lunes, 4 de abril de 2016

Cine: El bello Japón y Shakespeare (reseña)

Por: Emilio Jaramillo

Escena de la película Trono de Sangre (Kumonosu-jô, 1957) de Akira Kurosawa


El bello Japón y Shakespeare

Japón ha dejado de ser una curiosidad artística y cultural:
es otra visión del mundo, distinta a la nuestra pero
no mejor ni peor.
Octavio Paz

Uno podría pensar que Japón y el mundo llamado "occidental" no tuvieron similitudes sino hasta su apertura en el período Meiji. Sin embargo, al revisar la historia nos damos cuenta de que el medioevo japonés es muy parecido al medioevo europeo. No solo por el modelo feudal que imperaba en ambos lugares, sino por la figura del guerrero que encarna unos valores nacionales: en Europa estaban los caballeros y en Japón los samuráis. 

Aunque el samurái no haya sido definido como tal hasta el período Edo, exist una casta de guerreros en la edad media que llegaron a encarnar unos valores nacionales que al día de hoy aún se conservan. El término samurái podía emplearse para hablar del Shogún, de los daimios, del Karô y de los rônin, todos guerreros, aunque diferenciados jerárquicamente. Antes del período Edo, se definió al samurái como noble; si bien el término guerrero que se usaba comúnmente en Japón es Bushido, después se establecería que el guerrero sería el samurái, no obstante, se siguió utilizando el bushido.
 
El samurái, que por siglos ha tenido fama por su disciplina, tenía otros valores que se establecerían por la historia de los 47 samuráis. La famosa historia japonesa cuenta que un daimio, a causa de una ofensa, blandió su espada contra Yoshinaka, uno de los altos funcionarios del sogún, lo que constituía un grave delito. Aunque Yoshinaka solo fue herido levemente, al daimio lo condenaron a muerte. Sus rônin, aparentemente sin señor, decidieron vengar el honor del daimio, así que asaltaron la casa de Yoshinaka, lo mataron y decapitaron. Aunque ante el pueblo eran unos héroes que habían defendido el honor de su maestro, dando prueba de la fidelidad al señor a quien servían, ante la ley era un delito por el cual fueron ejecutados. De esta forma, los 47 samuráis establecieron los valores que marcarían a esta élite de guerreros: valentía, honor, fidelidad, trabajo en equipo y respeto a sus compañeros. 

Por todo esto, no nos resulta extraño el hacer la comparación de un samurái con un caballero del medioevo europeo como el Cid campeador. Siempre fiel a su rey y que, a pesar de cualquier improperio, luchó solamente para él. El Cid, como los samuráis, fueron muestra de la importancia de los valores nacionales y, por tanto, proclamados héroes. 

No obstante, ¿qué acontece cuando uno de los mejores guerreros decide sublevarse contra su Señor, por ambición propia? La pregunta nos conduce a pensar en Shakespeare. Varias obras del bardo tocan el tema de lo que la ambición puede causar en el hombre y la transformación que en él genera. Observamos así a un Ricardo III, siendo casi un demonio y matando a cualquiera que se atravesara en su camino al poder; a un Hamlet, Rey de Dinamarca, asesinado por su hermano; y, finalmente, somos testigos del caso que mejor ilustra la ambición descontrolada y el cambio de un guerrero. El perfecto ejemplo de lo que pretendía ser un verdadero caballero: Macbeth. 

Entendiendo que el Japón de la época mostraba similitudes con la Europa feudal, proponer la figura de un Macbeth en la tierra de los samuráis no resulta difícil. Ésta fue la empresa que se propuso Akira Kurosawa al filmar Trono de Sangre; cinta en donde Washizu, un gran samurái que luchó en grandes batallas y las ganó todas junto a su amigo Miki, al volver por el bosque de las telarañas, se encuentra con una bruja que –como en el caso de Macbeth– le dice que se convertirá en el Señor de la Mansión de las Telarañas, aunque finalmente será el hijo de Miki quien herede el trono. 

En Trono de Sangre, podemos ver una de las mejores adaptaciones cinematográficas que se han hecho del Macbeth de Shakespeare por dos razones: la primera, es que conforma y construye una intertextualidad entre dos mundos que en apariencia son lejanos. Si bien las adaptaciones que se han llevado al cine de la obra de Shakespeare son casi siempre hechas por ingleses y fieles a los diálogos originales como las adaptaciones de Kenneth Branagh, de Laurence Olivier, o una de las más recientes: el Coriolano de Ralph Fiennes–, la adaptación japonesa conserva lo esencial de Macbeth aunque el libreto no sea fiel a sus diálogos. 

Así pues, tenemos a un Washizu, con todo el honor, la valentía y la lealtad del samurái japonés, pero que traiciona toda una tradición y cultura cuando atenta contra el respeto al compañero y decide matar a Miki siendo que, como se vio en la historia de los 47 samuráis, la lealtad era sumamente importante. Vemos entonces a un auténtico guerrero que, sin embargo, se deja corromper por la ambición de su esposa Asaji, quien -como Lady Macbeth- dispone de su esposo a su antojo, haciendo entonces que se cumpla la predicción del espíritu que Washizu encontró en el bosque de las telarañas. Así lo anuncia el narrador: “Un hombre fuerte ante la lucha, pero débil ante su mujer". Una Asaji más fría e incluso más fuerte que su equivalente inglesa, pues no seduce a Washizu con la misma discreción de la que hace gala Lady Macbeth cuando exclama: si no eres capaz de perseguir el trono es porque realmente no me amas”, sino que tiene la osadía de dar órdenes directas a Washizu, haciendo que vea como adversario a Miki.

La segunda razón, es que las diferencias entre la obra original y la adaptación de Kurosawa no se perciben tan marcadas en tanto que la cinta cuenta con ritmo y argumento propios, no obstante que no guarda fidelidad absoluta al texto. Consecuentemente, podemos observar que Kurosawa decide prescindir de algunos detalles, alterar otros, y conferir muerte distinta al protagonista. Por ejemplo, en un pasaje del Acto IV de la tragedia original, estando en el bosque, una de tres brujas conjura un espíritu que dice a Macbeth que "no podría ser muerto por ningún hombre nacido de mujer"; profecía que engañosamente se cumple en el Acto V cuando el protagonista muere a manos de un casi resucitado. En cambio, en la escena de la película, Kurosawa hace que el espíritu diga a Washizu que "solo será derrotado si el bosque de las telarañas se mueve"; lo que también se cumple cuando su ejército se subleva contra él y lo mata con una lluvia de flechas.

Nos parece admirable que un país pueda ser tan aparentemente contradictorio como lo es Japón, pues vemos a un Washizu con una vida que parecía tranquila al no estar en batalla, no obstante que era un gran guerrero. Encontramos así que éste era el prototipo de estilo de vida en el Japón medieval: los varones podían ser los más pacientes ciudadanos, pero a la vez, los mejores guerreros. Podían además componer poemas tan bellos como los de Matsuo Basho:

Mirar, admirar
hojas verdes, hojas nacientes
entre la luz solar.

Clara expresión de su admiración por la naturaleza, también demostrada en el arte de la jardinería, como bien explica Yasunari Kawabata en su discurso del nobel. Pero irremediablemente interviene también la espada, pues la disciplina y la paciencia que manifestaban en la jardinería, eran llevadas a la batalla en lo que Mishima denominaría "la armonía de la pluma y la espada", pues en Japón siempre se ha pensado en una armonía entre lo fuerte y lo débil; de ahí el cuento El crisantemo en la roca de Kawabata, o el libro del antropólogo Ruth Benedict El crisantemo y la espada.
 
De esta manera, podemos ver que un país y una cultura con una aparente contradicción entre lo frágil y lo fuerte, no está tan lejana a la cultura llamada "de occidente". Y la mejor muestra de esto es que a Kurosawa le fue posible el crear una intertextualidad entre la historia japonesa y la historia europea. 

3 comentarios:

  1. Una reseña que sin duda va justo al corazón de la obra vista desde los ojos de Kurosawa. Y muy cierto además: el Japón y occidente desde siempre han estado más cerca de lo que creémos, de ahí que la tecnologización japonesa no cause de hecho el asombro que debiera.
    Muy buen trabajo, caballero Jaramillo.

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  2. He mirado la adaptación de Kurosawa y se me hizo genial, pero ahora esta reseña me ayuda a comprender mejor las similitudes y diferencias para con el original shekespereano.

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  3. No he visto la película, pero la reseña me obliga a conseguirla. Gracias!

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