lunes, 11 de julio de 2016

Literatura: ¿Por qué tuvo que decirlo...? (cuento)

Por: Claudia Lizbeth Rueda

Psicoanálisis del vejigante - Rafael Tufiño (1971)

Esto que cuento es lo que ha sucedido en horas no hábiles para mis ojos. Donde han llegado los quehaceres de esos personajes que empiezan a tragar mi cuerpo. Duermo y luego despierto con la sensación de que algún miembro de mi cuerpo me hace falta. Al otro día, sin embargo, continúo igual. Se han de estar tragando mi otro yo.

            No hubo necesidad de estudiar sus ojos ni que hablase. Él dijo lo que le sucedía sin decir palabra alguna. Lo fue desgranando, dejando caer punto por punto. Vi toda su vida en retazos, en cántigas de palabras semisordas para él mismo. El mundo se hacía pequeño y rodaba frente a mis ojos. Las blasfemias del mundo se hicieron en hombres como él, que entraba en mi cuarto de consultas.

            El hombre dio unos pasos inseguros. No sabía que todas las noches son fiestas para los trabajadores del espíritu, los que aún no logran encontrarse en los parajes de la iluminación. Escuché sin oír su relato su vida atacada por las noches y cómo él, con su vejez prematura, se interna en las profundidades de su desesperación y llora sin lágrimas. Pude ver que su cuerpo se hacía de todas formas: como lagarto, como estatua mutilada y cubierta de algas de pestes y piedras de los caminos espirituales, con esa dureza que hace que los incautos se alejen, se oculten o vomiten: esos que aún temen a la realidad.

            —“Usted deberá decirme de las otras vidas, de las desperdiciadas y vueltas a nacer en días aún no claros. Tal vez allí pueda encontrar la pierna que ahora no muevo y mis dedos duros de la mano. Le digo que me robaron en las noches. No sé qué pueda continuar, pero los veo llegar con sus dientes llenos de caries y después quedo con un sentimiento de soledad y la falta de alguna parte de mi cuerpo. Aunque despierte y todo esté tendido en la cama, yo he creído que esos no son sueños”.

            Él lo había dicho, pero no sabía que los robos desde la tierra se juntan con la voz y la ayuda de quien aún no sabe que puede cultivar su materia entre los cuatro elementos de la tierra. Ahora logro entender el porqué los robos de todos los días venideros implican las muertes desconocidas. Es también alimento para la búsqueda de la verdad, esa que no sale de las bocas terrestres llenas de placer por la muerte de los cuerpos.

            —“Fíjese que un día logré ganar y en mi cama amaneció un objeto color rosa, con una figura que no supe descifrar. La lucha fue frontal y pude darle con un palo de escoba que encontré en el lugar que peleamos. Creo es un lugar que habitan los niños en el día, una casa como escuela, ahí nos encontramos”.

            Él traía una bolsa, al parecer llena de partes de otros cuerpos, por eso fue que no pudo moverse con ligereza, como acostumbra. Le di un golpe en la parte que podía corresponder a la garganta y cayó para adelante. Frente a mis pies se desparramaron las partes que traía en la bolsa y fue cuando busqué mi pierna y mis dedos. Creo que no eran las mías porque los dedos de mi mano se me hicieron más grandes y mi pierna más chica, por eso llevo zapato con triple suela. Esa vez no tuve miedo, pero el lugar era aquí mismo en la tierra. Las otras ocasiones eran en el aire o en casas flotantes y caminos sin piso.

            Sus ojos continuaban hablando y aún no decía palabra alguna con su boca. Estaba allí por sus pesadillas y el anhelo de saber si era él o era otra persona actuando con su vida y nombre prestado. Él no sabía que existiera un ladrón de los espíritus y que por hacerlo le pagaban lo que pedía. Era tan solo una víctima que apenas si podía adentrarse en sus viajes y las luchas a muerte.

            —“Figúrese usted: un día no alcancé a llegar a mi cuerpo, me agarraron, me tuvieron preso en el espacio, como si fuese una campana de cristal donde no puede uno salir y continúa para arriba sin encontrar la salida. Recuerdo que hasta me exhibieron no sé cuánto tiempo, hasta que logré escapar y llegando a casa, me estaban haciendo pruebas para que volviera a vivir. Como si uno muriera”.

            Él era otra persona que había subido a niveles de conocimiento que poca gente entendía. Y aún no hablaba con su lengua. Creo que así es como se construyen las blasfemias del mundo contra algunos hombres. Agregó sin abrir la boca:

            —“Quizá nada pueda salvarme o digan que estoy perdido. Pero eso no es cierto. Esa es la historia de los que desean el reino material. Saben que esto es subversión, cambios en el otro yo. Pobres de quienes lo duden y se mofen de la incredulidad, pues les llegará su vara, su medida… Le digo que esto es hasta prohibido. ¿Se imagina la luz que habría en la tierra si se comprendiera? Pero no se permite y allí están los hospitales. Yo sé que usted lo entiende; nomás deje que le diga: los hospitales se han llenado todas las gentes y allí en los fondos grises han llegado otros seres y se entienden con ellos. Así lo viví cuando me quedó en la cabeza el residuo de una golpiza que me dieron en uno de 'esos sueños', que creo, no han de ser. Todo pasó cuando en otra ocasión, en el hospital, me curaron en otro viaje. Entonces, salí a la calle y aquí estoy: ante usted para poderle contar.”

            El hombre cogió la silla, la jaló. Pero aquellos ojos eran otros ojos y se apoderaban de las respuestas. Viajaban conmigo en ese diálogo abierto y franco. Su espíritu lo decía todo, sin prisa. Había llegado el momento: ahora él necesitaba articular en palabras toda la historia que me había contado sin hablar. De su mutilado cuerpo tendrían que venir gritos ahogados que acaso solo yo escucharía…

            Mientras se acomodaba inquieto en la silla de madera, al fin se atrevió tímidamente a decir:

            —“Pues verá… No he venido a consultarlo. En realidad soy vendedor de seguros médicos”.


3 comentarios:

  1. Vaya sorpresas que me encuentro en este sitio. MUY buen cuento y plagado de buen humor.

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  2. Jajaja. Sinceramente muy bueno y divertido. Un fiel retrato de cómo nos ven los profesionales de la salud y la realidad.

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  3. Vaya sorpresa tu cuento Claudia; en verdad extraordinario!

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