martes, 30 de enero de 2018

Artes Plásticas: El arte hedónico de Maria Szantho, la pintora que se negó a retratar a Stalin

Por: Daphy 


Mujer con violín (1925)


Mujer en tonos de rosa (1923)
Maria Szantho, una de las grandes pintoras magyares de todos los tiempos, nació en Szeged —la tercera ciudad más importante de Hungría— en el año de 1897. Perteneciente a la alta aristocracia imperial, estudió música y se diplomó con altos honores en la Academia de Música Franz Liszt de Budapest en la especialidad de piano. Poco después, decidió dedicarse a la pintura y estudió en Györ con maestros de la talla de Geza Kukan, Bertalan Karlovszky, Pal Fried y Matyas Vitez; todos ellos, representantes de la escuela de pintura austro-húngara. Asimismo, hacia la segunda década del siglo XX, viajaría a Francia (especialmente París) y Roma, Italia, para tomar clases magistrales con Henri Matisse y Pompeo Fabri.

Ballerina en rosa (1925)


En los años siguientes a 1920 comenzaría a exponer en el Salón de Arte de Mucsarnok y su temática principal sería la mujer húngara. La mujer magyar retratada en forma sensual, desnuda o semidesnuda, y acompañadas frecuentemente de instrumentos musicales —como violines y panderetas—; rodeadas de ambientes vernáculos, con ensoñadores y coloridos fondos; formaría un tema recurrente en su obra. Los retratos muestran rostros descansados, serenos, con un hálito idílico. Ojos y bocas son tratados de forma especial. Los desnudos, con pieles rosadas, relucientes, están cargados de gracia y sensualidad. En esta etapa, según afirmaba la propia artista, se observa en su obra la influencia de el hedonismo de Károly Lotz y la alegría de vivir de Gyula Benczúr, pintores también de origen húngaro. Por otra parte, sus pinturas naturalistas son también ricas en color. Los trazos son suaves y definidos e incluyen frecuentemente retratos de personajes, animales domésticos y naturalezas muertas.

Mujer desnuda (1930)
A inicios de 1930 tuvo exposiciones individuales regulares en los Estados Unidos y Japón. En 1939 representó a Hungría con tres de sus lienzos en la Feria Mundial de Nueva York; cuadros que nunca le fueron devueltos tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En 1942, pintó la que se considera su obra maestra: La leyenda del venado mítico, la cual tuvo un gran eco en la prensa y por la que logró obtener el prestigiado Premio Esterházy a las artes. No obstante, dicha pintura no sobreviría a la guerra debido a que fue destruida durante la invasión Nazi a Budapest

Doncella con banjo (1934)
En la década de los 50's del siglo pasado, el Politburó Soviético a través de su embajada en Budapest le pidió realizar un retrato de Iósif Stalin, a lo que ella se opuso alegando falta de materiales adecuados para tal empresa. En contestación, los rusos le enviaron un enorme lienzo, caballetes, multitud de pinceles y óleos. No obstante y para fortuna de la genial húngara, Stalin moriría repentinamente en 1953 sin que el retrato pudiera siquiera bosquejarse.  A pesar de tener numerosos encargos de trabajo, la Hungría comunista de la postguerra no permitía vender de forma privada a países occidentales, por lo que la obra de Maria Szantho perteneciente a esa época permaneció ignorada hasta la caída del Muro de Berlín en 1989: sin embargo y por fortuna, algunas de sus pinturas anteriores a la guerra fueron subastadas en Galerías tan importantes como Christie entre otras—, lo que les aseguró la supervivencia durante las difíciles épocas que se avecinaban.

La pintora María Szantho


En su Hungría natal, su obra fue desestimada mientras subsistió el Politik Magyar Dolgozók Pártja. Las náuseas que a Maria le provocaba el simple pensar en el grotesco Stalin y su títere político Mátyás Rákosi, eran evidentes. Se cuenta que durante una exposición dedicada a pintores y artistas plásticos de origen magyar, el líder del Partido Comunista Húngaro (el ya citado Mátyás Rákosi) se acercó a ella felicitándola por sus lienzos. La Szantho, haciendo gala de un fino sentido del sarcasmo, tan solo le contestó: No creo que mis cuadros sean más bellos que aquellos escenarios pintados en rojo sangre por Sosó como se le conocía a Stalin en Hungría en su magna obra denominada "La Gran Purga". 

En 1997, año del centenario de su nacimiento, le fue concedida la Gran Cruz del Oficial de la República de Hungría en honor a su extraordinaria trayectoria. Maria Szantho fallecería al poco tiempo: un 11 de marzo de 1998 en el Castillo Karolyi de Nagymágocs, en su adorada Hungría al fin libre del infame yugo soviético.



domingo, 28 de enero de 2018

Poesía: Niña que toca el violín.

Por: José L. Avendaño




Para: Mariana Clavel

Notas emergen de sus manos,
danzan en ritmos pausados,
su melodía es trinar de pájaros,
hojarascas que se mecen al viento,
caída de lluvia en el tejado:
lágrimas que trae el cielo.

Un brotar de lienzos límpidos
dibuja el movimiento de su mano,
lento trazo de pincel con colores sonoros,
acuarela de imágenes danzantes,
son altas notas que despiertan errantes.

Su instrumento es un quiosco de Luna
donde los astros resuenan,
ecos de su caminar por las órbitas,
pasos de estrellas que copian.

Por el toque de sus manos
el mundo se llena de notas,
bailan las olas,
rebozan los campos,
florece la milpa,
los granos pululan.

El Dios Tlaloc lanza, insomne, su llanto.


*****


José de Jesús López Avendaño. Nace el 18 de abril de 1994 en la ciudad de Salina Cruz, Oaxaca. Cursa la carrera de Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). Ha publicado en la revista literaria Monolito; en la gaceta de la UNACH, Letra suelta; la revista virtual, Mimeógrafo y en el Blog de la tertulia, donde participa activamente. Ha sido participante en el festival cultural “La hojarasca” en su edición del 2015. Ha asistido al coloquio cervantino en sus ediciones XXV y XXVI. Actualmente cursa el octavo semestre de su carrera.


lunes, 22 de enero de 2018

Literatura: Ironía angelical (relato)

Por: Víctor Estrella Hernández


El ángel guardián - Pietro da Cortona (1656)


Aquella noche David se encontraba reposando en su cama pensando en tantas y tantas cosas. Era uno de esos jóvenes adultos, de veinte años tal vez, que invariablemente terminan cuestionándose sobre su existencia en este mundo. Se sentía realmente un estorbo inservible. Su crisis —que él denominaba existencialista ni siquiera le permitía pensar claramente. Hablando para sí mismo, se repetía constantemente:
Bien, creo que debería desaparecer... Sí, eso es lo que debo hacer, quizá así alguien me extrañe. O quién sabe, la verdad ni soy tan importante… ¡Tengo una idea! Reuniré algo de dinero, compraré suficiente comida y me iré al bosque... ¡Sí, eso haré! Llevaré comida y volveré un unos días, así recibiré algunos abrazos de la gente que creo me estima y le caigo bien! 
Entonces fue interrumpido por una voz en la oscuridad:
¡Cállate ya, nadie te quiere y punto! ¿Sabes lo incómodo, desesperante y molesto que es oírte decir lo mismo cada noche y que en ningún maldito día desaparezcas?
David se encogió de hombros, miedoso de escuchar esa voz que sonaba bastante ronca y varonil. Utilizó la sabana para esconderse, como suelen hacer los niños contra los fantasmas cosa inservible y, con algo de miedo, exclamó:
Tía Roberta ¿eres tú?
No, no soy tu tía Roberta y tienes conciencia plena de ello, pues ella ya muriócontestó la voz. ¿Sabes? aunque existiera la posibilidad de que ella reviviera por un momento y pudiese visitar a algún familiar, no creo que malgastara su tiempo viniendo contigo.
¿Quién eres entonces?, suenas como mi tía Roberta, ella me hablaba casi de la misma forma.
Imagino que por eso estás tan dañado, si incluso tu tía te odiaba… 
Hubo silencio por un momento y la voz en la oscuridad, seguida de un suspiro, cambió su tono autoritario a otro más suave y cordial:
¡Soy tu bendito ángel de la guarda!
David se confundió, frunció el ceño, acercó su mano al teléfono y dijo osadamente:
¿No será que eres un maldito necrófilo? ¡Creo que debería llamar a la policía!
¡Estúpido, un necrófilo se mete con cadáveres! Tú podrás estar figuradamente muerto en vida, pero no eres un cadáver exclamó molesto el portador de la voz.
Existe la posibilidad de que me mates y luego cumplas tus más bajos deseos con mi cadáver. ¡Muéstrate o llamaré a la policía! amenazó el muchacho claramente atribulado.
¿Sabes al menos cuál es el número de la policía? No, porque eres un inútil. Ya te he dicho que soy tu ángel de la guarda. No puedo mostrar mi rostro. Es más, de hecho, ni siquiera debería estar hablando contigo, pues me está estrictamente prohibido por el “patrón”. Pero sucede que quería dejar de escuchar tus estupideces: así que no trates de hablar a la policía, pues solo te pondrías en ridículo. Sé lo que te digo, debo protegerte o me cuelgan de las cejas.
Bien, encenderé la luz y veré tu rostro dijo David de manera un poco más tranquila.  
Tranquilo, lo haré yo –contestó el pretendido ángel aún en la oscuridad.
De repente se hizo la luz y el chico cayó en cuenta de que no se veía a nadie en la habitación.
¿Pero adónde se habrá ido este necrófilo? se preguntó en voz alta.
Tranquilo, no me he ido se volvió a escuchar en la habitación.
David se exaltó y volteó a todos lados en busca de quién emitía la voz.
¿Dónde te encuentras, maldito depravado? preguntó.
En el diván… Y no, no soy un depravado, ya te dije quién soy –le contestó afablemente la voz.
— ¡No jodas, no lo creo! Un ángel de la guarda no se expone de esta manera a quien protege...
Es que la mayoría de los ángeles no cuidamos todo el tiempo a una sola persona, como todos creen.
Aquella confesión, casi involuntaria, llenó de curiosidad a David (quien empezaba a creer), que preguntó asombrado:
Entonces... ¿de verdad eres un ángel?
– ¿Sabes David? Creo que estoy hablando demasiado. Ya he hecho bastante con mostrarte mi voz; pero es que me cansé de cuidar a la gente a escondidas. Así que ahora te resguardaré únicamente a tí y voy a tratar de ayudarte en tu vida diaria solo porque noto que eres mi más dañado protegido. Aunque desde ahorita te digo que no podré estar contigo todo el tiempo.
¿Qué no hacías eso antes? preguntó el muchacho frunciendo el ceño.
¿Ehhh?… Sí, pero con la diferencia que ahora sabes que lo hago —contestó nerviosamente la voz.
Entonces… ¿No me matarás para luego… tú sabes?
No, no lo haré, y déjame decirte que eso suena demasiado estúpido.
¿Me ayudarás a no dar asco ni a causar lástimas?
Así es, pequeño incrédulo… Yo me encargaré de que tu depresión no persista más en tu ser. Seré yo quien te proteja de esa absurda nube de tristeza, existencialismo, desamparo y ganas ir al bosque que tienes en tu vana esperanza e ilusión que alguien te extrañe.
¿Y cómo harás eso?
Ni idea, David. No soy psicólogo, ni algún especie de gurú adivina futuros que pueda asistirte de esas manerasPero puedo ayudarte en lo que me pidas y quizás eso sosiegue tu tristeza y auto marginación; algo así como si en mí tuvieras a un involuntario y obligado sirviente.
¡Eso suena genial! Empieza pues por limpiar mi casa mientras yo duermo. ¡Ahhh, y trata de no hacer ruido, pues tengo el sueño ligero!
Acto seguido, el jovenzuelo se recostó cubriéndose con la cobija y se durmió al instante. Por su parte, no era posible ver el rostro del ángel pero, por el largo y tenso silencio, podía adivinarse que miraba con cierto odio y desprecio a su protegido.

Al romper el alba, David despertó y notó que su habitación estaba totalmente limpia, impecable, todo estaba en completo órden. Giró la cabeza observando cada rincón y comentó en voz baja.
No, no fue un sueño...
¡No estúpido, no lo fue! Me hiciste limpiar tu casa..., tu puerca y despreciable casa. Además, sin hacer ruido. ¿Sabes lo estresante que es utilizar tan solo un plumero para limpiar absolutamente todo, sin despertarte? contestó el ángel, evidentemente molesto. 
David se asombró al escuchar la voz.
¿Dónde estás? preguntó.
El ángel solo tiró una pelota desde el diván donde se encontraba recostado.
¡Eres genial! Dime ¿cómo te llamas? –cuestionó el chico.
Los ángeles de la guarda no tenemos nombre, así que dime como mejor te plazca.
— Pero ¿por qué no tienen nombre?
– En toda nuestra eternidad no nos comunicamos con nadie, por lo que no necesitamos de un nombre. Vivimos para proteger a las personas y nada más. Vigilamos cada cosa que hacen y ni tiempo tenemos de charlar entre nosotros.
David se levantó de la cama y empezó a vestirse sin importarle que el ángel estuviese ahí.
— ¿No sientes pena de que observe cómo cubres tu desnudéz? —interrogó la voz.
Supongo que no debe ser la primera vez que me miras, depravado; así que no, no tengo por qué sentir vergüenza.  
Me temo que así es respondió el ángel.
Bien, te llamaré Fido entonces.
Tu perro se llamaba Fido..
Me importa un bledo, así que vámonos ya.
¿Adónde iremos, mi joven amo? dijo el ángel en tono burlón.
A calmar mis penurias mi fiel sirviente, mascota, o como quieras que te llame.
El ángel se conformó con seguir a su bisoño protegido y caminaron por entre algunas decadentes y casi abandonadas calles; olvidadas excepto por un buen hombre que día a día recordaba limpiar las banquetas de un callejón sin nombre. Nadie sabía por qué lo hacía puesto que ni siquiera vivía en ese vecindario. No obstante, el sujeto las aseaba sin que alguien comentara algo. Y nadie decía nada porque a nadie le gustaba limpiar. 
Después de cruzar todas esas vías asoladas por el silencio, por fin se detuvieron frente a una casa de un solo piso. Práctucamente un vejestorio que parecía estar abandonado, en el que la pintura de las paredes se deshacía al simple tacto y que contenía quién sabe cuántos grafitis dibujados por todos lados. 
David miró la casa por unos instantes, como esperando que el ángel emitiera algunas palabras, y así fue:
¿Qué hacemos aquí, David?
¡Ahhh! Espera un momento, por favor. Unos cinco..., no, mejor unos diez minutos respondió el jóven ostentando una mirada seria.
Lo siento amigo, pero no puedes ir solo, pues debo protegerte replicó el ángel.
Tranquilo, solo haré una cosa y ya... Tú espérame.
 El ángel trató de oponerse una vez más, pero David ni esa elección le dejó; así que al protector no le quedó más remedio que quedarse.
Exactamente nueve minutos con cincuenta y cinco segundos después se escuchó el quebrantador estruendo de una pistola. Inmediatamente, el ángel entró a la casa y encontró a David a: derrumbado y con su cabeza desangrándose por el hemisferio derecho. Tal vez atónito, el ángel no acertaba a comprender lo que había sucedido. Al lado de David, ahora hecho un cadáver, se encontraba una nota. El ángel la tomó y empezó a leerla. En ella se encontraba escrito:

«La depresión para mí siempre fue algo ridículo. Constantemente he pensado que se trata de algo vano y que no existe motivo por el cual deba estar deprimido. Sin embargo, este pensamiento es el que me ha mantenido con los ojos vendados. Yo jamás pensé que esta depresión estuviese tan desmedida en mí, tan descontrolada que incluso empecé a tener alucinaciones auditivas, a escuchar una voz que decía ser un ángel de la guarda que calmaría mis miedos y angustias. Así que solo queda decir a quienes me querían (si es que existe alguien) que lamento haber hecho esto; pero es que no pude soportar el hecho de que mi pensamiento creara un ser imaginario con intenciones de ayudarme a superar esta tristeza, la que por cierto no me afectaba tanto.
Los estima, David».

El ángel dejó de leer y pensó: 
— ¡Mierda, otra vez sucedió! 
Luego notó que al reverso de la hoja había algo más escrito:

«Posdata: Fido, si es que en realidad existes, por favor no violes mi cuerpo. Y si es cierto que me querías ayudar, pues te digo que eres un estúpido... Por tu culpa pensé que había tocado fondo. 
Espero que quede en tu memoria, David».