Por: Naz
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"Anímico", por Naz (acrílico y collage, 15 x 15 cm.). |
Es increíble la soledad que llegas a sentir
cuando eres niño, ¿no lo crees? En el sentido literal, no lo crees… porque,
aparentemente, todos pueden decidir lo que debes sentir. Excepto tú.
Cuando era una infante,
creía que las escaleras recargadas en un poste de luz o en alguna pared
callejera (donde no habían más que capas encimadas de pintura y algún graffiti
mal hecho), te podían llevar a otro sitio.
Llegando al último
peldaño, si te ponías de puntitas y estirabas bien los brazos, podías empezar a
buscar alguna arruga. Me gustaba entrecerrar los ojos, eso ayudaba a la labor,
o por lo menos eso pensaba.
Imaginaba un salón en
las nubes del cielo; de algún modo, sabía que la entrada estaba escondida
detrás de alguna cortina imaginaria. Mis manos hacían un zigzag buscando a
ciegas.
La seda del firmamento
se abriría, y por el resquicio verías un candelabro de cristales.
A veces, seguía buscando
esas grietas en el atardecer. Creía que no podrían esconderme ese salón por
siempre.
La tela pasó a ser un
papel tapiz rasgado, y luego un cuadro al óleo que escondía un hueco (como
cuando cuelgas algo sobre un agujero en la pared); creía que descolgándolo
podría entrar. Tal vez era la madriguera de una criatura de orejas largas
dormitando en la luna.
Buscaba constantemente
algún trozo de nada, pues esperaba que pudiera haber algo más, algo más allá,
algo detrás de lo que mis ojos veían. ¿Las estrellas estaban puestas con
clavos?
Ciudad de México,
27/08/2016.
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