Por: Arisbeth
En 1931 aparece la novela Las montañas de la locura, de H.P. Lovecraft, en dónde el autor narra cómo un geólogo de la Universidad de Miskatonic realiza una expedición a la Antártida, encontrando vestigios de una antiquísima ciudad habitada otrora por una extraña raza, venida de los confines del espacio. y que guardan ningún parecido con la progenie humana.
En 1931 aparece la novela Las montañas de la locura, de H.P. Lovecraft, en dónde el autor narra cómo un geólogo de la Universidad de Miskatonic realiza una expedición a la Antártida, encontrando vestigios de una antiquísima ciudad habitada otrora por una extraña raza, venida de los confines del espacio. y que guardan ningún parecido con la progenie humana.
Es necesario señalar que el relato, si bien es cierto, implica una trama al género de terror en donde una especie de 'monstruos' siderales amenazan con aniquilar al hombre, tiene a final de cuentas una base científica o pseudocientífica que llevaría a incluirlo dentro del género de la ciencia-ficción de tintes incluso religiosos. En efecto, las criaturas que habitan las ciudades antárticas lovecraftianas y que pueden equipararse a los dioses y demonios de las mitologías y religiones conocidas, son en realidad seres extraterrestres provenientes de ámbitos tan lejanos y extraños que incluso no pertenecen a nuestro espacio-tiempo; la materia con que están formados es ajena a cualquier elemento que conozcamos y, además, no se corresponden con ninguna conceptualización filosófica humana conocida, ya que simplemente están más allá del bien y del mal.
Sabido es que a lo largo del Ciclo Cthulú, el escritor estadounidense menciona a menudo personajes fuera de toda ficción como el pintor y filósofo Nikolái Roerich, el matemático Gerolamo Cardano y el ocultista John Dee, mago de la corte de la reina de Inglaterra y que escribió la Monas Hieroglyphica, obra publicada en 1564. Sin embargo, tampoco es un secreto que las citas que Lovecraft hace de las obras de los mecionados son inexactas, por lo regular sacadas de todo contexto e incluso inventadas para darle a sus relatos una mayor credibilidad.
Pocos lo saben, pero a la muerte del escritor nativo de Providence, Estados Unidos, acaecida el 15 de marzo de 1937, Lyon Sprague de Camp -su biógrafo y amigo personal-, logró enumerar unos 1,500 tomos que se hallaban en su biblioteca. Libros sobre satanismo, religiones antiguas y mitos góticos alternaban con literatura científica y obras clásicas sin ningún problema: 'Daba la impresión de que, con ellos, Howard hubiese querido armar un gigantesco rompecabezas en donde todo lo concerniente a lo humano careciera de misterio, pues la explicación última estaría dada por entidades superiores, procedentes de otros espacios y dimensiones, que simplemente están ahí desde el principio de los tiempos', escribe Sprague en sus Memorias.
Uno de los libros hallados y que más llamó la atención de Sprague, fué una edición abreviada, comentada por la Sociedad Teosófica Internacional y relativamente antigüa (1896) de Las estancias del Dzyan; un supuesto texto de origen tibetano (el primer libro que existió en el mundo, según dicen sus defensores) y que sirvió de base para el movimiento teosófico impulsado por Helena Blavatsky, Henry Steel Olcott y William Quan Judge; una especie de meta-religión ecléctica occidental cuya tendencia era fundir religiones como el cristianismo, el budismo, el hinduismo y directamente relacionado con movimientos esotéricos espiritistas de finales del siglo XVIII, como los representados por los gnósticos y rosacruces.
Según los comentarios que acompañaban al texto, Blavatsky afirmaba que Las Estancias del Dzyan, libro milenario y escrito en lenguaje sensar (según ésto, de origen sagrado), estaba inicialmente confundido con un grupo de antiquísimos escritos esotéricos tibetanos conocidos como los Libros de Kiu-Te. Con el tiempo, unos monjes-lamas lo rescataron e hicieron una traducción al sanscrito. En 1500, el Abad Johannes Trithemius habría recibido de parte de una cofradía ária el encargo de traducirlo al alemán. Finalmente, un misterioso hombre con facha de hindú le reveló su prohibida existencia, entregándole un ejemplar que muy pocos vieron y le fue robado, siendo este último hecho el causante de todas sus desventuras y el descrédito internacional.
Pretendidamente, nos dice Blavatsky en otra de sus obras: 'No es un libro en realidad, sino más bién los registros históricos de un pueblo desconocido y tan antigüo que escapa a toda memoria etnológica y antropológica; está escrito en una lengua misteriosa ausente de la nomenclatura de las lenguas y dialectos con los que está familiarizado la filología; sus conocimientos emanan de una fuente repudiada por la ciencia (Ocultismo); y, por último, son tan prohibidos porque en ellos se encuentra no solamente el pasado, sino también el futuro de la pretendida evolución del hombre'.
En resumen, el libro narra entre otras cosas la aparición de la especie humana sobre la faz de la Tierra. Cuenta que anteriormente existían seres muy parecidos a los humanos, hermafroditos, que se comunicaban mediante telepatía, y que a su vez fueron precedidos por otras especies no terrenas -cada vez más etéreas y espirituales-, y al fin derivadas de una inteligencia primordial que emergió en el momento mismo del nacimiento del universo. Pretende que la progenie humana es una suerte de experimento realizado por Los Antiguos con fines de servidumbre; y profetiza además que el futuro de la evolución se halla en seres cuyo psiquismo será muy avanzado en comparación con el nuestro, que habitarán bajo tierra en ciudades maravillosas y colosales construidas cientos de miles de años antes por razas cada vez más antiguas, 'monstruosas' y extrañas que odiaban al hombre -nadie sabe por que motivo-, y que de vez en vez mandarían emisarios a la superficie para observar nuestro estilo de vida y cómo nos dirigimos a la auto-aniquilación.
Es, pues, tal vez demasiado fácil encontrar vestigios teosóficos en Las montañas de la locura lovecraftiana, ya que en el relato se encuentra prácticamente el corpus principal que integra Las estancias del Dzyan: a saber, ciudades construidas antes del diluvio, historias evolutivas imposibles, seres venidos de las estrellas que solo están esperando el momento para despertar de un sueño muy largo y, al final, colapsar nuestra civilización.
No obstante, una auténtica curiosidad es que Las estancias, así como la novela de Lovecraft -tema de este artículo-, parecieran haber estado adelantadas a sus tiempos o bien, narrar una historia prohibida pero auténtica. En efecto, entre 1938 y 1939, la Sociedad Alemana de Investigaciones Polares respaldó sendas exploraciones a las regiones antárticas, siendo quizás la más relevante la efectuada por el capitán marítimo civil Alfred Ritscher, quien navegaba a bordo del buque Schwabenland. La expedición arribó a la región conocida como Queen Maud Land y ya a bordo de una avioneta de reconocimiento logró fotografiar formaciones piramidales debajo de los hielos antárticos. Según los informes, Ritscher organizó un grupo de investigación para explorar la zona, pero de la misma solamente dos de ellos lograron regresar, en un estado con franqueza deplorable y recitando incoherencias en torno a construcciones con ángulos que no pertenecen a la geometría euclidiana, inscripciones indescifrables y bajorrelieves que no correspondían a esta humanidad. Las fotografías y testimonios de los sobrevivientes fueron enviados directo al Führer, siendo el resultado el abandono definitivo de las expediciones de dicha Sociedad, su disolución durante el régimen nazi y el fin de los intentos de Hitler para construir una base de operaciones en el Polo Sur. Según se dice, en la actualidad el material se halla en posesión del ejército ruso y clasificado como confidencial.
Por otra parte, el Almirante norteamericano Richard Evelyn Byrd, famoso por haber alcanzado el Polo Norte y un hombre cuya honestidad estaba fuera de toda prueba, organizó tres expediciones cuya finalidad era conocer mejor la Antártida y llegar al 'punto cero' continental. Según sus diarios y comunicados de vuelo del 19 y 20 de febrero de 1947, habiendo partido a las 06:00 horas del campamento anclado en Queen Mary Land y en dirección al centro polar, llegó un momento en que las brújulas giroscópicas parecieron volverse locas y a oscilar desordenadamente para posterior dejar de funcionar. Asomándose por la ventanilla de la avioneta, logró divisar coloraciones amarillentas y con dibujos lineales que indudablemente estaban muy lejos de ser formaciones naturales. De pronto, llegó a un punto en que incluso la brújula solar dejó de marcar, las hélices quedaron estáticas -por lo que empezó a planear- y, con asombro, divisó cadenas montañosas sin hielo en cuyo centro había un verde valle cruzado por un apasible río que discurría hacia la parte central. Intrigado, decidió empezar a descender y pudo contemplar regiones con espesa vegetación tropical y construcciones piramidales sui géneris. En una parte de su recorrido, al filo de las 11:45 horas, la avioneta se tornó más ligera de lo normal... y hasta aquí los registros magnetofónicos para con la expedición situada en Queen Mary Land.
Ya en sus Memorias, Byrd narraría que dos artefactos extraños se le aparejaron, y que una voz que parecía tener un claro acento nórdico le dio la bienvenida y le solicitó descender. Ya en tierra firme, el sorprendido Almirante observó que no había nubes ni sol, y sin embargo una extraña luz procedente de algún lugar no identificado iluminaba la zona. Dos seres idénticos, de facciones arias, extraños y misteriosos, con un aire místico, pero de apariencia sin duda humana, lo esperaban ya para conducirlo hacia el centro de lo que parecía ser una gran ciudad, en donde debía entrevistarse con un alto dignatario. Tras disfrutar de exquisitos manjares y bebidas, su anfitrión le narró la historia de aquel lugar llamado Helligoland y que habría sido construido hacía miles de años por una raza primordial, venida de las estrellas y anterior a toda humanidad. Que dicha especie no tenía parecido alguno con cualquier otra conocida. Monstruosa y repugnante a nuestra mirada, se trataba de una sociedad tecnológicamente adelantada, sin valores éticos ni morales, violenta y aguerrida, y que tras una cruenta batalla contra seres angélicos hermafroditos, venidos de Venus y antecesores de la humanidad tal y como hoy la conocemos, había sido expulsada hacia los confines del espacio exterior. Asimismo, su interlocutor le comunicó entre muchas otras cosas más, que la experiencia atómica de Hiroshima y Nagasaky no era nueva, pues en un pasado y en manos inexpertas había sido la causante de variaciones en la inclinación del eje terrestre y la devastación de civilizaciones enteras. Que incluso, este tipo de energía junto a otras aún desconocidas por nosotros, habían sido las utilizadas durante la colosal guerra entre hermafroditos y primordiales. Finalmente, le vaticinó que no pasarían cien años sin que la humanidad entrara en su etapa final y que sería cuando ellos, los habitantes del mundo interior de Helligoland, saldrían a la superficie para revivir y mejorar la especie, además de mostrar a los supervivientes la sagrada historia prohibida.
Terminada la entrevista, Byrd cuenta que fue conducido nuevamente a su avioneta, emprendió el vuelo de retorno y al cabo de unos cuantos kilómetros recorridos miró anonadado que dejaba atrás la luz de aquel lugar e ingresaba a otro donde ya era de noche: su reloj marcaba las 21:45 horas, y al cabo de cinco minutos más los instrumentos volvían a funcionar con normalidad, pudiendo restablecer por completo el contacto con la base de operaciones.
Por supuesto que las pretendidas experiencias de Ritscher y el Almirante Byrd pueden sonar absurdas, descabelladas e incluso más fantasiosas que la narración de Lovecraft. Se sabe sin embargo, que en el caso del capitán alemán y sus expedicionarios jamás habían tenido noticia del relato y que incluso desconocían la existencia del escritor de Providence. Al ser oficiales civiles y no pertenecer a la Sociedad Secreta del Thule, formada en sus inicios por Hanns Hörbiger (el teórico de la Cosmogonía Glacial) y antecesora directa de la Orden Sagrada de las SS calavera de Himmler, resulta altamente improbable que hubiesen podido conocer lo referente a Madame Blavatsky, la Teosofía y el libro de Las estancias, puesto que eran lecturas reservadas para los altos jerarcas nazis, prohibidas a cualquier profano bajo pena de muerte y con lo cual quedaría en el misterio de dónde los dos supervivientes obtuvieron sus historias en caso que hubieran sido ficticias.
En cuanto a Byrd, el caso se torna más complicado. Cabe decir a su favor que durante su trayectoria militar fue distinguido con los más altos honores; además, unos pocos años de su muerte (ocurrida el 11 de marzo de 1957), fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Geofísica Internacional y siempre se le consideró un hombre razonable y bastante serio en su proceder. De su aventura antártica, tal vez el siguiente dato sea el más desconcertante de todos: según los registros e instrumentos a bordo, su avioneta pasó al menos 11 horas con 30 minutos en el aire; es decir, 5 horas 45 minutos en su travesía de ida y otras más para su regreso. Desde las 11:45 de la mañana que dejó de transmitir y hasta las 21:50 de la noche en que volvió a hacerlo, estuvo formalmente desaparecido. ¿En dónde estuvo todo ese tiempo el célebre Almirante y en qué lugar llenó de nuevo los tanques, considerando que su avioneta solamente tenía capacidad para unas ocho horas ininterrumpidas de vuelo, que no había otro campamento cercano y que al regresar todavía le sobraba combustible?
Interesante curiosidad ¿o no lo piensan así?
Pocos lo saben, pero a la muerte del escritor nativo de Providence, Estados Unidos, acaecida el 15 de marzo de 1937, Lyon Sprague de Camp -su biógrafo y amigo personal-, logró enumerar unos 1,500 tomos que se hallaban en su biblioteca. Libros sobre satanismo, religiones antiguas y mitos góticos alternaban con literatura científica y obras clásicas sin ningún problema: 'Daba la impresión de que, con ellos, Howard hubiese querido armar un gigantesco rompecabezas en donde todo lo concerniente a lo humano careciera de misterio, pues la explicación última estaría dada por entidades superiores, procedentes de otros espacios y dimensiones, que simplemente están ahí desde el principio de los tiempos', escribe Sprague en sus Memorias.
Uno de los libros hallados y que más llamó la atención de Sprague, fué una edición abreviada, comentada por la Sociedad Teosófica Internacional y relativamente antigüa (1896) de Las estancias del Dzyan; un supuesto texto de origen tibetano (el primer libro que existió en el mundo, según dicen sus defensores) y que sirvió de base para el movimiento teosófico impulsado por Helena Blavatsky, Henry Steel Olcott y William Quan Judge; una especie de meta-religión ecléctica occidental cuya tendencia era fundir religiones como el cristianismo, el budismo, el hinduismo y directamente relacionado con movimientos esotéricos espiritistas de finales del siglo XVIII, como los representados por los gnósticos y rosacruces.
Según los comentarios que acompañaban al texto, Blavatsky afirmaba que Las Estancias del Dzyan, libro milenario y escrito en lenguaje sensar (según ésto, de origen sagrado), estaba inicialmente confundido con un grupo de antiquísimos escritos esotéricos tibetanos conocidos como los Libros de Kiu-Te. Con el tiempo, unos monjes-lamas lo rescataron e hicieron una traducción al sanscrito. En 1500, el Abad Johannes Trithemius habría recibido de parte de una cofradía ária el encargo de traducirlo al alemán. Finalmente, un misterioso hombre con facha de hindú le reveló su prohibida existencia, entregándole un ejemplar que muy pocos vieron y le fue robado, siendo este último hecho el causante de todas sus desventuras y el descrédito internacional.
Pretendidamente, nos dice Blavatsky en otra de sus obras: 'No es un libro en realidad, sino más bién los registros históricos de un pueblo desconocido y tan antigüo que escapa a toda memoria etnológica y antropológica; está escrito en una lengua misteriosa ausente de la nomenclatura de las lenguas y dialectos con los que está familiarizado la filología; sus conocimientos emanan de una fuente repudiada por la ciencia (Ocultismo); y, por último, son tan prohibidos porque en ellos se encuentra no solamente el pasado, sino también el futuro de la pretendida evolución del hombre'.
En resumen, el libro narra entre otras cosas la aparición de la especie humana sobre la faz de la Tierra. Cuenta que anteriormente existían seres muy parecidos a los humanos, hermafroditos, que se comunicaban mediante telepatía, y que a su vez fueron precedidos por otras especies no terrenas -cada vez más etéreas y espirituales-, y al fin derivadas de una inteligencia primordial que emergió en el momento mismo del nacimiento del universo. Pretende que la progenie humana es una suerte de experimento realizado por Los Antiguos con fines de servidumbre; y profetiza además que el futuro de la evolución se halla en seres cuyo psiquismo será muy avanzado en comparación con el nuestro, que habitarán bajo tierra en ciudades maravillosas y colosales construidas cientos de miles de años antes por razas cada vez más antiguas, 'monstruosas' y extrañas que odiaban al hombre -nadie sabe por que motivo-, y que de vez en vez mandarían emisarios a la superficie para observar nuestro estilo de vida y cómo nos dirigimos a la auto-aniquilación.
Es, pues, tal vez demasiado fácil encontrar vestigios teosóficos en Las montañas de la locura lovecraftiana, ya que en el relato se encuentra prácticamente el corpus principal que integra Las estancias del Dzyan: a saber, ciudades construidas antes del diluvio, historias evolutivas imposibles, seres venidos de las estrellas que solo están esperando el momento para despertar de un sueño muy largo y, al final, colapsar nuestra civilización.
No obstante, una auténtica curiosidad es que Las estancias, así como la novela de Lovecraft -tema de este artículo-, parecieran haber estado adelantadas a sus tiempos o bien, narrar una historia prohibida pero auténtica. En efecto, entre 1938 y 1939, la Sociedad Alemana de Investigaciones Polares respaldó sendas exploraciones a las regiones antárticas, siendo quizás la más relevante la efectuada por el capitán marítimo civil Alfred Ritscher, quien navegaba a bordo del buque Schwabenland. La expedición arribó a la región conocida como Queen Maud Land y ya a bordo de una avioneta de reconocimiento logró fotografiar formaciones piramidales debajo de los hielos antárticos. Según los informes, Ritscher organizó un grupo de investigación para explorar la zona, pero de la misma solamente dos de ellos lograron regresar, en un estado con franqueza deplorable y recitando incoherencias en torno a construcciones con ángulos que no pertenecen a la geometría euclidiana, inscripciones indescifrables y bajorrelieves que no correspondían a esta humanidad. Las fotografías y testimonios de los sobrevivientes fueron enviados directo al Führer, siendo el resultado el abandono definitivo de las expediciones de dicha Sociedad, su disolución durante el régimen nazi y el fin de los intentos de Hitler para construir una base de operaciones en el Polo Sur. Según se dice, en la actualidad el material se halla en posesión del ejército ruso y clasificado como confidencial.
Por otra parte, el Almirante norteamericano Richard Evelyn Byrd, famoso por haber alcanzado el Polo Norte y un hombre cuya honestidad estaba fuera de toda prueba, organizó tres expediciones cuya finalidad era conocer mejor la Antártida y llegar al 'punto cero' continental. Según sus diarios y comunicados de vuelo del 19 y 20 de febrero de 1947, habiendo partido a las 06:00 horas del campamento anclado en Queen Mary Land y en dirección al centro polar, llegó un momento en que las brújulas giroscópicas parecieron volverse locas y a oscilar desordenadamente para posterior dejar de funcionar. Asomándose por la ventanilla de la avioneta, logró divisar coloraciones amarillentas y con dibujos lineales que indudablemente estaban muy lejos de ser formaciones naturales. De pronto, llegó a un punto en que incluso la brújula solar dejó de marcar, las hélices quedaron estáticas -por lo que empezó a planear- y, con asombro, divisó cadenas montañosas sin hielo en cuyo centro había un verde valle cruzado por un apasible río que discurría hacia la parte central. Intrigado, decidió empezar a descender y pudo contemplar regiones con espesa vegetación tropical y construcciones piramidales sui géneris. En una parte de su recorrido, al filo de las 11:45 horas, la avioneta se tornó más ligera de lo normal... y hasta aquí los registros magnetofónicos para con la expedición situada en Queen Mary Land.
Ya en sus Memorias, Byrd narraría que dos artefactos extraños se le aparejaron, y que una voz que parecía tener un claro acento nórdico le dio la bienvenida y le solicitó descender. Ya en tierra firme, el sorprendido Almirante observó que no había nubes ni sol, y sin embargo una extraña luz procedente de algún lugar no identificado iluminaba la zona. Dos seres idénticos, de facciones arias, extraños y misteriosos, con un aire místico, pero de apariencia sin duda humana, lo esperaban ya para conducirlo hacia el centro de lo que parecía ser una gran ciudad, en donde debía entrevistarse con un alto dignatario. Tras disfrutar de exquisitos manjares y bebidas, su anfitrión le narró la historia de aquel lugar llamado Helligoland y que habría sido construido hacía miles de años por una raza primordial, venida de las estrellas y anterior a toda humanidad. Que dicha especie no tenía parecido alguno con cualquier otra conocida. Monstruosa y repugnante a nuestra mirada, se trataba de una sociedad tecnológicamente adelantada, sin valores éticos ni morales, violenta y aguerrida, y que tras una cruenta batalla contra seres angélicos hermafroditos, venidos de Venus y antecesores de la humanidad tal y como hoy la conocemos, había sido expulsada hacia los confines del espacio exterior. Asimismo, su interlocutor le comunicó entre muchas otras cosas más, que la experiencia atómica de Hiroshima y Nagasaky no era nueva, pues en un pasado y en manos inexpertas había sido la causante de variaciones en la inclinación del eje terrestre y la devastación de civilizaciones enteras. Que incluso, este tipo de energía junto a otras aún desconocidas por nosotros, habían sido las utilizadas durante la colosal guerra entre hermafroditos y primordiales. Finalmente, le vaticinó que no pasarían cien años sin que la humanidad entrara en su etapa final y que sería cuando ellos, los habitantes del mundo interior de Helligoland, saldrían a la superficie para revivir y mejorar la especie, además de mostrar a los supervivientes la sagrada historia prohibida.
Terminada la entrevista, Byrd cuenta que fue conducido nuevamente a su avioneta, emprendió el vuelo de retorno y al cabo de unos cuantos kilómetros recorridos miró anonadado que dejaba atrás la luz de aquel lugar e ingresaba a otro donde ya era de noche: su reloj marcaba las 21:45 horas, y al cabo de cinco minutos más los instrumentos volvían a funcionar con normalidad, pudiendo restablecer por completo el contacto con la base de operaciones.
Por supuesto que las pretendidas experiencias de Ritscher y el Almirante Byrd pueden sonar absurdas, descabelladas e incluso más fantasiosas que la narración de Lovecraft. Se sabe sin embargo, que en el caso del capitán alemán y sus expedicionarios jamás habían tenido noticia del relato y que incluso desconocían la existencia del escritor de Providence. Al ser oficiales civiles y no pertenecer a la Sociedad Secreta del Thule, formada en sus inicios por Hanns Hörbiger (el teórico de la Cosmogonía Glacial) y antecesora directa de la Orden Sagrada de las SS calavera de Himmler, resulta altamente improbable que hubiesen podido conocer lo referente a Madame Blavatsky, la Teosofía y el libro de Las estancias, puesto que eran lecturas reservadas para los altos jerarcas nazis, prohibidas a cualquier profano bajo pena de muerte y con lo cual quedaría en el misterio de dónde los dos supervivientes obtuvieron sus historias en caso que hubieran sido ficticias.
En cuanto a Byrd, el caso se torna más complicado. Cabe decir a su favor que durante su trayectoria militar fue distinguido con los más altos honores; además, unos pocos años de su muerte (ocurrida el 11 de marzo de 1957), fue nombrado miembro honorario de la Sociedad Geofísica Internacional y siempre se le consideró un hombre razonable y bastante serio en su proceder. De su aventura antártica, tal vez el siguiente dato sea el más desconcertante de todos: según los registros e instrumentos a bordo, su avioneta pasó al menos 11 horas con 30 minutos en el aire; es decir, 5 horas 45 minutos en su travesía de ida y otras más para su regreso. Desde las 11:45 de la mañana que dejó de transmitir y hasta las 21:50 de la noche en que volvió a hacerlo, estuvo formalmente desaparecido. ¿En dónde estuvo todo ese tiempo el célebre Almirante y en qué lugar llenó de nuevo los tanques, considerando que su avioneta solamente tenía capacidad para unas ocho horas ininterrumpidas de vuelo, que no había otro campamento cercano y que al regresar todavía le sobraba combustible?
Interesante curiosidad ¿o no lo piensan así?
Bibliografía:
Anónimo: Las estancias del Dzyan comentadas por la STI (1985), STI Ediciones.
Blavatsky, H.: La doctrina secreta (1989), STI Ediciones.
Blavatsky, H.: La doctrina secreta (1989), STI Ediciones.
Byrd, R.: Memories (1954), Huttington Ed.
Lovecrfat, H.P.: En las montañas de la locura y otros relatos (2006), Alianza Editorial.
Sprague de Camp, L.: Lovecraft: biografía (1978), Ediciones Alfaguara.
Sprague de Camp, L.: Memorias (1989), Ediciones Pratt.
Muy interesante, gracias también por el libro.
ResponderBorrarEs casi imposible no caer embelezado con tan maravillosos y extraños datos.
ResponderBorrarArmar una historia e imaginar que todo aquello sobre lo que escribieron Blavatsky y posteriormente Lovecraft fue o quizas es realidad, resulta casi imposible.
No era de mi conocimiento tal influencia en la literatura de Lovecraft, pero no me extraña.
Es en efecto, un conjunto de interesantes curiosidades que nos piden ser indagadas.
Muchas gracias por el artículo, que es estupendo, dicho sea de paso.
Qué buen artículo, me atrapó. Imaginar siquiera que el relato de Lovecraft puede ser una probable realidad aunque sea parcialmente me resulta emocionante.
ResponderBorrarMe ausenté un tiempo de los blogs por motivos de estudio, regreso y vaya con lo que me encuentro: que el blog simplemente está sensacional!
ResponderBorrarEstupenda curiosidad!
Pero de verdad, qué impresionante crónica!
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