viernes, 30 de diciembre de 2016

Música: Seis álbumes que nos dejó (para siempre) el 2016

Por: Matheus Kar

Hablo de álbumes porque hablo de música. Hoy ya no se escuchan álbumes, hoy ya solo se escuchan sencillos o descargas o grandes éxitos. Es difícil que alguien le dedique una o dos horas a un álbum, a una recopilación con un sentido o tema único. Hoy trato de rescatar seis grandes álbumes que el 2016 nos ha dejado. Álbumes completos, unificados, con un tema que enlaza cada una de las canciones que los compone. Álbumes que, espero, le ganen el pulso al olvido.



Blackstark, de David Bowie


    Después de cuatro años de silencio discográfico (eso sí, sin contar los recopilatorios), Bowie lanza el ocho de enero Blackstar. Un álbum ambiguo, incluso sencillo. El hecho de que la portada fuera una estrella negra sobre un fondo blanco impresionó a muchos y decepcionó a bastantes otros. Pero en dos días todo puede cambiar. El diez de enero fallecería David Bowie, a menos de cuarentaiocho horas de que lanzará, sin que lo supiéramos, su última colección de canciones. Ahora todo parecía tener sentido: la estrella negra, las canciones Lazarus y Blackstar con ritmos de jazz. Ahora ya nadie ponía en duda la estética de Bowie. Hizo lo que siempre había hecho, visualizar el futuro, las posibilidades, poner un pie en la sombra, en lo inexplorado. Tal parece que Bowie rompió el silencio solo para adentrarse en uno más profundo. Menos mal tenemos sus álbumes, que ya rebasan los cincuenta. Bowie nos entregó una obra maestra, como el resto de sus piezas. Bowie, genio. Bowie, visionario. No nos alcanzará la vida para comprenderlo; cada vez que lograba ser bueno en algo, rápido lo abandonaba para aventurarse en otra cosa. Creo, después de tantos años de escucharlo, que a Bowie no hay que entenderlo: hay que disfrutarlo.



A Pool Shaped Moon, de Radiohead



    Si hay una banda a la que hay que darle el premio a la mejor música para ambientar ascensores, esa es Radiohead. Y estoy seguro que sería un premio serio y limpio en comparación con los Grammy o los Sony. Y es que muchas cosas buenas y sensatas suceden en estas pequeñas cajas que tienden a elevarse, los ascensores. En un ascensor podes dar tu primer beso, podes conocer al amor de tu vida (si es que lo hay), podes idear un modelo filosófico o rediseñar la tabla periódica de elementos. Dudo que estas cosas puedan darse con otros géneros. A veces no entiendo a los fans que piden más álbumes como el Pablo Honey o  el Ok Computer. Si alguien quiere escuchar otro álbum como esos, en lugar de haberse comprado una copia se hubiera comprado dos. Thom Yorke y compañía vuelven con un repertorio magnifico. Tal parece que la madurez les ha abordado en buen momento. El tempo de las canciones es lento como los años. La voz de Tom Yorke emerge entre la sinfonía de guitarras eléctricas y bajos para hacernos unas cuantas preguntas y después regresar a su oscuridad intermedia; luego nos queda esa melodía sinfónica, pensada para la introspección y la clarividencia. Porque qué es un álbum de Radiohead sino la superficie donde la consciencia se sumerge. Radiohead, de nuevo, nos regala un momento con nosotros mismos, alejados del ruido, del mundo que bien puede vivir sin nosotros por unas horas.



Skeleton tree, de Nick Cave & The Bad Seeds


   Grandes obras de arte han sido resultado del dolor y de la sublimación de este. Ahí tenemos el Blood on the Tracks, de Bob Dylan, y el Honestidad Brutal, de Andrés Calamaro. Cuando hace poco leí que el hijo de Nick Cave había muerto, lo primero que pensé, en mi morbosidad humana, es que de seguro se venía un gran álbum. Pero no fue así, y tampoco me decepciona. Nick hizo del dolor, si es que se le puede rastrear, un arquetipo y lo plasmó en ese bello y obscuro álbum que es Skeleton Tree. Según parece, los artistas más inteligentes se están dedicando, sin siquiera ponerse de acuerdo, a fabricar, como el artesano, álbumes intimistas y cantados al oído, contrario a todo ese ruido que se produce, como en las maquilas, en grandes compañías multinacionales. El ideal de todo artista es arrastrar a su público hasta su consciencia, por muy obscura que esta esté. Nick Cave lo ha logrado y no pide reconocimientos. Es un insulto y una obviedad darle un aplauso por algo que siempre se propuso. Igual, yo lo hago.




You Want It Darker, de Leonard Cohen



   Más cerca del spoken word que de los escenarios, Leonard Cohen alcanza el canto del pájaro y el sol abrasador de la mañana. Leonard Cohen se alza sobre la música y su figura, ya inminente, es cálida incluso cuando es fría. Su voz añejada es un vino destilado con sabiduría en los oídos de su público. Lo escucho y lo siento. Lo oigo y lo veo.  Leonard no es de los que graba álbumes para ambientarlos en escenarios o en bocinas. No, Leonard se encierra en tu habitación, saca su guitarra y te suelta su mejor repertorio, que no es poco. Lástima que se fue y que ya no hará más canciones, que ya son muchas pero no suficientes. Leonard, profeta y amigo, bohemio de lo ignoto en temas que ya conocemos pero que no nos atrevemos a ver desde otro punto de vista. Cohen revisita la oscuridad, ese tema que tejió y destejió tantas veces y en el que ahora se ha perdido, no sin un mapa, no sin una luz; espero, como esperan muchos, que todo eso que nos muestra en sus canciones también le sirva en el más allá, que tan cercano tenemos en sus letras.



Post Pop Depression, de Iggy Pop



    Para empezar, ¿qué es Iggy Pop? Iggy Pop es lo que David Bowie rescató un día setentero entre la basura de las drogas para después llevárselo a Berlín y grabar dos de los más grandes álbumes que se pudieron producir el siglo pasado (Lust for Life y The Idiot). De ahí Pop hizo, o está haciendo, una carrera magnifica. Post Pop Depression es el resultado de la unión entre el batería de la banda británica Arctic Monkeys, Matt Helders, el bajista y teclista Dean Fertita, el fundador del grupo de rock Queen of the Stone Age, Josh Homme, y esa leyenda que es Iggy Pop. El álbum roza los mejores años de influencia que Bowie pudo tener sobre Pop, desentrañando temas como el sexo y la muerte, con letras llenas de rabia y elegancia. ¿Punk, rock de garaje, música alternativa? Qué importa: es Iggy Pop y nada más. El mensaje es claro: el rock está vivo y no está viejo, está naciendo alto y fuerte entre un montón de florecitas millennials de talento arrugado.



Volumen 11, de Andrés Calamaro



    El Volumen 11 trae 19 cortes. Y digo cortes porque cuando hablamos de Calamaro,  nuestro Salmón, hablamos de heridas. Esta vez Calamaro deja de cantarle a su tristeza y decide cantarle a una tristeza más grande: la nuestra. Más social, más extrovertido (que estoy seguro le resulta un gran esfuerzo), el Salmón regresa con una nueva colección de canciones, reciclando los géneros a los que ya ha dedicado tantos álbumes (blues, tango, soul, rock), rehaciendo los esquemas que ya muchas veces ha deshecho. Si hay algo de Calamaro que me gusta, es que nunca se repite. Bien pudo volver a hacer Alta Suciedad una y mil veces. Honestidad Brutal otras dos mil. Pero no, Calamaro piensa en su público y en la música y les da diversidad. Cualquiera que escuchara el Volumen 11 pensaría que son unas maquetas o un recopilatorio de material inédito que no pasó de la primera toma. Todo lo contrario, Calamaro, al igual que Picasso, va reduciendo la forma y acrecentando el estilo, para, de forma sencilla, entregarnos las semillas del árbol que puede llegar a crecer en nosotros. Recuerden que una obra de arte jamás nos llegará a decir lo que el artista piensa sino lo que realmente la obra dice.



Sobre el autor:


Matheus Kar (Guatemala, 1994), ha sido nombrado mención honorifica en el certamen Mi ciudad en 100 palabras, que organizó la municipalidad de Guatemala en 2014. Colabora en el evento literario Poetry Slam Guatemala. Formó parte del evento multidisciplinario Off Virtual Test.  Ganó el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía "Canto de Golondrinas" 2015. Mención honorifica en el certamen Cantos de Trova (2015). Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), organizado en Antigua Guatemala. Premio Editorial Universitaria "Manuel José Arce" (2016). Ha formado parte de las antologías Frente al Silencio (Palo de Hormigo, 2014), Si la sangre fuera Ambrosía (Los Zopilotes, 2016), Cuentos Bien Trulis (Chuleta de Cerdo, 2016). Ha publicado Asubhã (poesía; Editorial Universitaria, 2016). 

2 comentarios:

  1. Excelentes recomendaciones y además muy bien fundamentadas. El autor del artículo sabe de qué van las cosas.

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