Por: Daphy
Bruno Amadio (nacido en Venecia, Italia, el 15 de enero de 1911), más conocido por el nombre de Angelo Bragolin, fue un fascista y seguidor de Mussolini que participó en la II Guerra Mundial. Conforme transcurría la contienda, le causó gran impresión observar las caras de los más pequeños frente a tanta devastación y, una vez concluida, se traslada a España, lugar en que comenzó a pintar una serie de lienzos denominada ‘Los niños llorones’ que muestran imágenes de niños en primer plano en cara y busto, con gesto triste y grandes lágrimas escurriendo por sus rostros debido al dolor de haber quedado huérfanos por la guerra. Al parecer, el pintor realizó 27 cuadros con esta temática sin conseguir llamar la atención del gran público, pues sus obras pasaron prácticamente desapercibidas en aquel momento. Posteriormente, tras unos años en Sevilla y Madrid, se le pierde la pista definitivamente hasta su fallecimiento, ocurrido un 22 de septiembre de 1981 en la ciudad de Padua.
La leyenda negra comienza con los rumores sobre un posible pacto con el diablo, cuando Amadio se cansa de ser un pintor desconocido y malvivir de su arte. Tras la misma, de la noche a la mañana sus cuadros se hicieron tan populares que hasta se realizaron cientos de copias de cada una de sus obras agotando los compradores cualquier producción. Sin embargo, trascurridos unos años, los periódicos internacionales comenzaron a hacerse eco de una terrible noticia: un edificio había ardido haciendo morir a todos los inquilinos y calcinado todas sus pertenencias; excepto el curioso cuadro de un niño llorón que permanecía colgado en una pared, en perfecto estado y sin haber sido alcanzado por las llamas. Alarmados y sorprendidos, muchos lectores llamaron al periódico para informar que les había sucedido exactamente lo mismo y que los bomberos no habían sido capaces de explicar los orígenes de los incendios y menos aún porqué réplicas idénticas del cuadro hubiesen sobrevivido y quedado intactas. Como era de esperarse, rápidamente brotó una especie de histeria colectiva y en algunas calles españolas se crearon fogatas donde los vecinos quemaban todos los cuadros antes de que el cuadro los quemara a ellos.
¿Quién era el misterioso niño retratado en ese lienzo? Si acaso existió, su nombre tal vez nunca se supo o simplemente se olvidó. No así una leyenda urbana que decía que había sido huésped de un orfanato probablemente alemán. Según esto, tras haber sido pintado por Amadio, el cuadro original permaneció en el hospicio hasta que por causas bastante extrañas fue presa de las llamas, el pequeño murió y su espiritu quedó atrapado en el lienzo, que increíblemente resultó intacto. Quienes dicen haber presenciado el cuadro original han explicado que, al hacerlo, tuvieron la certeza de que ese niño de carita redonda, ojos llorosos y mirada tierna (a la izquierda) los seguía con la mirada por toda la galería. Mas a pesar de todo, mucha gente posee réplicas de este cuadro porque al parecer la maldición solo aflige a aquellos que se han burlado de los gestos del pequeño, pero no así a los que le tratan con respeto y cariño. Lo mismo ocurre con todos y cada uno de los niños retratados en la serie de 27 cuadros, pues todos están malditos incluyendo las réplicas.
Sin embargo y más allá de cualquier historia, lo cierto es que estos cuadros se han convertido en un icono del misterio gracias al periódico inglés The Sun, que supo vender tan bien esta historia que convirtió a los ‘niños llorones’ en poco más que enviados por el mismo demonio que algún día había pactado con Amadio. Una historia que no sabemos que tan verídica es, pero rentable sin duda alguna. Por cierto, existe al menos una fotografía en blanco y negro (la presentamos como apertura de esta entrada) en donde se observa a Bruno Amadio realizando uno de sus célebres retratos de 'los niños llorones'. Como es de suponerse, no contamos con dato alguno acerca de quién sea el infante retratado. Pero una cosa sí es segura: quien haya sido, en el momento en que era plasmado en el lienzo, habitaba tan solo en algún lugar del pensamiento del ahora célebra pintor, pues fue tomada mientras trabajaba en su taller por un amigo bastante cercano que siempre aseguró que nunca existió niño alguno que estuviese sirviendo como modelo.
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