miércoles, 17 de agosto de 2016

Fotografía: Inge Prader recrea a Klimt

Por: Daphy y Uriel Delac





Con ocasión del primer centenario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, Richard Wagner publica en 1870 Beethoven, un pequeño ensayo en el que construye, siguiendo el pensamiento de Schopenhauer e inspirándose en las ideas estéticas de Goethe y Schiller, toda una teoría de la música: «esa experiencia que nos fusiona con la totalidad de la naturaleza, acercándonos al infinito, un más allá de la belleza: lo sublime, algo que nos colma y que excita en nosotros el éxtasis de la consciencia de lo ilimitado».

Wagner atribuye a Beethoven haber conseguido un modelo de música sinfónica para formular el canto tras la composición de la Novena Sinfonía, de la que en 1846 el mismo Wagner habría hecho un arreglo para instrumentos de viento. Además, nos señala que en esta sinfonía el genial sordo de Bonn habría concebido todo un mundo en donde la síntesis de todas las artes poéticas, visuales, musicales y escénicas podían darse cita sin ningún problema. El concepto de Gesamtkunstwerk («obra de arte total»), que plasmaría finalmente en Das Rhiengold, empezaba a tomar forma cambiando para siempre la historia del arte.

Con motivo de la XIV Exposición de la Secesión Vienesa de 1902, organizada en torno a la Estatua de Beethoven esculpida por Max Klinger y teniendo como fondo el arreglo que hizo Wagner de la Sinfonía Coral -dirigida nada menos que por Gustav Mahler-, el pintor austriaco Gustav Klimt (1862-1918) inauguraría su célebre Friso de Beethoven, obra primordial del Art Noveau europeo, y que también tendría como finalidad fundir las artes plásticas, la música y la poesía en un solo espacio. La muestra originalmente se concibió como «un lugar sagrado, una especie de templo para un hombre convertido en un dios», en palabras del crítico Ludwig Hevesi, y atrajo enormemente el interés del público haciendo que la exposición fuese una de las más visitadas -unos 58.000 visitantes- de las organizadas por la Secession.

El año pasado, y como parte del proyecto Style Bible 2015, un evento anual que a través de Life Ball se celebra en Viena para recaudar fondos en la lucha contra el sida, la fotógrafa austriaca Inge Prader se dio a la tarea de recrear parte de la obra de Klimt utilizando para ello modelos humanos vivos. Las fotografías de Prader se basan en la llamada fase dorada del pintor austriaco, que recibe su nombre por el uso de hojas de oro en casi todas sus composiciones, que otorgan a su obra un acabado verdaderamente bello y luminoso. Las consecuencias de este trabajo son extraordinarias fotografías vanguardistas que bien podrían formar parte de una sesión de fotografía de moda avant-garde.

Un equipo de más de 50 profesionales trabajó en dicho proyecto. Maquilladores, diseñadores de vestuario, escenógrafos y especialistas en iluminación entre muchos otros, trabajaron con modelos y ornamentos para dar vida a la fascinante obra cargada de erotismo de Klimt. Es así como a casi 100 años de su muerte, la fotografía de Prader revive la belleza y la gran imaginación de este artista. Obras como Death and Life, Danae y The Kiss cobraron vida, siendo un justo reconocimiento y bello homenaje al genial pintor austriaco.

¿Los resultados? Júzguenlos ustedes mismos...







4 comentarios:

  1. Que precioso post, felicidades!

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  2. Maravilloso post.
    Que manera mas grandiosa de unir la música, el arte y la fotografía.
    Mis felicitaciones a los redactores. ¡Muchas gracias !

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  3. Perdóname la pregunta. ¿Eres la misma Dafy que sube memes en AL? Me cuesta mucho trabajo creerlo porque hablando de arte simplemente eres excepcional. Que padre artículo!

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