Por: Henry Castellanos
Cuadro 'La habitación azul' de Pablo Picasso (1901). |
Luciérnagas de una luz tenue se pasean por la habitación.
La cama es un relato en sepia, que de la soledad es el epicentro.
Constancia de que allí estuvimos llenándonos la memoria en una conversación.
La cama es un relato en sepia, que de la soledad es el epicentro.
Constancia de que allí estuvimos llenándonos la memoria en una conversación.
Cálidas
están aún las sabanas con las que envolvimos nuestras penas.
Enclaustrados en la pasión efímera de nuestras miradas.
Enclaustrados en la pasión efímera de nuestras miradas.
Midiendo el tiempo que nos hacía falta, con nuestros viejos relojes de arenas.
Martirizándonos la existencia por no ser distintos y tener que vivir en noches heladas.
Martirizándonos la existencia por no ser distintos y tener que vivir en noches heladas.
Las
almohadas que me lanzaste cuando estuve distante aún siguen en el suelo.
Las colillas de cigarrillos, después de leernos, le dan un olor a culminación al lugar.
Tus malas frases de motivación, de quinta, son un triste desconsuelo.
El árbol de afuera, que nos vio llegar y te vio partir, me grita a viva voz que te debo encontrar.
Las colillas de cigarrillos, después de leernos, le dan un olor a culminación al lugar.
Tus malas frases de motivación, de quinta, son un triste desconsuelo.
El árbol de afuera, que nos vio llegar y te vio partir, me grita a viva voz que te debo encontrar.
Las
paredes con humedad, parecen estar achicando la habitación para dejarme
atrapado en ella.
Tu sostén vacío, sin aquellos cálidos senos tuyos, me recuerdan que me encuentro solo.
Casi que tengo que esquivar las luciérnagas para que no toquen nuestras epopeyas.
Estoy exhausto y no quiero bajar las persianas, porque te siento y me descontrolo.
Tu sostén vacío, sin aquellos cálidos senos tuyos, me recuerdan que me encuentro solo.
Casi que tengo que esquivar las luciérnagas para que no toquen nuestras epopeyas.
Estoy exhausto y no quiero bajar las persianas, porque te siento y me descontrolo.
Una
sombra extraña esconde los insectos de luz, que ya tilitaban.
La botella de vino la he consumido, y ha sido ella la sombra extraña.
La lluvia empieza a crepitar en el tejado y vienen a mí, los ósculos que de paz me llenaban.
Siento frío en estos viejos huesos que dejaste, y no encuentro abrigo ni baraña.
La botella de vino la he consumido, y ha sido ella la sombra extraña.
La lluvia empieza a crepitar en el tejado y vienen a mí, los ósculos que de paz me llenaban.
Siento frío en estos viejos huesos que dejaste, y no encuentro abrigo ni baraña.
No puedo
ni quiero escapar, porque quizá te encuentre entre los vestigios.
Fuiste y serás un pilar que me sostiene, fuiste y serás mi dintel.
Fui víctima de mi fragilidad y del océano de fuego, que sobre mi piel, provocaban tus manutigios.
Físicamente no se dónde te hallas, pero vives en esta habitación de este viejo hotel.
Fuiste y serás un pilar que me sostiene, fuiste y serás mi dintel.
Fui víctima de mi fragilidad y del océano de fuego, que sobre mi piel, provocaban tus manutigios.
Físicamente no se dónde te hallas, pero vives en esta habitación de este viejo hotel.
Ay Dios, que lindo poema!
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