martes, 7 de marzo de 2017

Ensayo: Siete ventajas del islam (según Michel Houellebecq)*

Por: Matheus Kar



Michel Houellebecq, novelista, poeta y ensayista.



1. La poligamia.

2. El precio que el hombre debe pagar para que tres o cuatro mujeres se le sometan es relativamente bajo y casi mínimo: someterse a Dios. 

3. La economía hogareña se basa en el trabajo exclusivo de los hombres; empleos abundantes y bien remunerados.

4. Como las mujeres se quedan en casa, los hombres ya no tienen que lidiar con la clásica mujer trabajadora carente de deseos sexuales; mientras que todo el día la mujer clásica se pasea en tacones y falda por la oficina, la mujer musulmana usa el hiyab (velo) en público y se desviste sólo ante su señor esposo, utilizando los encajes franceses que éste le compra.

5. A la mujer musulmana se le puede convencer incluso de que los hombres gordos tamaño elefante son el último grito en esposos. Es en serio.

6. Los musulmanes son darwinianos y creen que la especie es mejorable; sin embargo, no creen en la carne tanto como en el intelecto. Así que es normal que prefieran darle la mejor mujer a un profesor universitario que a un fisicoculturista. Adiós, gimnasios; bienvenidas, bibliotecas. 

7. Se puede ser religioso sin dejar de ser inteligente.



Fabula o no, mentira o verdad, Michel Houellebecq se ha sumado a la no corta fila de novelistas creadores de distopías –o utopías, según la religión−, de agitadores y pesimistas. Sumisión es una novela que nos habla de cómo sería la no tan lejana Francia si fuera tomada democráticamente por los musulmanes. Al mismo tiempo, Houellebecq nos va trazando el desenvolvimiento moral y posmoderno de François, un hombre que al final de su soltería no encuentra sosiego ni placer en la sexualidad del siglo XXI y que sólo encuentra una mediana satisfacción en el pesimismo de Huysmans.
Caricatura de Michel Houellebecq, autor de Sumisión.

«El golpe genial del líder musulmán –escribe Houllebecq− había sido comprender que las elecciones no se jugarían en el terreno de la economía sino en el de los valores», y de eso el autor de Las partículas elementales tiene mucha razón. Pero nosotros no somos Europa, ni estamos próximos a formar Eurabia. Y eso de la xenofobia tampoco se nos da muy bien. 

Como americanos, nuestro problema es más antiguo (quizá tanto como el europeo). No sé si alguna vez alguno se ha preguntado ¿qué habría sucedido si los árabes no hubieran desalojado España y, de ser así, hayan sido  ellos quienes conquistaran América y, en lugar de iglesias, hubieran construido mezquitas?


Por suerte, no la nuestra sino la europea, Carlos Martel y los Reyes Católicos se encargaron de echar a los musulmanes de Europa, con todo y tecnologías –porque, a diferencia de los cristianos, los chicos del turbante son muy devotos a la ciencia−.  Sin embargo, el libro de Houllebecq no es en vano en América; él propone que en los últimos años se ha creado una cierta amalgama de tolerancia hacia el islam en Europa, incluso −y esto, según él, es lo más grave− un deseo de sumisión efusivo  hacia dichosa religión. 

Como americanos, o latinoamericanos, el tema nos interesa como fábula moral. Defendemos al cristianismo sin saber por qué. Ya lo dijo Sartre en una entrevista: «la sociedad ha construido al hombre como a un monstruo. Es decir, como alguien producto de ciertas contradicciones… De las que difícilmente llegará a ser consciente…».

Jugamos sobre el terreno de lo moral. Los jóvenes no saben lo que quieren cuando ondean su bandera libertaria. Y los viejos, los adultos, las personas como Houellebecq (por ejemplo) están hartas de tanto panfletarismo juvenil y libertario. El catolicismo está perdiendo sus vigas con cada día que pasa. Su representante el sumo pontífice, el papa Francisco, cada día se aleja más de la ideología del catolicismo, que si hoy acepta a los homosexuales, que si mañana se declara fan acérrimo de Darwin. En fin, los conservadores no aceptan las métricas morales por buscar a Dios: todo lo contrario, buscan a Dios por sus métricas morales.

El autor de El mapa y el territorio rebana con este libro algunas conciencias. Incluso, puedo llegar a vitorear, como lector, de haber encontrado una idea paralela al islam y el machismo de Houellebecq: nuestros cambios no son producto de una madurez concebida a lo largo de los años, sino, más que todo, la búsqueda del yo efervescente en el otro, una manera de sobrevivir, de vivir a expensas de los sistemas, de perdurar a lo largo de la historia. En pocas palabras, vemos en el Sistema el mecanismo adaptativo con el cual eludimos nuestros problemas. Mantener la tensión es nuestra ganancia secundaria; postergar su resolución, nuestra sobrevivencia.


Houellebecq, la última star literaria desde Sartre.

Hay un deseo de sumisión, una porción de enojo acumulado. La efervescente ola feminista (ya sea el serio feminismo intelectual o el folclórico feminismo analfabeto) ha enojado a no muy pocos. Estoy seguro que hay muchos –religiosos incluidos− a los que les gustaría ver a las mujeres fuera de los escritorios y el mando, y les complacería demasiado verlas atrapadas entre un delantal y una estufa. Y para estos tímidos rencorosos el dios que les ofrezca este paraíso será reconocido como el Dios legítimo. 

La madurez no es ninguna garantía. Incluso los ateos «políticamente correctos» son conservadores. Cuando España invadió América, los nativos se resistieron. Fue cuestión de sustracciones, rebajas y perezas que el imperio americano decayera y, finalmente, cediera la voluntad a las costumbres extranjeras. ¿Pero acaso no hubo un deseo de sumisión, de someterse al otro?

La lógica musulmana es esta: La mujer se somete al hombre, el hombre se somete a dios (Alá). Es algo que no sería difícil para nosotros. Hay un deseo inherente en el hombre hacia la sumisión. Nos sometemos a los deseos sexuales, al fetichismo de acumular mercadería en los estantes, a nuestras raciones de dios diarias, al trabajo, a la seguridad económica a costa de nuestros valores. ¿Qué pasará el día que un nuevo salvador o un nuevo dogma o una nueva religión venga y nos ofrezca eso en la palma de la mano?






*Los beneficios son exclusivamente para aquellos que el islam reconoce como hombres.



Sobre el autor:


Reacio a las multitudes e inquilino de bibliotecas, Matheus Kar nació en Guatemala en  1994; aunque su muerte sigue sin definirse, podría ocurrir cualquier día. Ha sido nombrado mención honorifica en el certamen Mi ciudad en 100 palabras, que organizó la municipalidad de Guatemala en 2014. Colabora en el evento literario Poetry Slam Guatemala. Formó parte del evento multidisciplinario Off Virtual Test.  Ganó el II Certamen Nacional de Narrativa y Poesía "Canto de Golondrinas" 2015. Mención honorifica en el certamen Cantos de Trova (2015). Premio Luis Cardoza y Aragón (2016), organizado en Antigua Guatemala. Premio Editorial Universitaria "Manuel José Arce" (2016). Su trabajo aparece en antologías, revistas y blogs. Ha publicado Asubhã (poesía; Editorial Universitaria, 2016). 


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