Por: Naz
Amaneció.
Alumbra la aurora tu espalda...
purpúrea, carne lacerada.
Sus labios te muerden con frenesí, su
caricia arde con frialdad teatral.
Matan la sed con sus poros, que gotean.
Ángeles desencajándose las alas, en un
exterminio bilateral... mutuo.
Hiede a oxido y clavo, a sangre
vertida, al tabaco de mi cigarro que cruje.
Alma marchita entre los árboles,
agonizando en el bosque; la presa extendida.
Su cabello de ébano enredado en mi
puño.
Un sutil gimoteo orientará a las aves
de rapiña.
El todo y la nada,
Caótico, la condena de no poder olvidar sus ojos
tristes, sus ojos exánimes.
bárbara
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