jueves, 24 de marzo de 2016

Literatura: Mañana todavía (cuento)

Por: Jeff Cavadrio





Una ráfaga de luz termina con mi oscuro y solitario sueño. ¿Qué día es? Viernes, dice aquel cartel que se asoma a mi ventana, el que me ha acompañado cada mañana desde que habito en esta celda llamada casa. Ahí está, tan solitario y gris. ¿Hablo de mí o del cartel?, no lo sé, da lo mismo, somos idénticos. Al levantarme, mis huesos crujen a cada ligero movimiento. Los pasos que doy son una tortura, cada hueso emite un chasquido diferente acompañado siempre del agonizante llanto de mi alma, juntos forman una triste y desesperada sinfonía de dolor a un Tempo tardo. Esta mañana es la número setecientos treinta nueve, la percibo en una tonalidad de Do menor, sí, eso es, Do menor.  


Rumbo al podrido sillón marrón, que antes era blanco, observo el pequeño apartamento frío, lúgubre, adornado con un repulsivo hedor húmedo que no se ha ido desde que estoy aquí; maldigo a mis bastardos hijos por haberme abandonado en este desamparado rincón del infierno. Llego a duras penas al trono del destierro y empiezo a recordar un nombre vacío y cruel… Aria, eso es, Aria. Aquellos años donde recitaba con fervor tal nombre en ruinas, pasaron danzando en mi mente como cuando era joven. ¡Qué desgracia! Acordarme de mi juventud en estas circunstancias, no hay remedio, la tortura interna es lo que me mantiene cuerdo. Viene a mi mente algo más. Recuerdo cómo la acariciaba, ella tan dulce y serena me recibía tal cual girasol a los rayos del sol. Sí, esas maravillosas flores adornaban el mundo cuando era un infante y todo rebozaba de vida. Los valles verdes coloreaban el horizonte y los vientos cálidos hacían bailar toda planta mientras recibían al colosal astro. Un maravilloso espectáculo, sin duda… Ahora todo es triste y gris, donde hubo abundante flora, ahora pútridas yerbas incoloras se levantan, se meten por la ventana burlándose de mi pasado y recordándome mi afligida realidad. 


Recuerdo una última cosa, sí… su voz, ¡Oh, qué voz tan magnífica! Qué dicha el haberla oído en todo su esplendor, es lo único que opaca su negativo nombre. Aquella voz que me trajo tanta paz en su momento, ahora sólo me trae un nostálgico recuerdo. Quisiera volverla a acariciar y escuchar su tierna voz. Lamentablemente, es imposible, se ha ido para siempre… El melancólico sol no se mueve, aquí no hay más que día y sólo cuando cierro los ojos, se hace de noche. Hace mucho que dejé de llorar y de reír. Sentado en este sillón marrón observo el catre donde suelo concebir mis inexistentes sueños, y ahí está… aquella descompuesta masa de carne, de ahí viene el hedor que nunca se va. No hay nada que hacer, mañana todavía… todavía será viernes. 

2 comentarios:

  1. Muy buen cuento, gracias y a imprimirlo!

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  2. Oooh, está muy lindo y bien desarrollado, bien usada la brevedad. Mi único problema con tu redacción es que a veces la adjetivación se me hace excesiva, pero ya es cuestión de gustos.

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