Viviendo en Europa las distancias son cortas, por lo que en una de mis frecuentes travesías tuve oportunidad de poder visitar el Parque de los Monstruos o Bosque Sagrado de Bomarzo, situado aproximadamente a unos 70 km de Roma, en la localidad italiana de Viterbo, y en donde existen unas fascinantes esculturas cubiertas de vegetación que por siglos han mezclado el arte y lo inquietante. Y es que, si estas estatuas supieran hablar, nos contarían cuentos tristes e historias ocultas que quizá no nos gustaría demasiado oír.
La historia de este extraño jardín del terror comienza en el siglo XVI, cuando el jorobado Pier Francesco Orsini —mercenario, duque y mecenas del Renacimiento— se retiró del oficio de la guerra para vivir con su amada esposa, la bella y noble Giulia Farnese, del ducado de Bomarzo, un lugar repleto de residencias estivales de
gentes de alta alcurnia que acudían allí a meditar y alejarse de la
bulliciosa Roma. Hastiado además de las cruentas batallas contra los españoles, en una Europa repleta de miseria y crueldad, se alejó de la religión cansado de que Dios no respondiera sus plegarias y se rodeó de artistas, poetas, pensadores, magos y ocultistas; pero ante todo, quería disfrutar de su vida al lado de Giulia, a la que amaba apasionadamente. Y es que a él la vida le había negado toda belleza haciéndolo deforme, pero no cabía en sí de alegría al ver que una mujer lo amaba a pesar de todo eso. Sin embargo ella murió muy joven, dejando a Orsini sumergido en una terrible angustia y un vacío interior que jamás lograría curar.
Así pues, encargó al escultor y arquitecto Pirro Ligorio —quien sustituyó a Miguel Ángel en la construcción y decoración de la basílica de San Pedro en el Vaticano— que hiciera lo impensable: construir un lugar alejado de la armonía, la alegría y la belleza que debían predominar en toda obra renacentista para reflejar el dolor de su corazón y poder dedicarle este jardín al alma de su esposa. Y es que quienes han estudiado la disposición de las esculturas y edificios que podemos encontrar en el parque, señalan que éste escenifica el itinerario simbólico de El sueño de Porfirio, donde se narra el viaje del angustiado protagonista para revivir su amor con Polia, prematuramente muerta. Pero como quiera que esto sea, algo es seguro: el jardín de los monstruos muestra la soledad de quien lo hizo; Pier Francesco Orsini, que terminó dedicando su vida a rodearse de la belleza que el destino no le había querido otorgar y el que, repudiado por su familia, se escondió en su palacio de Bomarzo limitando su contacto con el resto de gente, dedicándose a pasear entre las estatuas, recordando el tiempo en el que fue feliz.
Durante casi treinta años escultores y arquitectos siguieron las directrices del noble para que el microuniverso que su patrón quería representar, fuera tomando forma: un zoológico compuesto por seres mitológicos que viven entre árboles y arroyos, en donde también encontramos una especie de templo renacentista que se edificó con planta octogonal porque el ocho significaría la resurrección. Asimismo, encontramos entre la hiedra un pequeño teatro romano y mil rarezas más. Pero pese a todo, lo cierto es que este jardín ha acabado siendo una joya en sí mismo porque no hay ninguno igual ni remotamente parecido en todo el mundo. Y es un lugar que impresiona si de entrada comprendemos que todo lo que alberga tiene su significado: en este caso, un significado lleno de magia, de vida eterna, de elementos ocultos y cábalas de alquimistas.
El Parque de los Monstruos permaneció olvidado y abandonado más de 300 años, desde la muerte de Orsini y hasta que fue re-descubierto en la primera mitad del siglo XX, pues pocos lugareños se atrevían a entrar. Los monumentos habían quedado ocultos por la vegetación, en un estado tan ruinoso que requirió una severa restauración realizada en 1954. Este estado ruinoso acentuó todavía más el carácter misterioso y triste del lugar. Cabe destacar que la jardinería original, que tenía un importante papel y presumiblemente incluía un laberinto de seto, se ha perdido. Se dice además que la gran obra de este Jardín Sagrado sirvió de inspiración e influencia a grandes genios como Salvador Dalí, quien se inspiraría en sus delirantes esculturas para uno de sus cuadros: La tentación de San Antonio. Cuenta Man Ray en sus Memorias que en cierta ocasión André Breton le comentó a Dalí:
— Aquí está todo tu universo cuatrocientos años antes de que se te ocurriera.
A lo que Dalí contestó:
— No... ni en mi más recónditos sueños mi locura llega a tanto.
A lo que Dalí contestó:
— No... ni en mi más recónditos sueños mi locura llega a tanto.
Hé aquí algunas construcciones inquietantes de El Bosque Sagrado:
— Las Esfinges: dos esfinges portadoras de enigmas vigilan la entrada al jardín. Según una leyenda urbana, uno de los rostros de estas mujeres-león bien podría ser el de su amada y siempre hermosa Giulia. Desde la entrada habrá que estar atentos a sus advertencias. En sus pedestales se puede leer en italiano: ‘Tú, que aquí entras con la idea de verlo todo de parte a parte, dime luego si tantas maravillas se han hecho por engaño o bien por Arte’.
— El templo: el arquitecto Vignola hizo de este pequeña construcción un modelo de perfección mediante el Número de Oro y la Divina Proporción. Una calavera y dos tibias cruzadas recuerdan a la entrada que la amada espera a su señor más allá de la puerta, entremezclando el amor y la muerte. La planta tiene 8 lados, símbolo de resurrección.
— Estatuas gigantescas: el mito del combate de gigantes o titanes hace referencia a los orígenes del planeta. Es, además, el primer objeto de estudio de todo alquimista. Lo primero que podemos ver es un brutal gigante de más de 4 metros de altura descuartizando a otro, partiéndolo por la mitad. Sucesivamente aparecen Hercules despedazando a Caco, reflejando la dualidad entre el bien y el mal; Cancerbero, el perro del dios Hades, con tres cabezas; Fata Tortuga coronada con un hada sobre un obelisco; la Fuente de Pegaso; una representación de Néptuno o Plutón; El Dragón, que compite con un perro/lobo/león; el Elefante de Aníbal, aplastando con su trompa a un legionario romano; Ceres, la mujer durmiente; la Furia Alada; y a Echidna y los dos leones.
— La boca del orco: sin duda, lo más impresionante del lugar y parada obligatoria para tomar una foto. En este sitio encontramos una enorme cabeza petrificada en un grito de dolor, sobre cuyo labio superior está grabada la sentencia Ogni Pensier Vola (Todo pensamiento es fugitivo). La cara desfigurada del orco se abre para que el visitante pase hacia sus entrañas.
— La casa Inclinada: construida en 1555, con tanta pendiente que es casi imposible llegar al otro lado de las salas. Desde dentro, el efecto que produce es extraño: como si fuese imposible alcanzar el equilibrio.
Wow !
ResponderBorrarQue bosque tan encantador y misterioso. Salido sólo de los sueños. Mil gracias por compartir ésta nota; sin lugar a dudas, un hermoso sitio por visitar.
Qué entrada tan buena. Datos desconocidos para mí. Gracias infinitas.
ResponderBorrar