domingo, 17 de abril de 2016
Literatura: Flor de Almizcle (prosa)
Por: Orlando Núñez
Dos desconocidos, que se miran, de reojo, como tratando de conocerse, pero sabiéndose conocidos. Y él mirando después la espuma de la cerveza, caliente y amarga, ella sonriendo a diestra y siniestra, sonrisa enorme, de finos dientes, colmillos protuberantes y hermosos, jugando con las manos en el pecho de sujetos distintos a él. Él que ansia conocerla, ella que lo mira de nuevo, un poco extrañada, un poco por placer...tal vez, pero repugnada por una personalidad incierta, disfrazada de total jovialidad, mas desconocida.
Y de nuevo él, extasiado siempre de cada detalle, de un atardecer pálido, un anochecer que no cae, pero que se asoma tras de los hombros suaves de ella, y las caderas, y los senos, la blusa holgada y el corpiño, transparente a través del rojo o anaranjado, el contorno después de un par de muslos largos y delgados que sabe llevan al último de los fines, a la consumación de todo su erotismo y todas las conversaciones que no ha tenido con ella, una punta de flecha bajo el ombligo, una flor de almizcle y piel. De nuevo ella, mirándolo, mofándose sin saberlo de sus deseos...apenas conocido y disfrazado por la embriaguez y luego una charla, sin un después, aplastada por un crudo desinterés -falso-, y la necesidad de repetirlo, de enmarcarla en rayos de luz pálida, amarilla, de mirar los ojos marrones, hundidos en manchas rojas, hijas del alcohol, y el cabello, melenudo, rizado...conocerla toda, y sentirse conocido, conocido todo.
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