viernes, 19 de enero de 2018

Literatura: Apuntes sobre el Ulysses de Joyce, el libro infinito.

Por: José L. Avendaño



Joyce playing the guitar, Trieste (1915)

Ulysses no es ni un a priori ni un a posteriori sobre la vida o la conducta de los hombres, es el presente histórico. No es el reflejo de la luz ni el eco de la palabra; es la luz y la palabra: no es la nostalgia de un pasado lejano o inmediato, o la premonición de un futuro, es, la suspensión de la conciencia del mundo.
Salvador Elizondo, Teoría del infierno.


El valor del Ulysses (o Ulises) de Joyce para este siglo sigue siendo deslumbrante: la sentencia, de que dejaría ocupados por más de trecientos años a los críticos, parece cumplirse y ser verdadera. Su estructura —los cambios de narrador, de tipo técnica narrativa, etc.— hace que muchos lectores desistan de leerlo o lo abandonen a medio camino. Los manuales de Edmund Wilson o Harry Lewin corresponden a las mejores guías para los que intentan adentrarse en su contenido y, aún con ellos, un cuantioso número de lectores prefieren abstenerse de hacerlo porque no otorga —en apariencia— ningún placer hacerlo. En contraposición a esta manera de pensar, el presente artículo tiene la intensión de resaltar los puntos clave para su lectura; los momentos de mayor intensidad de placer lector; y, además, centrar al lector en la figura del hombre del impermeable, que representa —apreciación personal— la incursión de Joyce mismo como personaje en su obra. Como dato adicional, hemos de señalar que este trabajo se sustenta en una lectura personal del Ulises según la traducción de Editorial Planeta.
    
Joyce en Zúrich, (1918)
De entrada, podemos considerar que las analogías que Joyce realiza entre Odiseo y Leopoldo Bloom, Stephen Deadalus con Telémaco y Molly con Penélope, son citadas con frecuencia debido a que cada capítulo del Ulises pareciera corresponder a un canto de La Odisea; y en todo caso es pertinente considerar estas similitudes porque pueden ayudarnos en la lectura de la obra. No obstante, lo cierto es que el mismísimo Joyce señaló en alguna ocasión que un buen lector debe prescindir de dicha comparación. Ricardo Piglia comenta al respecto: (...) en el Ulysses, la Odisea es una referencia importante para el que escribe el libro, pero no para el que lo lee (p. 153), por lo que denomina al estilo utilizado por Joyce escritura secreta para referirse al molde que ocupó para construir la obra  justificando así el título de la misma. 
En el Ulises, Bloom es un vendedor de seguros que recorre las calles de Dublín. Originalmente, Joyce había pensado en un cuento llamado Mr. Bloom’s Day in Dublin y que contaría un día en la vida del Señor Bloom, por lo que la historia es en apariencia sencilla. Incluso podemos plantear el hecho de que el árbol genealógico que aparece en Cien años de soledad, la cantidad de personajes habidos en las novelas de Thomas Pynchon o en las andanzas de Don Quijote, demandan una mayor atención para poder entender la trama. No obstante, en Joyce, lo complicado es la estructura de la narración, es decir, la manera en que describe y desenvuelve sus personajes. Autores como Samuel Beckett y William Faulkner —entre otros— demuestran complicaciones semejantes.
    
Marilyn Monroe, fotografía de Eve Arnold (1955)
La magna obra de Joyce inicia con una parodia de la Misa Católica y del Cristo —llevada a cabo por el personaje de Buck Mulligan, durante su estadía en la Torre Martello— y culmina con un largo monólogo a cargo de Molly; como haciéndonos ver que ambos pasajes funcionan como anverso y reverso del Ulises. En dicho lugar —que parece cumplir funciones de pensión—, Buck Mulligan y Stephen Dedalus hablan de un tercero que parece estar de invitado —el británico Haines—, desayunan los tres juntos, pagan la leche a la mujer que viene a servírsela, se van de paseo los tres y acaban en el mar, donde Buck se baña y Dedalus se separa del trío debido a que el mar lo remite hacia el recuerdo de su madre. A continuación, Mulligan nos muestra los que serán los grandes símbolos de la novela: el espejo y la navaja, objetos que el escritor Harry Lewin argumenta hacen referencia a Irlanda. El monólogo que Stephen efectúa hace que la novela alcance un máximo desde sus inicios; mientras que, en contrapunto, el largo monólogo de Molly expresa la nostalgia por Bloom debido a que su recuerdo le conmueve:

(...) y luego le pedí con los ojos que me volviera a pedir sí y entonces me pidió sí yo quería sí decir sí mi flor de la montaña y primero lo rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí para que pudiera sentir mis pechos todos perfume sí y el corazón le corría como loco y sí yo dije sí quiero. Sí.

Estas son las partes que delimitarán la novela. El ensayista y escritor norteamericano Edmund Wilson señala que las palabras de Molly son semejantes al oleaje de un mar profundo, siendo entonces dicho monólogo interior (Stream of consciousness) la técnica principal en la que se basa Joyce para desarrollar su obra. Así, esta manera de contar las cosas evita toda descripción espacial innecesaria en tanto que otorga al personaje la facultad de crear su propio espacio. Es un hecho que cuando se narra en primera persona —es decir, sin uso del monólogo—, lo que se cuenta pasa por el intelecto del autor y trata de ajustarlo al lenguaje articulado, por lo que las descripciones tienden a ser más objetivas y con símbolos más universales; pero, cuando se cuenta desde el monólogo interior, toda descripción de objetos se ve alterada por la presencia inmediata del recuerdo. Consecuentemente, la memoria hace que el mar sea verde —como es el caso de Stephen al ver el mar— debido a que lo asocia con el recuerdo de su madre falleciendo.
 
Por otra parte, en cuanto a su estructura, la novela contiene dieciocho capítulos narrados por tres personajes distintos: Stephen Daedalus, Leopold Bloom y Molly, por lo que existe una especie de ajuste en la manera en que se narra dependiendo del personaje en turno. En esta trinidad destaca Leopold, quien finalmente resulta ser el personaje central. Giorgio Melchiori, uno de los críticos literarios más avispados, cita las palabras de Joyce y dictamina que el Ulises es una épica del cuerpo humano. Tal definición sorprende en tanto que recuerda aquel viejo concepto que tenían los alquimistas de que el cuerpo humano es un microcosmos. En consecuencia, Joyce lleva hasta sus últimas consecuencias esta cosmología haciendo que los habitantes de Dublín que integran su obra representen un fragmento de dicho cuerpo, siendo además el modo de contar lo que intensifica esa sensación de que cada capítulo es un órgano, un color distinto y una técnica literaria diferente. Borges lo puntualiza así en el siguiente fragmento de su discurso sobre este autor: (...) Joyce comprendió que si él quería cumplir con ese programa, al parecer modesto, de redactar un día humano tendría que escribir un libro casi infinito.  
En otro pasaje de la obra, Bloom y Stephen se hallan en un recorrido a través de Dublín y se encuentran en un burdel. En ese lugar, Daedalus —ya ebrio— cree ver de nuevo a su madre, mientras que Bloom dice estar presenciando una procesión cristiana. Posteriormente, en el entierro de Paddy Digman —amigo de Bloom, un asistente que nadie conoce— se presenta alguien. ¡Es el hombre del impermeable, que hace su primera incursión en la novela! Tan interesante es este curioso personaje, que incluso Vladimir Nabokov lo llega a identificar con el mismo Joyce por las once ocasiones que aparece en el transcurso del Ulises, señalando que la respuesta al enigma de su identidad se halla en el Capítulo de la Biblioteca, en el cual se menciona que Shakespeare se interna siempre como personaje de sus obras.

Man in Jacket, Michael Carson
No obstante, más allá de lo externado por el autor de Lolita, hagamos un acercamiento acercamiento sobre cómo está construido este personaje. Observemos que es un hombre con gabardina marrón al que se le asocian diversos adjetivos (larguirucho, andrajoso) y que Joyce describe así desde el personaje de Bloom:

¿Quién será ese larguirucho de ahí con el impermeable? Me gustaría saber quién es. Daría cualquier cosa por averiguarlo. Siempre aparece alguien que uno nunca habría imaginado. 

El asombro es la sensación que experimenta Bloom, pues el hecho de que vista un impermeable hace que el personaje ostente un dejo de misterio. Por otra parte, su ropa andrajosa, sus zapatos y calcetines rotos, nos remiten a un largo recorrido en donde —siguiendo un camino algo distinto al de Nabokov— también podemos concluir que es el propio Joyce quien se representa a sí mismo, aunque encarnado en un personaje que en apariencia no debería tener algún peso en la historia pero que, sin embargo, la adquiere conforme interactúa con los personajes centrales:
Bloom . —Mis amados súbditos, está por empezar una nueva era. Yo, Bloom, os digo que está en verdad cerca, ahora mismo. Con toda certeza os digo, bajo palabra de un Bloom, que vosotros estaréis muy pronto en la ciudad de oro que surgirá en la nueva Bloomusalem, en la Nova Hibernia del futuro. 
El hombre del impermeable. —No le crean una palabra. Ese hombre es Leopoldo M ’Eable, el célebre incendiario. Su verdadero nombre es Higgins.   
Bloom —¡Fusílenlo! ¡Perro cristiano! ¡Eso es todo en cuanto a M ’Eable!.

Joyce con su nieto, Paris (1938)
Aprovechemos la ocasión para señalar que a lo largo de la novela hay multitud de eventos curiosos. Uno de éstos es el que el escritor y ensayista argentino Ricardo Piglia señala: la papa que Bloom toma y lleva consigo, acontecimiento que se seguirá mencionando en otras partes del libro. Ya el psicoanalista Carl Gustav Jung había señalado que la papa que Bloom lleva en su bolsillo simbolizaba en el personaje el recuerdo de su madre. Por otra parte, según Ellmann —biógrafo del escritor irlandés—, habría que recordar que el propio Joyce colocaba una papa en su bolsillo para curar sus reumas... ¿Proyección del inconsciente (de aquel que nos habla Freud) de Joyce en su obra magna? Tal vez. 
Así pues, estos pequeños episodios hacen que el lector deba también atender a las aparentes minucias del Ulises si el deseo es lograr un entendimiento más allá de lo superficial. Algunos críticos —contando entre ellos al ya citado Jung— dicen que Ulises es una epopeya de la nadería en tanto que no sólo empieza y acaba en la nada, sino que se compone también de puras nadas.  Añaden, incluso, que es también una obra nihilista debido a que su interpretación depende —no tácita, sino explícitamente— de la inteligencia que lo lee. Es, pues, semejante a observar una pintura abstracta en donde existen elementos que hacen que su interpretación ocurra de acuerdo a la subjetividad del que la mira.  
Algo que también se le reconoce a Joyce es poseer una gran capacidad verbal. La novela —leída en su idioma original— contiene juegos lingüísticos que ocasionan la simultaneidad y/o la superposición de imágenes. Un ejemplo de esto es la utilización de la palabra Ghostcandle, significante que remite lo mismo a un fantasma que a una vela y, al mismo tiempo, los fusiona en una misma imágen mnémica. Esta excentricidad de Joyce ocasiona ciertos chistes sólo son comprensibles para los angloparlantes, siendo quizá el más burdo aquel en que Dios (God) es perro escrito al revés. Otro Bloom —Harold Bloom—, define la lectura de la obra de esta manera: Ulises es un placer, difícil pero accesible, para el lector común dotado de cierta inteligencia y buena voluntad (p. 629); lo cual otorga un cierto respiro a todo lector que desee afrontar su lectura. Harold relaciona a Leopold con los personajes de Shakespeare y nos plantea que Bloom es a final de cuentas un exiliado, pues actúa como tal. Es decir, de acuerdo a la trama, se mantiene alejado de su hogar a sabiendas que Boylan tendrá un encuentro nada furtivo con su esposa y del que incluso se gastan bromas sobre él a sus espaldas. Además, Bloom es un judío —tanto como Joyce— y esto confiere a ambos una condición de exiliados aún dentro de su país natal. Por su parte, Stephen ostenta el apellido de aquel quien en su afán por alcanzar el sol quemó sus alas según la mitología griega. Luego entonces, el encuentro entre Bloom y Stephen significará la reconciliación entre dos mundos: oriente y occidente. 
En otro orden de ideas, entre las repercusiones del Ulises en la literatura moderna —más allá del uso de la técnica del monólogo interior— podemos encontrar la que la obra ejerció sobre Umberto Eco, quien utilizó una medición cronométrica del tiempo muy similar a la de Joyce para ubicar sus personajes de El nombre de la rosa, haciendo que se desarrollasen en la trama a lo largo de una semana y situando toda acción de acuerdo a las respectivas horas del día en que ocurre. Es también notoria la influencia de Joyce en el cuento de Borges Funes el memorioso; en el que el autor argentino quiso no sólo hacer una metáfora del insomnio, sino también ridiculizar al lector ideal del Ulises. De igual manera, siguiendo con Borges, en Pierre Menard el autor del Quijote ofrece una intención semejante.
Para concluir, puntualizaremos que la publicación del Ulises fue prohibida en los Estados Unidos al igual que lo fue la Lolita de Nabokov, entre muchas obras más. Tal vez había razones para hacerlo si tomamos en cuenta que años más tarde aparecería otro libro —también de Joyce— que vendría a desasir y revolucionar todo concepto habido de novela: Finnegans Wake. Por todo esto, pensamos que Ulises de James Joyce es accesible para todo lector que demuestre cierta paciencia y ánimo de trascender los aparentes impasses que, en forma de figuras retóricas inglesas, plantea la obra incluidas las consecuentes pérdidas en la significación tras su traducción al castellano. Asimismo, invitamos cordialmente al lector a consultar la bibliografía que se adjunta a continuación, a fin de ampliar sus ideas y conceptos sobre lo que implica la lectura de este célebre libro, que sin duda resulta emblemático dentro de la literatura inglesa.


Bibliografía
Joyce, James (1996) Ulises, Planeta: España.
Jung, Carl Gustav (1930) Beuvedráis: Chile.
Levin, Harry (2014) James Joyce, FCE: México.
Melchiori, Giorgio (1994) Joyce: El oficio de escribir, Titivillus
Nabocov, Vladimir (1983) Curso de literatura europea, Bruguera: España.
Piglia, Ricard (2015) El último lector, DeBolsillo: México.
Wilson, Edmund (1931) James Joyce, Turolero.



José de Jesús López Avendaño. Nace el 18 de abril de 1994 en la ciudad de Salina Cruz, Oaxaca. Cursa la carrera de Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). Ha publicado en la revista literaria Monolito; en la gaceta de la UNACH, Letra suelta; la revista virtual, Mimeógrafo y en el blog llamado Blog de la tertulia, donde participa activamente. Ha sido participante en el festival cultural “La hojarasca” en su edición del 2015. Ha asistido al coloquio cervantino en sus ediciones XXV y XXVI. Actualmente cursa el octavo semestre de su carrera.

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