sábado, 19 de marzo de 2016

Música: Nikolaus Harnoncourt... In memoriam

Por: Uriel Delac


Nikolaus Harnoncourt (6 de diciembre de 1929 - 5 de marzo de 2016) 

Recuerdo haber asistido un par de veces a las presentaciones de Nikolaus Harnoncourt en Europa. La primera vez fue en 1996, cuando becado por la Universidad Nacional Autónoma de México, tuve la oportunidad de verlo dirigir el Don Giovanni mozartiano en el soberbio Teatro de la Ópera de Zürich. Y una segunda, que sucedió al año siguiente, durante un concierto en la Gran Sala del Koninklijk Concertgebouworkest-Amsterdam, en donde el Maestro daría vida nueva a una magnífica Tercera de Bruckner. En ambas ocasiones, puntual como era de esperarse, subió al podio un tipo alto, delgado, de gesto adusto y mirada penetrante. Apenas sonrió cuando los aplausos le dieron la bienvenida; no obstante, y de manera paradójica, también se alcanzaba a adivinar a un hombre lleno de humor.  No podía ser de otro modo: el gran Director vienés aunque nacido en Berlín por mera circunstancia estaba sin duda inmerso en su mundo plagado de notas y pentagramas, de bromas y tragedias musicales. En cuanto arrancaron los conciertos, su mirada se volcó agresiva, incluso me atrevería a decir que paranoica, pero también algo jocosa porque para él la música era divertidamente seria.

Nacido en 1929 en el seno de una familia aristocrática, el conde Nikolaus de la Fontaine y de Harnoncourt-Unverzagt comenzó su carrera musical como chelista en la Orquesta Sinfónica de Viena, y a poco andar se dio cuenta que necesitaba algo más. Arrancando de Karajan mal necesario de la dirección orquestal inició un nuevo camino. Se casó con Alice, eterna violinista en sus producciones, y en 1953 fundaron el Concentus Musicus Wien, un conjunto de cámara para probar y desarrollar sus nuevas ideas. Harnoncourt había terminado la universidad y puso a disposición del conjunto su -en ese momento- discreta colección de instrumentos antiguos.
Harnoncourt, en sus tiempos como chelista en la Sinfónica de Viena
El rigor e ímpetu con que comenzaron a trabajar fue notable desde el comienzo y así lo hizo saber el público, la crítica y las casas discográficas, que quisieron tener al director y su orquesta entre sus filas. Renacimiento y barroco forjaron las primeras armas del conjunto, mientras el director se convertía en autor y ponía en letras lo que pensaba. Musik als Klangrede ("La música como discurso sonoro") fue su primera publicación, que abriría una ventana insospechada en la interpretación de música antigua. De esta época y fruto de estas nuevas ideas, son los documentos videográficos en los que podemos verlo y oírlo no en la posición de director tradicional que conocemos
situado físicamente al frente de la agrupación, sino en una muy adelantada a su época y que hoy en día cobra más fuerza que nunca: siendo parte del grupo.

En 1971 debutó en la ópera de Zürich con Il ritorno d’Ulisse in Patria ("El retorno de Ulises a su patria") de Monteverdi, causando la admiración de público y especialistas. La asociación con Jean Pierre Ponnelle duró por décadas y se extendió luego a las otras óperas de Monteverdi y de Mozart. Al año siguiente uno de sus legados para la humanidad: la integral de las cantatas de J. S. Bach con su CMW y el Tölzer Knabenchor, imbatible coro de niños dirigido por Gerhard Schmidt-Gaden, en codirección de Gustav Leonhardt.
Durante un concierto frente al CMV
Muchos lo intentaron después, pero nadie logró la frescura, brío e incluso estética violencia de Harnoncourt en la interpretación de las cantatas, que según sus propias palabras son la esencia de la obra de Bach (Harnoncourt, 1984). Luego, en 1972 comenzó a dar clases formalmente en el Mozarteum de Salzburgo haciendo un rescate sobre como debieron haber sido las interpretaciones originales de las obras a las que se refería. Un nuevo Bach y un nuevo Mozart, tal vez mas austeros, pero sin duda también más impactantes, empezaron tímidamente a hacer acto de presencia en las salas de concierto de todo el mundo dejando atrás la idea de que mientras más grande el aparato orquestal y más grande los coros, mejores cosas podían obtenerse.

Las décadas entre 1975 y 1995 fueron de éxitos internacionales y reconocimiento para él. Dirigió a las orquestas del Concertgebouw de Amsterdam, Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, de Cámara de Europa —con esta última grabó un recordado ciclo de sinfonías de Beethoven— y fundó su amado festival Styriarte en Graz, su ciudad natal.
Frente a la Koninklijk Concertgebouworkest de Amsterdam
Grabaciones de ciclos de sinfonías de Schubert y Brahms
—de quien además grabó el Requiem—; óperas de Wagner y Schumann; las pasiones, la misa y los Brandenburgische Konzerte de Bach; y las Vespro della Beata Vergine de Monteverdi, lo llevaron a la cúspide de la interpretación históricamente informada de la música. El año 1994 recibió el premio Polar, que es considerado el Nobel de la música, y a partir de ese año comenzó a explorar nuevos repertorios en Bartók, Dvorák, Bruckner y Berg. Su legado más importante fue que lo hizo siempre manteniendo el ímpetu de ser fiel a las intenciones originales del compositor y tratando de interpretar la música en su absoluto mérito.
Durante un concierto en la Wiener Musikverein de Viena
En este sentido, Harnoncourt otorgó a todos los directores un nuevo paradigma para leer las partituras, para escudriñarlas mejor. En 2001 y 2003 fue invitado a dirigir el célebra y tradicional
Neujahrskonzert en Viena y lo volvió a hacer... Incluso ahí, donde menos se podría esperar algo nuevo, Harnoncourt se las arregló para ofrecer el concierto acomodándose a su estilo: versiones originales de algunas obras y su característica manera de interpretar otras, llenas de acentos, silencios agógicos, frases largas y contundentes y extremos dinámicos. Nunca faltó el humor en estos conciertos tampoco. Mientras tanto, grabó el Requiem de Verdi en una colosal versión y se atrevió con Carmen, Aida y Porgy and Bess.

Su libro Der musikalische Dialog ("El diálogo musical") sigue siendo lectura obligada para los músicos y es utilizado en las clases de los conservatorios del mundo por su alto valor en la búsqueda de un sonido original y la belleza estética y casi filosófica de la música. Nikolaus Harnoncourt nunca dejó de buscar los orígenes del fraseo, de los tempi y la orquestación en cada compositor y cada obra; no en un afán de museo, de recordar lo bello que fue el pasado, si no con el firme convencimiento que esa música, interpretada de la manera correcta es fuente de creatividad e interés.
"Nosotros -todos los músicos- hablamos un poderoso lenguaje sagrado."
Esa actitud respecto de la música histórica -es decir, no traerla al presente, si no trasladarse uno mismo al pasado- es síntoma de la pérdida de una música actual verdaderamente viva. Traigamos entonces la música al presente (Harnoncourt, 1982). Un indicativo de su pensamiento lo podemos observar en la manera como intitulaba cada una de sus presentaciones y grabaciones: Mozart´s Instrumental Oratorium, para referirse a las últimas tres sinfonías de ese autor, las que hacía sonar de manera sorprendente, inimaginada, con mayor belleza y entendimiento; además de haber dado a conocer otras obras prácticamente desconocidas, como la partitura de Ignaz Franz von Mosel Timotheus oder die Gewalt der Musik ("Timoteo ó el poder de la música"), Grosse Kantata nach Handels Das Alexander-Fest ("Gran Cantata a partir de La Celebración a Alejandro, de Handel"); o bien los celebérrimos Conciertos de Brandenburgo de Bach, que suenan de manera muy diferente a la conocida hasta entonces, bajo el bello y elocuente título de Concertos Avec Plusiers Instruments ("Conciertos con Instrumentos Varios").

El pasado 5 de diciembre, el director de orquesta Nikolaus Harnoncourt anunciaba su retirada; sus facultades físicas (como él las definió) no estaban ya en condiciones de continuar los conciertos que tenía programados. Y sólo 3 meses después Alice Harnoncourt su ahora viuda comunicaba la triste noticia:
“El 5 de marzo de 2016, Nikolaus Harnoncourt falleció serenamente rodeado de su familia.
La pena y el agradecimiento son grandes.
Ha sido una relación maravillosa".

Ha muerto un gigante y con él termina una era, la de los grandes que cambiaron la manera de pensar, interpretar y amar la música. Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir. Funja su frase a manera de epitafio.




3 comentarios:

  1. Mi amigo Uriel(o Angelus, como acostumbrabas firmarte): pero qué deliciosa entrada a la memoria de uno de los más grandes Maestros que el mundo recuerde!
    Hace algún tiempo tuve la oportunidad de verlo dirigir un emblemático Réquiem verdiano nada menos que la Concertgebouw, y el impacto que me causó solo es igualado con aquel de cuando ví al Maestro Karajan en el último de sus conciertos en Viena.
    Con Harnoncourt se cierra toda una época. Cierto que aún está el maravilloso Haitink, pero hablamos de mundos distintos.
    La gran época se nos está llendo, y ahora solo toca esperar que Directores como Chailly, Petrenko, Thielemann y Gergiev tomen para sí el compromiso que han dejado los verdaderos grandes del podio.
    Recibe el más cordial de los saludos y sigan adelante con tan admirable blog.

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  2. De nuevo, otra maravillosa entrada! De verdad que es uno de los mejores blogs que conozco!

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  3. Me gusta mucho la Cantata 147 de Bach dirigida precisamente por Harnoncourt. También el tratamiento que da a Mozart.

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