martes, 1 de marzo de 2016

Literatura: Los poetas del Muro de Berlín

Por: Daphy





El 9 de noviembre de 1989 sucedía lo impensable: el muro de Berlín caía tras 28 años de haber sido construido, provocando la euforia de los alemanes y de ciudadanos de otras partes del orbe que se enteraban de los sucesos a través de los cables de noticias o imágenes trasmitidas por satélite. A partir de entonces, el mundo, asombrado, empezó a conocer lo que había del "otro lado". Lejos de las propagandas anti-comunistas orquestadas por los estadounidenses, se dejaron ver ciudades perfectamente planificadas y sociedades con modos de pensar aún mas libres que las pretendidas por el "sueño americano". Se descubrían también artistas plásticos, poetas y músicos de altísimo nivel que con facilidad hacían palidecer a los del "mundo libre".

En el ámbito literario germano se dieron a conocer poetas vinculados con la caída del Muro de Berlín, y en consecuencia con la noción consciente de haber sido en algún momento alemanes del Este o del Oeste. Poetas fuertes y en general intensos, aunque con preocupaciones, intereses y tesituras poéticas muy distintas; a veces unidos más por una suerte de común rebeldía gramatical en la que evitan por ejemplo el uso de mayúsculas, tan importante en su lengua, que por algo que, al menos aparentemente, pudiera acercarse a una tendencia. El espectro temático abarca desde el regreso o fuga a un costumbrismo ajeno a lo urbano, un alucinado intimismo, retratos de personajes de la historia, y, en ciertos momentos, como un velado hilo conductor, alguna alusión a esa Berlín amada y sin embargo tan desgastada por ser el epicentro de dos mundos distintos.

Proponemos ahora la lectura de siete poetas por demás representativos del momento presente en cuanto a la creación de poesía en Alemania. Ellos son: Kathrin Schmidt, Jan Wagner, Marion Poschmann, Durs Grünbein, Marcel Beyer, Monika Rinck y Volker Sielaff, con una brevísima muestra del trabajo de cada uno. 



Kathrin Schmidt  (Gotha, 1958)

Go-in de las belladoñas

en la embriaguez de berlín hay rumores: desparramada,
fuera de sí, practica maromas la lengua. quien hoy domine una ruta del metro,
mañana tendrá buen reír. quien hoy derrote por votos a un banco, mañana
desnudo no andará. la voz del filtro sisea desde los edificios:
déjate, oh, succionar por completo ante el pasaje hacia la impertinencia,
hacia el estatus de achichincle. belladoñas al pianoforte
en la filarmonía, belladoñas en el pub y en el frenesí de compras, belladoñas
como dispensadoras de limosnas en los trenes, belladoñas entre las sábanas. si alguna no ladra,
se le toma de inmediato por el perro que calla con persistencia,
al que se alimenta de compasión. ella así jamás será realmente parte
del ladrido con que embelesan doñas. la caída desde el teclado
parece un decreto interior, un leve estrabismo del género.
en lenguaje indiscutible primavera significa: sobrevive un animal.
de las primaveras tiene la mujer una o dos, según su piel
y vellosidad. ponte atropina en el párpado y se te concederá vivir
las contingencias que te sobrevienen: el consuelo de la ciudad, del crucerograma vial
imposible de resolver. tampoco los sectores
intentan entre sí el acto masculino.
en el barandal del puente de oberbaum hay pegada, cuando cambio de épocas a pie,
una mosca ya reseca – por desgracia ignoro cómo deben verse
los insectos vueltos momia, sólo lo imagino y la raspo a que caiga
en la mugre, que por lo menos yace en el suelo con honestidad: pobre vieja
y piel que se escama y renueva, como si al anfibio debajo
ya no le diera igual ahora, en la claroscura afectación con que se da importancia.
desde sus ojos las belladoñas balacean el río,
que nunca estuvo preparado para llamarse el spree, como a ti
te confía verosímil si le preguntas. conviene que al hacerlo te quites con ceremonia
ese sombrero sobrecargado y te pases directo a la garganta
el trago que da información. no orlan amarilis
la vereda a las viviendas desde donde ondean canciones
de batista de amas de casa. hombres cual cachalotes expelen ámbar-gris
de sus intestinos al aire sellado. si acudo pronto
a un curso de respiración, en vez de alivio me debe florecer: la convulsión del esfínter.
en su ceño recortado doña rana porta hoy deseos terribles.
los alcaloides se hicieron femeninos en este siglo
y nos dan caza por todo el sueño que lleva a la belleza.
belladoñas al pianoforte en las clases medias, belladoñas
en fonda y supermercado, belladoñas con estatus de achichincle. el tarro de impertinencia
relleno de ámbar-gris, para que el último deseo masculino salga aún de su horno.
Cachalote en el cenagal spree, barco de batalla en el efluvio de intestinos
del pueblo citadino: eso es lo que sale cuando bellas doñas desde arriba
pretenden tan solo ladrar que berlín es una delicia. con tímidos pasos
una mujer redonda cual moneda atraviesa en friedrichshagen por debajo del agua.
eso es más todavía de lo que jesús de nazaret en aquellos tiempos
probó por encima, pienso. y hago
la inclinación a las inclinaciones, la flexión a las genuflexiones. y sonrío.
y me dejo venir desde todas mis troneras.




Jan Wagner (Hamburgo, 1971)

De un témpano en el mar de weddell

hemos fileteado al último perro.
nuestra mesa siempre un blanco mantel.
el mundo, del que todo se descuenta,
menos hambre, muerte y frío: el hielo,

creación desnuda. el barco, desde el frente
hasta la popa congelado, el tiempo
lo quebró cual vil grano de pimienta,
y el hielo se lo tragó nuevamente.

leve es la esperanza en que la deriva
y buen viento a noroeste nos llevaran;
la espera, un lápiz de punta partida
busca enriquecer con palabras cartas

sin franqueo, que nunca nadie envió.
tres metros abajo empiezan abismos
surcados de ballenas, y ni un trozo
de tierra a la vista. sólo los signos

de aves, bautizadas en luz azul,
un albatros, vuela sobre las olas,
una gaviota. y en el horno humo
de los trineos y tocino de foca.

sin cesar se consume nuestro témpano
desde el borde hasta el corazón. en él,
acurrucados, somos letras negras.
lienzo en blanco. esta hoja de papel.





Marion Poschmann (Essen, 1969)

Madona hermosa

de partículas de luz toda nevada
como con escarcha recubierta
su imagen congelada en el espejo: bodyform
y una pileta llena de azul para lavar, así
se habría visto ella misma, con pies de sirena
nadando por jeans de tubo
la ropa secada en el propio cuerpo
alcanzada la cumbre de los peces,
las consumadas marcas de fábrica
lisonjeras escamas, un guardafangos
contra la mugre de la cotidianidad

habría podido vender en breve el sangrado
de su nariz como make-up,
bañarse en un preciso
anuncio de entonces,
así se habría visto, sus dedos en pugna que
buscaban sostener algo, se vio a sí misma
engullir sus propios dedos,
jalar el aire entre los dientes, y sonreír
bajo la luz de neón: el brillo interno
de ángeles que imitan fantasmas,
se vio ligeramente consternada desdoblar
una sábana de playa que te pertenece,
se vio empleando los medios mágicos acostumbrados,
probando los viejos talentos, devorar velas de cera
nubes y verde invernal





Durs Grünbein (Dresde, 1962)

Lamento de un legionario de la campaña militar de Germánico al Elba

Nada hay peor que este mortal camino de vuelta
Tras una batalla, y el simple pensamiento
Semanas antes de que el enemigo se muestre.
Tétrico va el semblante de nuestro general,
La tropa está exhausta, imposible seguir a marchas forzadas.
Detrás de los escudos, sudado, heridos los pies,
El resto de los aún ilesos. Bajo la lluvia incesante,
Los caminos se hunden en el fango, los bosques
Son gigantesca trampa, y enjambres de bárbaros
Arrancan mordiscos de nuestra espalda, los lobos.
Quien no se ahogó en el Mar del Norte, distante de la patria,
Fue tragado por pantanos, muy lejos de Roma.
Un cenagal hace que pernocte toda la legión,
De día son calzadas desquebrajadas, escaleras quebradizas
De cuyos bordes, con despedazados dedos,
Más de uno resbaló. El país yace bajo niebla,
Cual archipiélago en el mar… Germania Magna,
Donde los bosques son densos todavía, ningún árbol
Sirve como banca de galera en el océano
Ni como casco de navío en llamas. Irremediable
Es la guerra por provincias grandes cual trozo de mundo,
Por comarcas que no es posible sostener
Más que con nuevas guerras. En las profundas forestas
El triunfo se pierde, el orden latino.
Y por fin, envejecido en años, llegas a tu hogar,
En tu puerta está el germano, y con sus pelos color paja
Te saluda el niño de tu mujer.


 


Marcel Beyer (Tailfingen, 1965)

Avispa, ven

Avispa, a mi boca ven,
hazme idioma, por dentro,
y por fuera hazme algo en el
cuello, muéstralo al paladar, muéstranos-

-lo. Así iba. Así se fueron
los años ochenta. Cuando jóvenes
fuimos, y en el Oeste. Idioma
haz que la lengua se caliente, haz

que lastime todo el gaznate, dame
color. Arrástrate allá dentro. Muéstrame
fervor de palabra y de avispa, hazle
eso al alemán en la base de la lengua,

dentro es que tiene que estar el idioma,
siempre nesquik, siempre al canto.
Esos fueron los noventas. Fueron
los ceros. Años. Y: así es como va

en el país. Conserva frío el idioma
externo, que por dentro hay bruma de insectos. Ház-
-melo, sáname bien,
avispa, a mi boca ven.





Monika Rinck (Zweibrücken, 1969)

I had a pony (her name was lucifer)

su codiciosa mirada de pony bajo cejas de flamas:
así convierte en piedra flores, el cielo en piedra,
lapislázuli. en banda ancha lo rojo se vuelve arrecifes,
corales, circundados de meseros pescado,
ella de nuevo no puede pagar, tiene que
largarse ya, a sus espaldas forcejeos,
los comensales miran el piso, miran sus copas.
cuando un mesero la arrastra de los pelos,
ella ríe, casi cae, no conoce dosis,
alzado su brazo se agita con tóxica potencia,
repican como llaves los brazaletes baratos –
cómo se pone a gritar ahora, cómo puede ser posible
que todos al parecer olvidamos por completo
que del cuello de la medusa decapitada por perseo
entre otras cosas desciende un caballito
que lleva el rayo y también el trueno a zeus,
quien – ya pónganse a leer a hesíodo, bola de idiotas –
hasta ahora no contaba con estos atributos de dominio.

  



Volker Sielaff (Lausacia, 1966)

Moscas

Niño de pueblo, con las moscas me hice mayor, con su
zumbido. Ante mínimas ventanas se caían
solas de pronto en algún momento, y no había nadie

que las quisiera barrer, quedaban así días,
con sus patas sin vida, tumbadas en un cuerpo,
sin sangre, que ya no fue capaz de sostenerlas,

en el pretil de la ventana del baño, donde
brillaban un tiempo más, hartas, de color plomo
o azufre, y la música de alas de las otras

alegre seguía, como hoy entre el cerezo
y el cielo, a media altura del árbol, mientras tanto
circulaban opiniones, yo me desligué,

tarde perezosa de café y pasteles, de
perfil mirando yo oscilar ese balanceo,
como si todas pendieran de un hilo invisible,

aquí, bajo este azul que ya no sabe más cuentos,
este enjambre veraniego de moscas aún
sigue tejiendo en el aire una red de cristal.



 

3 comentarios:

  1. Oye chica, que entrada tan fabulosa de estos poetas que denominas "del muro". Conocía algo de Sielaff, pero de los demás ni idea tenia de su existencia. Por favor, mas posts similares que estoy enamorada de este blog!

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  2. Que buena entrada. Todos los autores que mencionas y de los que pones algo de sus obras eran francamente desconocidos para mí. Pero vaya descubrimiento!

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  3. Gracias por descubrirnos poetas que en latinoamérica son desconocidos. El grado de adelanto que en terminos de estructura poética tienen los alemanes es francamente envidiable. Poesia fuerte, impactante...

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