jueves, 10 de noviembre de 2016

Música: Carmina Burana. De la obra de los goliardos a Carl Orff

Por: Uriel Delac



Conforme se incrementa la fama de la obra de Carl Orff (1895-1982), Carmina Burana, al mismo tiempo se enfatiza el desconocimiento del gran público masificado, soslayado con respecto a la música, los poemas y las circunstancias históricas que inspiraron la popular cantata profana del autor alemán. Que Orff haya retomado y seleccionado algunos poemas medievales, base literaria de su composición, para crear un trabajo que algunos consideran efectista y elemental, podría juzgarse un recurso válido, aunque empleado con anterioridad por otros compositores como Karol Szymanowski y Max Reger.

Entre los goliardos, poetas errantes, clérigos diletantes, enaltecedores de Golias, su archipoeta, y el bestseller orffiano, median siete siglos de desarrollo musical y estético. Los primeros pertecen a la etapa de oposición declarada de lo profano y la omnipotencia eclesiástica expresada en el dominio político y espiritual. Su actitud era de rebeldía, de subversión ante la determinación de la Iglesia de prohibir la música popular, expresión viva de la gente, especialmente de aquella con la cual los siervos, objeto de su dominación, se divertían en un ambiente no del todo ascético. El contenido temático de sus poemas contrariaba las disposiciones oficiales de conducta cristiana y tendía a manifestaciones de vida desmesuradamente hedonista, proclive a los excesos.

Los goliardos vagaron en varios países como Francia, Inglaterra y Alemania, lugar este último en donde se aposentaron los aspirantes a monjes, concretamente en el Monasterio Benedictino de Beuren, cerca de Baviera. Los poemas en los que se basó Orff descubiertos en 1803, publicados en 1847 y conocidos por el compositor alemán en 1935 datan del siglo XIII, y su música alegre y plena de energía, estaba muy lejana de la austeridad de sus homólogos musicales de la Schola Cantorum, dedicados al misticismo devocional del gregoriano. Lo mismo puede decirse de sus hábitos mundanos, en cuya experiencia no faltaban las libaciones, el apasionamiento amoroso, los juegos y la vida despreocupada, constantes ideológicas plasmadas en sus poemas. Ludismo o libertinaje, oposición al poder del clero o simple pretexto para los excesos, son antípodas cuestionables que seducían, ineludiblemente, a quien escuchara texto y música de la Carmina Burana de la Edad Media. Tampoco dejaría de atraer el despliegue de vitalidad, tal vez evanescente, a quien, inmerso en el contexto de los goliardos, se dejara guiar hacia el imperio de la fortuna que rige al mundo.

La riqueza de sonoridad, matizada por el uso de primitivos instrumentos medievales de cuerda frotada, laudes, arpas y órganos portátiles, cuyos timbres resultan extraños a los oídos modernos, incrementan la curiosidad por una música que en sus fines poéticos constituía una auténtica forma de vida. El latín empleado en Carmina Burana, tanto en el original como en la obra de Orff, es una intercalación con rasgos lingüísticos vernáculos alemanes que se conocía como macarrónico, debido precisamente a esa combinación. La calidad literaria de los textos puede discutirse, tal vez hasta condenarse si la óptica es la moralidad, pero resulta innegable la gran capacidad de comunicación que se establece entre sus creadores y su público cualidad apreciable igualmente en la versión de Orff. Sus detractores podrán objetar los valores musicales de su Cantata Escénica, incluso hasta su popularidad, mercantilizada al extremo, pero de ningún modo negarán la respuesta favorable del público y la crítica especializada en las salas de concierto o en las ventas discográficas.

El conocimiento de la música fundamentado en una mercadotecnia de conocimientos estrechos tampoco puede considerarse idóneo, especialmente cuando en términos generales, la música del período medieval, aquella producida por los trovadores, troveros, ministreles y juglares, posiblemente pasa inadvertida ante quienes se han conformado con escuchar la popular obra de Orff. La espectacularidad del aparato orquestal y la grandiosidad coral del compositor bávaro contrastan con la modesta dotación instrumental y las voces intimistas, pero expresivas, de las fuentes originales que sus contemporáneos calificaban como ríspidas y poco flexibles. Esta constituye otra experiencia musical y estética que acercan al escucha moderno a los variados orígenes de la música occidental, aunque no necesariamente se comparta el modo de pensar de los errabundos y disolutos goliardos.

La actitud rebelde de los clérigos y de los estudiantes de la Alta Edad Media, sólo fue compartida en la Alemania Nazi de 1937 —año del estreno de la Carmina Burana de Orff—  por quienes prevenían los riesgos del nacionalsocialismo y se mantenían a la expectativa de los pasos del Fhürer. Orff, a diferencia de sus anónimos inspiradores literarios, no tuvo problemas con el orden establecido y pudo concluir su producción musical, hasta completar su trilogía Trionfi, integrada también por Catulli Carmina y El Trunfo de Afrodita. Por su parte, aunque los goliardos fueron también —utilizando cierta terminología recientecontestatarios ante el poder, sus seguidores, los juglares, lograron entrar a los fríos castillos feudales y contagiar a sus habitantes de su arte, obteniendo igualmente la aprobación del grupo situado en la cúspide social.


¿Cuánto se conserva de los poemas y música goliarda en la estética de Orff, quien consideraba a la música dirigida al gran público, como un producto sencillo en extremo? ¿qué contenidos originales del medioevo subsisten en su obra, fuera de la idea de la fortuna y la vida desenfrenada, que el público actual esté interesado en conocer y profundizar? El acercamiento a las fuentes literarias, musicales e históricas permitirán indudablemente compenetrarse en una época, sus aspiraciones, sus ideales, su experiencia artística vinculada a la vida cotidiana. Para quien se interese en el conocimiento de la música de aquel período, de la cual se ha hablado, cuenta con tres referencias discográficas de la Carmina Burana original: las versiones grabadas por René Clemencic, Thomas Binkley y la más reciente a cargo de Phillip Picket, contenida en varios volúmenes fonográficos.


Gracias a estos registros es posible conocer con cierta fidelidad musical el arte de los estudiantes, profesores y monjes que expresaban a través de danzas, canciones y poesía, un ideario que encontraría su analogía con las manifestaciones de protesta de las generaciones de jóvenes como la correspondiente a la década de los sesenta. Con estas consideraciones del orden social, la compenetración con la obra de los goliardos y la escuchadísima Cantata Escénica del compositor alemán tal vez pueda aportar una mejor apreciación de estas músicas, más vinculada al contexto político y cultural en el cual se produjeron. Todo ello en beneficio de un mejor conocimiento de la música medieval, incluida la de nuestro tiempo si se atiende a un criterio meramente cronológico en los casos de la obra de Szymanowski, Reger, el mismo Orff y muchos otros más.








5 comentarios:

  1. Precioso artículo.
    Mucho más para aquellos que hemos sucumbido ante los encantos del Carmina Burana de Orff.
    Muchas gracias por hacernos partícipes de este conocimiento.

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  2. Siempre habia tenido curiosidad por saber más sobre esta obra. Es un artículo bastante interesante, nos permites en el conocer los orígenes de esta obra. Como bien cita , muchos desconocemos las raíces de obra musical. Gracias por este artículo .

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  3. Que extraordinario artículo, mi amigo, qué extraordinario. Debes saber que en las regiones centrales de Europa, los goliardos tardíos habían olvidado su escencia y se decían descendientes del gigante Goliath, de ahí que su pensar fuera iconoclasta y hereje. Incluso, muchos de los poemas goliardos que revisó Orff para componer su cantata contenían invocaciones a los seres eróticos de la oscuridad, a saber, diablesas y demonios que, según los apócrifos bíblicos antigüotestamentarios, habían convivido con Adán en aquel mítico Edén.
    Por otra parte, centrándome en aspectos musicales exclusivamente, resulta sorprendente que algunas piezas de la cantata de Orff se acerquen instrumentalmente a las originales a pesar que el bávaro no había tenido la oportunidad de escucharlas en su forma pretendidamente original, auqnue he de señalar que en las reconstrucciones historicistas hay más imaginación que autenticidad. Incluso, Clemencic alguna vez señaló que sus reconstrucciones obedecían más a criterios folclóricos que a una pretendida realidad.
    En fin, mi gran Angelus, para qué seguir abundando sobre temas que dominas a la perfección.
    Un gran abrazo y recuerda que las puertas de Diapason y Scherzo siguen abiertas. Solamente es cosa que te decidas y me lo hagas saber.

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  4. Muy bueno. El artículo aborda temas desconocidos para mi. Por cierto: ¿para cuándo algo sobre el Maestro Carlos Kleiber?
    Es casi una súplica.

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  5. Impecable, enriquecedor, estupendamentemente redactado, excelente manejo de la información. El autor sabe con qué va Carmina Burana. Me encantó.

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