlo.

El dia que su muerte fue anunciada por su hoy viuda Elliete, uno de los primeros en llegar al domicilio de la familia fue precisamente el célebre tenor español, quien declaró: «el deceso de una persona de 81 años es un suceso esperado y hasta natural, pero no en Karajan». Su tumba, lugar de peregrinación para los que fueron sus amigos y los melómanos en general, llama la atención por su sencillez.
Tumba de Karajan en Anif (Austria)
La eligió él mismo. Se comenta que, haciendo su propia caricatura, solía decir que no creía conveniente disponer de una sepultura especialmente llamativa: «Total, sólo es para tres días...», declaró el Maestro en más de una vez. 


Karajan no resucitó al tercer día, pero veintisiete años después de su muerte su legado discográfico sigue arrasando en el mercado con la misma fuerza -o tal vez más- que cuando estaba en vida. Algo también es cierto: después de él nada ha sido igual, ni para las Filarmónicas de Berlín y Viena, ni para el Festival de Salzburgo, el que actualmente atravieza por una de las más severas crisis de su historia.




Bibliografía:

  • Raymond Holden: The virtuoso conductors: the central european tradition from Wagner to Karajan. Imprenta de la Universidad de Yale, 2005.
  • Richard Osborne: Herbert von Karajan. Londres: Chatto & Windus, 1998.
  • Alessandro Zignani: Herbert von Karajan, il músico perpetuo. Roma: Zecchini, 2008.

3 comentarios:

  1. Qué entrada tan maravillosa!
    Karajan era un auténtico forjador de sonidos delicados; en sus manos, la Filarmónica de Berlín llegó a covertirse en una máquina perfecta, una especie de prolongación de su batuta, que daba vida a ejemplares ejecuciones.
    Muy cierto, amigo Uriel, en muchas de sus presentaciones y grabaciones dejaba mucho que desear. Sin embargo, era tal su influjo y personalidad, que siempre salías satisfecho tras escucharlo. Algo sucedía, al grado que sus interpretaciones no podían pasar inadvertidas.
    Prefiero no seguir aburriendo con mis recuerdos y demos paso a tan excelente artículo, digno de publicarse en alguna de las pocas revistas de música académica que todavía hoy circulan.
    Un extraordinario dia para mi tras leerte, amigo.
    Recibe un abrazo.

    ResponderBorrar
  2. De verdad que es uno de los artículos mas logrados y extraordinarios de todos los que he leido en internet (e incluso en revsitas especializadas) sobre von Karajan.
    A manera de anécdota, mi padre (qepd), por razones de trabajo, estuvo en el 84 en Alemania. Uno de sus sueños fue haber escuchado en vivo al maestro vienés. Sin embargo, no pudo nunca hacerlo porque los boletos para los conciertos estaban agotados ¡desde hacía seis años!, y sucedió igual cuando decidio mi padre, en ese mismo viaje, trasladarse a Viena para tratar de escuchar a Karajan con la Filarmónica de esa ciudad en la Musik.
    Ni hablar, qué gran reportaje y de antemano muchas gracias por haber accedido a mi petición de publicar algo sobre él en el aniversario 108 de su nacimiento.
    Tomo capturas porque es un artículo que merece ser impreso y guardarse para la posteridad.
    Gracias nuevamente y vaya pedazo de blog que han formado!

    ResponderBorrar
  3. Qué hombre tan hermoso fué Karajan! No sé gran cosa sobre dirección orquestal, pero me gusta la música culta, y considero que este hombre era punto y aparte.

    ResponderBorrar