lunes, 31 de octubre de 2016

Literatura: Destazando a El castillo de los Cárpatos/ Las indias negras/ Una ciudad flotante

AUTOR: Julio Verne (1828-1905)
PAÍS: Francia
EDITORIAL: Editorial Porrúa, S. A.
COLECCIÓN: SEPAN CUANTOS # 361
EDICIÓN: 1982. Primera edición.
ISBN: 968-432-727-7

PÁGINAS: 257

He aquí reunidas tres obras de Julio Verne, quizá no muy conocidas dado que principalmente escribía sobre aventuras y divulgación científica, pero sí importantes ya que son de sus pocas novelas que se pueden considerar como opciones a recomendar dentro de la literatura gótica.

Cualquier amante del género gótico debería saber que fue Horace Walpole (1717-1797) quien convirtió a El castillo de Otranto (1764) en la novela precursora de dicho movimiento literario. Sin embargo, la tacañería narrativa de Walpole -o escueta habilidad descriptiva si se prefiere- priva al lector que exija laboriosidad en cada párrafo de sentirse apresado por la historia. Para nuestra fortuna y regocijo, las dos primeras novelas que se destazan aquí cumplirán con creces con ese objetivo, en especial Las indias negras.

Si parafraseamos a El horror sobrenatural en la literatura, H.P. Lovecraft nos muestra los principales elementos que componen la típica novela Walpoliana: 

1) Un escenario, generalmente un castillo o mansión, cuya fama o infamia es la que dota de una atmósfera hostil; en la que se usa pasillos, cavernas o cualquier lugar solitario, desolado o oscuro, al que una persona lúcida dudaría en vagar por sí sola, para crear una atmósfera inquietante.
2)Una galería de seres sobrenaturales que forman un núcleo de suspenso y ansiedad demoníaca. Aunque Ann Radcliffe modificaría un poco este aspecto, en el que lo sobrenatural, al final, termina explicándose de una manera lógica. Siendo este segundo caso el que emula el escritor francés en cuestión.
3)La típica damisela en apuros y el villano que la aterroriza.
4)El héroe que atraviesa por todo lo antes dicho antes de salvar a la damisela.

El castillo de los Cárpatos (1892): En Transilvania, en una meseta localizada en las inmediaciones de Werst, se encuentra un castillo abandonado que perteneció a la extinta familia de barones de Gortz. Cuenta la leyenda que desde la desaparición del último heredero, Rodolfo el negro, un viejo árbol de haya pierde una de sus ramas cada año, advirtiendo el tiempo en que el castillo seguirá de pie, hasta que la última rama caiga.

Werst. Un pueblo de gente inculta bastante supersticiosa, guardan un gran respeto y veneración por el pastor Frik.

Frik-Frik el pastor al servicio de Koltz. Charlatán que vende brujerías y profetiza, pero que a la vez sigue siendo supersticioso, al grado de que a veces se cree sus propias profecías. Pastoreando los rebaños, conoce a un buhonero que le vende un anteojo, entonces logra ver un humo proveniente del torreón del castillo abandonado, lo cual atribuye a una obra del Chort (Diablo).

Koltz, el juez de Werst. Funge como una suerte de alcalde, se enriquece gracias a los impuestos que inventa, como el derecho de paso a los turistas.

Mariota, hija del juez Koltz y novia de Nic Deck

Nic Deck, guardamontes. Hombre rudo y valiente que se aventurará a investigar los sucesos sobrenaturales que ocurren en el castillo de Rodolfo de Gortz.

Hermond, el maestro de Werst. Sólo enseña a leer, escribir y contar. Destaca su gran conocimiento de leyendas y folklor local.

Patak el doctor, en realidad enfermero. Estereotipo de hombre ciencia incrédulo, pero en realidad es tan crédulo como cualquier otro pueblerino.

Jonás, el dueño de la posada Rey Matías donde el resto de los personajes forman un cónclave para resolver qué hacer respecto al castillo, una voz espectral interrumpe la reunión y amenaza a Nic Deck para que no se atreva a entrar al castillo.

La novela se divide en dos partes, cuya segunda mitad ha sido omitida por completo para evitar dar datos que pudieran hacer predecible el final. Su longitud es menor a 85 páginas, por lo que no es una carga en caso de que no sea del agrado del lector, excepto por esa manía de Verne de ser tan minucioso con la información que proporciona...situación que es un deleite cuando desarrolla los personajes o narra la acción y el suspenso en todas sus obras.

Me parece perfecto que dedique un capítulo entero a pormenorizar los accidentes geográficos, la vegetación, la localización del pueblo Werst y cómo se vive en el...pero es excesivo saber que las minas de Torotzko producen ciertos minerales, cómo funciona la economía aledaña, etc., cuándo no tiene ninguna importancia en la historia. Caso contrario a La isla misteriosa, donde el ingeniero Smith usa sus conocimientos de química e ingeniería para mejorar el bienestar de los habitantes de la Isla Lincon. Si al menos hubiera un capítulo en el que los protagonistas se aventuran o pasan por las minas, dicha información no saldría sobrando.

Empero es imposible no hablar de tecnología o de ciencia en la obra del escritor francés. El teléfono fue inventado por Antonio Meucci en 1857, patentado por Graham Bell en 1876. Quizá el telégrafo seguía siendo dominando el mercado de las telecomunicaciones en esa época, por lo que sería normal que fuese un aparato desconocido o inaccesible para la población promedio, en especial para los ignorantes habitantes de Werst, que se sorprendían hasta con el anteojo del pastor Frik-Frik. Por otra parte el fonógrafo, patentado por Thomas Alba Edison en 1876, ya permitía grabar sonidos, pero no voces; el gramófono se patentó en 1888 por Emile Berliner, pero quizá Verne no conocía ese aparato cuando escribió la presente novela gótica, ya que la máquina que se usa en la historia era una suerte de fonógrafo, más avanzado, que podía grabar hasta fragmentos de una ópera.

El castillo de los Cárpatos es un homenaje a la primigenia escuela de horror gótico: a pesar de haber recibido influencia directa de Edgar Allan Poe, en especial gracias a La narración de Arthur Gordon Pym, no hay el menor dejo de terror psicológico, que busca causar miedo mediante las emociones de los personajes en vez del ambiente tétrico o los seres fantásticos.

La mayor parte del contenido pudiera interpretarse cómo una sátira a la época ya positivista, en el que la mayoría del vulgo seguía conservando sus viejas supersticiones.


Las indias negras (1877): La historia comienza cuando el ingeniero Jacobo Starr recibe casi simultáneamente dos cartas contradictorias: La primera es de el antiguo capataz de una mina de carbón abandonada desde hace diez años, Simon Ford -quien con su familia son los únicos habitantes en el subsuelo-, en la que solicita su presencia de su ex-jefe para revelarle algo de suma importancia, y que conserve en secreto la existencia de la correspondencia. La segunda carta, de remitente anónimo, invalida a la primera diciendo que ya no es necesario que el ex-director visite la mina Alberfoyle,

Al pasar tanto tiempo la mina abandonada, entre los habitantes de Escocia corren rumores sobre duendes y otros seres sobrenaturales que la habitan. Desde el momento en que Jacobo Starr entra con Harry, el hijo de Simon, eventos misteriosos parecen amenazarlos, como si algo o alguien quisiera ahuyentarlo.

En esta novela, en la cual un paisaje subterráneo demuestra ser más aterrador que cualquier castillo embrujado. Verne se encarga de atemorizarnos con los temores más básicos, los que apelan directo al instinto de supervivencia, en la que morir sería el escape más rápido al sufrimiento: desde estar a oscuras en un lugar donde es muy probable caer en pozos o perderse sin remedio, hasta quedar atrapado sin posibilidad alguna de escape; sin obviar el acoso de una inteligencia determinada que no duda en tomar la ofensiva para proteger su territorio de los intrusos.


Una ciudad flotante (1871): El Great Eastern es el barco de vapor más grande de su época. Cabe mencionar, para fines comparativos, que la historia ocurre en el año 1867: El RMS Titanic hizo su primer y único viaje en 1912, su eslora (largo o longitud de popa a proa) era de 269 metros, su manga (ancho o longitud de babor a estibor) de 28 metros, y podía transportar menos de tres mil pasajeros; el trasatlántico de la obra cuenta con medidas bastante similares, pero podía transportar a diez mil pasajeros, por lo que la diferencia debe radicar en la altura de las diferentes embarcaciones (una fragata lucía como una lancha en comparación al Great Eastern)

A diferencia de las novelas anteriores, ésta se encuentra redactada en primera persona y a manera de crónica.

El protagonista de la historia partirá desde Liverpool a Nueva York en el viaje inaugural del gigantesco crucero. Allí se encontrará con Fabian Mac Elwin, uno de sus amigos y también antiguo compañero de armas en la India, Arquibaldo Corsican el amigo de éste y al doctor Dean Pitferge.

Si es que mi lector estudia o practica la ingeniería naval, encontrará fascinante los retos que tuvo que superar el Great Eastern tan sólo para poder operar.

Como nos tiene acostumbrados el autor, los personajes son buenos y variopintos, pero en este caso la trama es tan sencilla que no les hace mucha justicia; Harry Drake, el villano en turno, cumple cabalmente con su función de fastidiar a Fabian, al que tanto odia sin que éste, Mac Elwin, sepa la razón de ello. A pesar de que el conflicto entre Harry y Fabian es lo más fundamental en esta historia, Verne lo aborda de tal manera que casi parece una subtrama, uno de los tantos pormenores que el transatlántico atraviesa durante su viaje. Cabe mencionar que en esencia tiene una estructura narrativa similar a la primera obra mencionada, lo digo por el conflicto entre dos rivales, variando en que la primera parte enlaza a la siguiente, por lo que no hay desperdicio alguno en la sucesión de los hechos que justificarán la aparición de un nuevo protagonista. 

Tampoco se le saca tanto provecho a la "posibilidad" de que el barco gigante esté embrujado, sin importar el énfasis que el doctor Pitferge haga en él (no como en El castillo de los Cárpatos o Las indias negras en la que "la escenografía" tiene un papel determinante en la historia). Es lamentable puesto que Dean Pitferge es uno de los personajes más llamativos y humoristas que he leído en lo poco que conozco del escritor francés; si fuese posible reemplazaría a cualquier personaje en La isla misteriosa por él, excepto al ingeniero Smith, el marinero Pencroff y Ayrton. 

Podemos concluir que Una ciudad flotante no sería la mejor obra para iniciarse con uno de los padres de la ciencia ficción y, si ya se conoce otra de las más de sesenta obras del susodicho escritor, no hay razón para reparar en ella. Aunque ha de admitirse que el propio Verne logra "sacarlo a flote" meramente por su copioso y concienzudo talento narrativo, que lo ha consagrado como uno de los escritores franceses más importantes de todos los tiempos.

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