Fotografía de Omar Ortiz Ruiz - 2009 |
Entonces caía la noche y éramos…
los mismos dioses con la misma gana y hambre,
esa de mandar el mundo a la mierda y a la
nostalgia,
escondernos pronto para fingir soledad
terrenal,
para pensar en vacíos que no existen y
vuelcan,
siempre fuimos hermosos, loables,
librepensadores.
Hagamos de nosotros una fina estampa del Greco
yo con el rostro deslavado por esa resaca de
cuerpos,
tú con la sonrisa silente húmeda, cargada,
turgente,
fundemos a la culpa para romperla, para
humillarla,
después de todo siempre hemos sido los mismos
dioses,
tan valientes como ingenuos, tan dementes y
culpables,
magníficos truhanes que de Olimpos y licores
se crean,
amaneciendo despacio para no alterar el
tiempo.
Erígete como santa, yo te juraré en todo
momento,
amante de mi guarda, estigma y compañía,
mira que precoces son las palabras, no te
necesitan,
he sido un colapso que de ti se ampara sin
silencio,
un mago sin banderas, un precepto incorrecto,
sin embargo cada día muero por vivir en tus caderas,
precipitarme desnudo e inmoral en tu esqueleto.
¿Y si nos vamos sin memoria a vivir un mundo
nuevo?
yo muriendo en tu espalda, tú viviendo de mi
sexo.
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