Después
de la Primera Guerra Mundial, Alemania se encontraba sumergida en uno de los
momentos económicos y sociales más críticos de su historia. Sin embargo, dentro
del arte, y en particular respecto a la música, se iría presentando una nueva
época que distinguió a uno de los más grandes directores de todos los tiempos,
Wilhelm Furtwängler, que para algunos reunía las similitudes de la
espontaneidad mostrada por Hans Von Bülow (el director preferido de Richard
Wagner y quien le habría estrenado sus grandes óperas) y la improvisación
exacta de Arthur Nikish, su antecesor en la Filarmónica de Berlín.
Furtwängler,
hijo de un profesor de arqueología, nace en Berlín el 25 de enero de 1886. A la
edad de siete años empezó a componer y, al poco tiempo, a estudiar música en
forma más intensa en Münich, primero como alumno del famoso pedagogo alemán
Joser Rheinberger y, posteriormente, con el director y compositor Max Von
Schillings. Hacia 1906 se desempeñó como maestro asociado en Berlín y dirigió
en Münich, a la edad de veinte años, la Novena Sinfonía de Anton Bruckner.
Después de convertirse en director del Coro de Zürich, regresó a Münich y viajó
a Estrasburgo, en Francia, donde Hans Pfizner lo contrató como director
titular. A su vez, tomó el cargo en la Sociedad Filarmónica de Lübeck, mientras
que en Mannheim sustituyó a Arthur Bodansky, convirtiéndose en Kapellmeister de
la Corte. En 1920 participa en los conciertos de la Ópera de Berlín y, dos años
más tarde, su fama era tan grande que sustituye definitivamente a Nikish en la
dirección de la Gewandhaus de Leipzig y la Filarmónica de Berlín. En ese
tiempo, su reputación como intérprete del repertorio alemán del siglo XIX,
se había difundido en todo el mundo y, como resultado de ello, a lo largo de dieciséis
años, fue director huésped de las orquestas de mayor prestigio en el mundo,
incluidas las del Continente Americano.
Durante
esas giras dirigió a prestigiados conjuntos, tales como la Filarmónica Real, la Orquesta del
Concertgebouw de Ámsterdam y la Filarmónica de Nueva York, donde después de una
serie de presentaciones sucesivas, llevadas a cabo entre 1925-27, se le ofreció
un lugar permanente en el podio, que declinó por hallarse ya comprometido con
Berlín. Asimismo, Félix Paul Weingarner le sugirió hacerse cargo de la
Filarmónica de Viena, cosa que Furtwängler aceptó con mucho gusto. En 1931 fue
invitado a participar en el Festival de Bayreuth, junto con Arturo Toscanini y,
dos años después, obtuvo el nombramiento de director musical de la Ópera de
Berlín.
Por continuar trabajando en Alemania y Austria durante la Segunda Guerra
Mundial dirigiendo la Orquesta del Reich, fue acusado de propugnar ciertas
simpatías hacia Hitler y el Tercer Reich y, por ello, durante un breve periodo
compartió la dirección titular de la Filarmónica de Berlín con el entonces joven
rumano Sergiu Celibidache, que siempre respetó la prestancia y profunda
sensibilidad del maestro alemán. Al terminar la guerra, los aliados le
enjuiciaron acusándolo de inclinaciones nazis. No obstante que fue absuelto de
cualquier cargo y sospecha, se le prohibió seguir dirigiendo en Alemania, por
lo que Furtwängler tuvo que volcar entonces su intensa actividad con
presentaciones en Salzburgo, Lucerna, Milán, París, Londres, Río de Janeiro y
Buenos Aires. Finalmente, estableció su residencia en Suiza, componiendo, y
falleció debido a una neumonía en Baden-Baden el 30 de noviembre de 1954, a los
68 años de edad. Sus restos fueron depositados en un cementerio cercano a Heidelberg.
Entre
sus obras, se encuentran tres sinfonías muy apegadas a la esencia bruckneriana,
música coral, de cámara, canciones y una obertura. Como director de orquesta, Furtwängler
personificaba al espíritu del romanticismo en la música, difundiendo la obra de
Schubert, Brahms, Schumann, Bruckner y Wagner, pero también la de algunos
otros compositores modernos interesantes como Blacher, Korngold, Fortner, Hindemith y
Richard Strauss. Este es el primer elemento y tal vez el más importante que
debe recordarse acerca de sus interpretaciones, ya que su sobria naturaleza no era sólo romántica, sino inmensamente apegada a su patria.
Una ejecución
suya era, en esencia, espontánea en tanto que no creía en teorías ni sistemas
de interpretación; la partitura le era una especie de gráfica producida por la
personalidad creativa del compositor, como algo que solamente podía venir y ser
iluminada desde adentro a través de una compenetración y consubstanciación autor-intérprete. Por ello, algunas veces parecía contravenir la letra de una
partitura o alterar los ritmos de una obra. Lo hacía porque estaba sintiendo el
camino al corazón y profundo sentimiento del compositor, comprobando siempre
con todo su legado y honda sensibilidad el subyacente espíritu que sólo forma
parte de la música. El berlinés, luego entonces, lo presentaba como una especie
de rito emocional, donde era incapaz de desprenderse de la responsabilidad de
interpretación personal y así estar totalmente satisfecho con un concepto lleno
de perfección sonora.
Así
fue el gran Wilhelm Furtwängler. Estaba tan impregnado con el espíritu de la
música alemana del siglo XIX, que su personalidad atrayente contenía rasgos
derivados de esa fuente y, por esta razón, parecía estar probando constantemente el
sentido más intrínseco de la armonía y tonalidad. Se adueñaba de un cambio
armónico o de una modulación rica en colores y la moldeaba con un significado y
una fresca elocuencia. Gracias a él, una obra tendía a desdoblarse de acuerdo a
una percepción interna de su propia comunicación, que en ocasiones se
preguntaba hacia dónde se dirigía, pero invariablemente colocaba un énfasis
particular en cada episodio que no podía perderse a la vista del todo, mostrando
un amplio conocimiento de la interpretación musical que nadie más nos puede ofrecer.
Excelentes datos. Me agrada que demuestres tu pasión por la música clásica.
ResponderBorrar¡Pero qué gran artículo! Soy melómano hasta las cachas y el gran Fürt ha sido de mis caballos de batalla en Beethoven y Bruckner. A veces algo contradictorio y con un estilo nervioso, pero un gran intérprete del repertorio alemán tradicional. Me gusta mucho la manera en que el que escribe desarrolla el tema. ¡Impecable!
ResponderBorrar¡Pero qué buen artículo! Por mi padre, supe del gran Fürt, pero con el devenir de la tecnología y los métodos de grabacion modernos me dacanté por tal vez lo moderno. Tiempo de regresar a lo que de verdad vale la pena.
ResponderBorrarRecomendado al 100. Muy bien.
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