Hablo de álbumes porque hablo de música. Hoy ya no se escuchan álbumes, hoy ya solo se escuchan sencillos o descargas o grandes éxitos. Es difícil que alguien le dedique una o dos horas a un álbum, a una recopilación con un sentido o tema único. Hoy trato de rescatar seis grandes álbumes que el 2016 nos ha dejado. Álbumes completos, unificados, con un tema que enlaza cada una de las canciones que los compone. Álbumes que, espero, le ganen el pulso al olvido.
Blackstark, de David Bowie
A Pool Shaped Moon, de Radiohead
Si hay una banda a la
que hay que darle el premio a la mejor música para ambientar ascensores, esa es
Radiohead. Y estoy seguro que sería un premio serio y limpio en comparación con
los Grammy o los Sony. Y es que muchas cosas buenas y sensatas suceden en estas
pequeñas cajas que tienden a elevarse, los ascensores. En un ascensor podes dar
tu primer beso, podes conocer al amor de tu vida (si es que lo hay), podes
idear un modelo filosófico o rediseñar la tabla periódica de elementos. Dudo que
estas cosas puedan darse con otros géneros. A veces no entiendo a los fans que
piden más álbumes como el Pablo Honey
o el Ok
Computer. Si alguien quiere escuchar otro álbum como esos, en lugar de
haberse comprado una copia se hubiera comprado dos. Thom Yorke y compañía vuelven
con un repertorio magnifico. Tal parece que la madurez les ha abordado en buen
momento. El tempo de las canciones es lento como los años. La voz de Tom Yorke
emerge entre la sinfonía de guitarras eléctricas y bajos para hacernos unas
cuantas preguntas y después regresar a su oscuridad intermedia; luego nos queda
esa melodía sinfónica, pensada para la introspección y la clarividencia. Porque
qué es un álbum de Radiohead sino la superficie donde la consciencia se
sumerge. Radiohead, de nuevo, nos regala un momento con nosotros mismos,
alejados del ruido, del mundo que bien puede vivir sin nosotros por unas horas.
Skeleton tree, de Nick Cave & The Bad Seeds
Grandes obras de arte
han sido resultado del dolor y de la sublimación de este. Ahí tenemos el Blood on the Tracks, de Bob Dylan, y el Honestidad Brutal, de Andrés Calamaro. Cuando
hace poco leí que el hijo de Nick Cave había muerto, lo primero que pensé, en
mi morbosidad humana, es que de seguro se venía un gran álbum. Pero no fue así,
y tampoco me decepciona. Nick hizo del dolor, si es que se le puede rastrear,
un arquetipo y lo plasmó en ese bello y obscuro álbum que es Skeleton Tree. Según parece, los
artistas más inteligentes se están dedicando, sin siquiera ponerse de acuerdo,
a fabricar, como el artesano, álbumes intimistas y cantados al oído, contrario
a todo ese ruido que se produce, como en las maquilas, en grandes compañías multinacionales.
El ideal de todo artista es arrastrar a su público hasta su consciencia, por
muy obscura que esta esté. Nick Cave lo ha logrado y no pide reconocimientos. Es
un insulto y una obviedad darle un aplauso por algo que siempre se propuso. Igual,
yo lo hago.
You Want It Darker, de Leonard Cohen
Más cerca del spoken word que de los escenarios,
Leonard Cohen alcanza el canto del pájaro y el sol abrasador de la mañana. Leonard
Cohen se alza sobre la música y su figura, ya inminente, es cálida incluso
cuando es fría. Su voz añejada es un vino destilado con sabiduría en los oídos de
su público. Lo escucho y lo siento. Lo oigo y lo veo. Leonard no es de los que graba álbumes para
ambientarlos en escenarios o en bocinas. No, Leonard se encierra en tu
habitación, saca su guitarra y te suelta su mejor repertorio, que no es poco. Lástima
que se fue y que ya no hará más canciones, que ya son muchas pero no
suficientes. Leonard, profeta y amigo, bohemio de lo ignoto en temas que ya
conocemos pero que no nos atrevemos a ver desde otro punto de vista. Cohen
revisita la oscuridad, ese tema que tejió y destejió tantas veces y en el que
ahora se ha perdido, no sin un mapa, no sin una luz; espero, como esperan
muchos, que todo eso que nos muestra en sus canciones también le sirva en el
más allá, que tan cercano tenemos en sus letras.
Post Pop Depression, de Iggy Pop
Para empezar, ¿qué es Iggy
Pop? Iggy Pop es lo que David Bowie rescató un día setentero entre la basura de
las drogas para después llevárselo a Berlín y grabar dos de los más grandes álbumes
que se pudieron producir el siglo pasado (Lust
for Life y The Idiot). De ahí Pop
hizo, o está haciendo, una carrera magnifica. Post Pop Depression es el resultado de la unión entre el batería de
la banda británica Arctic Monkeys, Matt Helders, el bajista y teclista Dean
Fertita, el fundador del grupo de rock Queen of the Stone Age, Josh Homme, y
esa leyenda que es Iggy Pop. El álbum roza los mejores años de influencia que
Bowie pudo tener sobre Pop, desentrañando temas como el sexo y la muerte, con
letras llenas de rabia y elegancia. ¿Punk, rock de garaje, música alternativa? Qué
importa: es Iggy Pop y nada más. El mensaje es claro: el rock está vivo y no
está viejo, está naciendo alto y fuerte entre un montón de florecitas millennials de talento arrugado.
Volumen 11, de Andrés Calamaro
El Volumen 11 trae 19 cortes. Y digo cortes porque cuando hablamos de Calamaro,
nuestro Salmón, hablamos de heridas. Esta
vez Calamaro deja de cantarle a su tristeza y decide cantarle a una tristeza
más grande: la nuestra. Más social, más extrovertido (que estoy seguro le
resulta un gran esfuerzo), el Salmón regresa con una nueva colección de
canciones, reciclando los géneros a los que ya ha dedicado tantos álbumes (blues,
tango, soul, rock), rehaciendo los esquemas que ya muchas veces ha deshecho. Si
hay algo de Calamaro que me gusta, es que nunca se repite. Bien pudo volver a
hacer Alta Suciedad una y mil veces. Honestidad Brutal otras dos mil. Pero no,
Calamaro piensa en su público y en la música y les da diversidad. Cualquiera que
escuchara el Volumen 11 pensaría que
son unas maquetas o un recopilatorio de material inédito que no pasó de la
primera toma. Todo lo contrario, Calamaro, al igual que Picasso, va reduciendo
la forma y acrecentando el estilo, para, de forma sencilla, entregarnos las
semillas del árbol que puede llegar a crecer en nosotros. Recuerden que una
obra de arte jamás nos llegará a decir lo que el artista piensa sino lo que
realmente la obra dice.
Sobre el autor:
Matheus Kar (Guatemala, 1994), ha sido nombrado mención honorifica en el certamen Mi ciudad en 100 palabras, que organizó la municipalidad de Guatemala en 2014. Colabora en el evento literario Poetry Slam Guatemala. Formó parte del evento multidisciplinario Off Virtual Test. Ganó el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía "Canto de Golondrinas" 2015. Mención honorifica en el certamen Cantos de Trova (2015). Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), organizado en Antigua Guatemala. Premio Editorial Universitaria "Manuel José Arce" (2016). Ha formado parte de las antologías Frente al Silencio (Palo de Hormigo, 2014), Si la sangre fuera Ambrosía (Los Zopilotes, 2016), Cuentos Bien Trulis (Chuleta de Cerdo, 2016). Ha publicado Asubhã (poesía; Editorial Universitaria, 2016).
Excelentes recomendaciones y además muy bien fundamentadas. El autor del artículo sabe de qué van las cosas.
ResponderBorrarMuy buena entrada. Recomendadísima.
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