PAÍS: Estados Unidos
PUBLICACIÓN: 1898
EDITORIAL: Bibliotex
COLLECCIÓN: Las 100 joyas del milenio. Vol. #95
ISBN: 978-84-8130-218-9
PÁGINAS: 118
Del mismo escritor de Retrato de una dama (1881), Daisy Miller (1878), Los embajadores (1903); tenemos una aparentemente típica novela gótica que procederemos a destazar.
El argumento no
es original, ni siquiera para la época. Una joven institutriz es contratada
para cuidar de dos huérfanos altamente suspicaces, Flora de seis años y Miles
de diez. La trama toma lugar en la mansión de Bly en Essex, Inglaterra; donde
la protagonista entabla amistad con la señora Grose, la ama de llaves a cargo
de dicha mansión. El dueño de la mansión y tío de los niños, por motivos
desconocidos, vive en otro lugar y procura mantenerse ajeno a todo lo que
pudiese ocurrir allá. Y como no podía faltar, las ánimas de dos ex empleados
parecen acechar o tratar de interactuar con los niños.
La narrativa es
muy lenta. De no ser por los guiones que indican el comienzo de un dialogo, se
podría desfasar entre los soliloquios de la narradora a su interacción con
otros personajes. En realidad puede resultar tediosa en sus primeros tres capítulos. Incluso Cormac McCarthy, célebre autor de La carretera, Meridiano de Sangre, No es país para los viejos, etc. no considera como literatura la obra de James.
Pero si el lector tiene paciencia y gusta probar algo poco convencional, seguirá leyendo y sabrá por qué este no es un relato gótico ordinario y tiene bien merecido su lugar como una de las mejores obras de horror de todos los tiempos.
Hay que destacar
la ambigüedad con la que intencionalmente está redactada. Henry James obliga al
lector a utilizar todo su intelecto, o en su defecto el morbo, para ensamblar
todas las situaciones que se nos presentan en la obra. Un ejemplo bastante
simple de lo que a menudo se verá en esta lectura: Sin duda los difuntos Jessel
y Quint llevaron una relación turbia, que de alguna forma involucró a los
menores, pero jamás se aclara de qué forma o hasta qué grado pudieron corromperlos.Por igual, las conversaciones de todos los personajes están siempre pausadas,
rara vez son abiertas o concisas, dando a entender que entre ellos mismos saben
de lo que están hablando, lo que incita a estimular aún más a tratar de
interpretar lo que se lee. Rindiendo homenaje, ahora al título de la novela, es
cuestión de perspectiva sobre la estabilidad mental de la institutriz; como pueda que
los fantasmas sean reales, pueda que no.
Hay algo que el
lector debe de saber, ya que puede ayudar a comprender mejor el comportamiento
de todos los personajes principales, y el por qué de la narrativa tan sinuosa.
El autor tenía un hermano, William James, quien fue un famoso psicólogo por
fundar la psicología funcionalista. La psicología funcionalista estudia la
conciencia como una herramienta que ayuda al humano a adaptarse al entorno en
que se encuentre. En este caso, cómo la institutriz enfrentaba sus conflictos
personales y las actitudes que adoptaba ante los niños y/o la señora Grose;
ídem la perspicacia de los menores; o la actitud huidiza, y a veces
condescendiente, del ama de llaves.
En menos pocas
palabras, quien no logre penetrar en la mente de los personajes, encontrará
este libro altamente aburrido. Por otra parte, aunque se logre “encarnar en ellos”, es inevitable que la interpretación del mismo varié entre los lectores.
Sin importar si
Henry James predicaba las teorías de su hermano; o sólo quisiera darle libertad
al lector de armar su propia historia; por más vueltas de tuercas que le demos
al asunto, siempre quedarán las ganas de volver a leerlo.
En la novela de James, hay veces que no sabes dónde estas parado. Esa extraña relación entre personaje y ambiente (sobre todo en el caso de la niñera) es abordada magistralmente. Muy buena reseña: no sabía que Harry y William hubiesen sido hermanos.
ResponderBorrarMuy completa la reseña, la tengo pendiente y tengo aún más ganas de leerla. Un abrazo desde El Cubil de los Engendros ;)
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