lunes, 29 de agosto de 2016

Literatura: Cielo roto (cuento)

Por: Naz

"Anímico", por Naz (acrílico y collage, 15 x 15 cm.).

Es increíble la soledad que llegas a sentir cuando eres niño, ¿no lo crees? En el sentido literal, no lo crees… porque, aparentemente, todos pueden decidir lo que debes sentir. Excepto tú.
Cuando era una infante, creía que las escaleras recargadas en un poste de luz o en alguna pared callejera (donde no habían más que capas encimadas de pintura y algún graffiti mal hecho), te podían llevar a otro sitio.
Llegando al último peldaño, si te ponías de puntitas y estirabas bien los brazos, podías empezar a buscar alguna arruga. Me gustaba entrecerrar los ojos, eso ayudaba a la labor, o por lo menos eso pensaba.
Imaginaba un salón en las nubes del cielo; de algún modo, sabía que la entrada estaba escondida detrás de alguna cortina imaginaria. Mis manos hacían un zigzag buscando a ciegas.
La seda del firmamento se abriría, y por el resquicio verías un candelabro de cristales.
A veces, seguía buscando esas grietas en el atardecer. Creía que no podrían esconderme ese salón por siempre.
La tela pasó a ser un papel tapiz rasgado, y luego un cuadro al óleo que escondía un hueco (como cuando cuelgas algo sobre un agujero en la pared); creía que descolgándolo podría entrar. Tal vez era la madriguera de una criatura de orejas largas dormitando en la luna.
Buscaba constantemente algún trozo de nada, pues esperaba que pudiera haber algo más, algo más allá, algo detrás de lo que mis ojos veían. ¿Las estrellas estaban puestas con clavos?


Ciudad de México, 27/08/2016.

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