martes, 15 de agosto de 2017

Víctimas de las letras: Francois Villon

Por Eréndira Cuevas



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François Villon (1431-1463)
Los crímenes han sido un tema recurrente en la literatura universal, incluso algunos de los personajes más memorables han sido criminales, desde defraudadores hasta asesinos han llenado con sus hazañas miles de páginas a lo largo de la historia. Y es que es indudable el interés que despierta la figura del criminal, ¿pero qué ocurre cuando los criminales literarios nos se encuentran en las páginas, sino que son ellos los que escriben esas palabras ya sea para contarnos sus delitos o no?
Probablemente la postura de muchos de nosotros sea la misma que tendríamos ante cualquier otro delincuente, quizá para otros la obra e incluso los propios autores se revistan de un interés especial al conocer ese pasado delictivo; para algunos más esos hechos no pasarían de lo meramente anecdótico o bien incluso disculparían o le celebrarían la "gracia" a su pluma favorita. Lo indiscutible es que en mayor o menor medida, los delincuentes, en particular los escritores delincuentes, llaman la atención de la mayoría de nosotros.

Según José Ovejero, la atracción o, en algunos casos, identificación con los delincuentes (que en el caso de los intelectuales se da en mayor medida cuando el criminal es culto) puede deberse a dos razones; por un lado la mala conciencia de las clases medias y acomodadas occidentales pudiera hacer que quienes las integran se sientan en deuda con los menos favorecidos; y por otro lado el hecho de que internamente todos somos renegados que, al menos en la imaginación, tendemos a vivir toda clase de aventuras, y al ser la conciencia una parte importante para definir la identidad, tendemos a creer que ese ser oculto es en realidad nuestro yo.

También puede influir, dice Ovejero, el cuestionamiento que la sociedad ha venido ejerciendo sobre los gobiernos y sus maneras de aplicar la justicia, pues al cuestionar estos procedimientos el preso pasa de ser criminal a víctima. Asimismo, con el surgimiento de los movimientos anti sistema que cuestionan ya no sólo la ley y su aplicación sino las propias bases de la sociedad, se provoca que se empiece a ver bien a quienes infringen las reglas de ese sistema, dando fácilmente tintes políticos a crímenes como el robo e incluso el asesinato. Así, se produce una simplificación que parece afirmar que "si la sociedad es culpable, los delincuentes a los que castiga son inocentes".

"El escritor delincuente que narra sus crímenes, incluso aunque no lo pretenda, narra también los crímenes de la sociedad: el delito no surge sólo de una mente trastornada; el individuo es un síntoma que llama la atención sobre un organismo enfermo".

En esta serie de entradas no se pretende cuestionar ni juzgar a los personajes de los que se hablará, que por lo demás ya han sido sometidos al juicio de su época, sino simplemente poner de relieve esos actos delictivos que han sido perpetrados, ya sea intencionalmente o no, por algunos escritores a lo largo de la historia.

Empezamos hablando del poeta Francois Villon.

Francois de Montcorbier, que era su verdadero nombre, nació en una familia de campesinos en 1431 en París, Francia; en esa época había hambre en las ciudades y el campo, los saltadores de caminos estaban al acecho y los soldados se dedicaban a saquear. Como muchas familias, la del poeta se trasladó a la ciudad en espera de mejorar sus condiciones, pero no lograron mucho.
Por entonces la ciudad de París estaba en decadencia y en estado de abandono, por lo que Carlos VII lanzó una proclama en 1443 donde se eximía de todo impuesto, durante tres años, a quienes se instalaran ahí. En esos días los lobos andaban libremente en la ciudad, atacaban a sus habitantes y sacaban los cuerpos de los panteones, además, uno de los entretenimientos habituales de los parisinos era acudir a las ejecuciones públicas. Este fue el París en que Villon creció.

Su padre murió cuando él era muy pequeño y su madre decidió buscar la protección eclesiástica para él. El capellán de Saint Benoit, Gullaume Villon (de quien el poeta tomó el nombre), lo acogió bajo su cuidado y le enseñó las bases de la gramática y sintaxis latinas, así como las primeras historias bíblicas, leyendas de santos y el Evangelio.

Gracias a su formación Villon estudió en la Facultad de Artes de la Universidad de París y a los veintiún años obtendría la maestría en Artes, aunque se afirma que fue un estudiante más bien mediocre. Existen indicios de que escribió una obra cómica sobre los alborotos estudiantiles que se desarrollaron en esa época.

Como la de mayoría​ de los estudiantes de entonces, la vida del literato se vio rodeada de excesos, pues acostumbraban frecuentar tabernas y burdeles, además de jugar a los dados pese a que era una actividad prohibida para ellos. Asimismo, iban armados con palos y dagas.

La tarde de Corpus de 1455, mientras Villon estaba sentado en una banca de Saint Benoit en compañía de un sacerdote y una mujer, el sacerdote Phillipe Sermoise se acercó a insultarlo para después, con una daga que llevaba oculta entre los hábitos, hacerle un corte en el labio al escritor.

A pesar de eso Villon trató de alejarse, pero Sermoise continúo provocándolo, por lo que el bardo sacó una daga, que también llevaba oculta, e hirió al cura en la ingle; aun así no dejaba de atacarlo y terminó por azotarle una piedra en la cara.

Sermoise murió a causa de las heridas y en su lecho de muerte perdonó al poeta, no obstante la absolución oficial le llegaría siete meses después gracias a la intervención de sus conocidos en el ámbito judicial, adquiridos gracias a su amistad con el aristócrata Regnier de Montigny.

Pero mientras llegaba este indulto, Villon salió de París. Aunque no hay evidencias para afirmar de qué vivió en ese tiempo, se cree que fue un "coquillard", término con el que se designaba a los estafadores y malhechores además de haber sido el nombre que adoptó una banda que controlaba Borgoña, que se distinguían de otros delincuentes porque hablaban una jerga particular. El uso de esa jerga en algunas poesías y el hecho de que algunas de sus amistades, como el mismo Montigny, que murió en la horca, hubiesen pertenecido a ese gremio, es lo que hace suponer que Villon fue un coquillard. Aunque también es posible que haya subsistido mendigando y robando.

Al regresar de ese exilio escribiría una de sus obras más famosas: El legado; una suerte de testamento en el que un joven hereda sus bienes, consejos y consuelo.
Pero aquel asesinato no sería el único crimen en la vida de este escritor, pues una Nochebuena fue con un par de delincuentes al colegio de Navarra, el más rico de París, donde mientras Villon vigilaba, sus compañeros escalaron uno de los muros del colegio y una vez dentro forzaron un baúl del que extrajeron 500 ducados de oro. Tras este robo el escritor arguyó que se alejaba de París porque la mujer de quien estaba enamorado lo había rechazado, aunque es posible que fuera para ausentarse del lugar del delito, hay que mencionar que, a juzgar por su poesía, Villon no fue muy afortunado en el amor e incluso dos de sus amadas prefirieron meterse en la prostitución guiadas por el interés económico que aceptar una vida con él.

Pocas semanas después de su partida, uno de sus cómplices esparció el rumor de que Villon había salido para Angers con la finalidad de informarse sobre la fortuna de un religioso y preparar un nuevo golpe. Ante el conocimiento de su participación en el robo al colegio, se le prohibió la entrada a París, y en los años que siguieron no sólo se relacionó con delincuentes sino que estuvo preso en las cárceles de Orleans, de donde salió por el indulto de Carlos de Orleans; y en Meung, donde tuvo la suerte de que el nuevo duque de Orleans realizara una visita y, como dictaba la costumbre, al ser la primera visita del nuevo soberano a la ciudad, se liberó a los prisioneros.
Para entonces Villon ya había perdido su carácter de clérigo y tras su estancia en prisión se dedicó a errar buscando la protección de algún príncipe, hasta que en 1461, y tras cinco años de exilio, recibió el permiso para volver a París.
Aunque su situación era precaria y no tenía en quien apoyarse porque muchos de sus amigos habían muerto, por esa época escribió su obra más importante: El testamento; que si bien no era algo novedoso, pues era un género que llevaba décadas de ser cultivado, el francés lo renovó dotándolo de humor y una mezcla de temas tradicionales y expresiones del amor cortés con el lenguaje de las tabernas. El poema sigue la estructura del documento jurídico que le da nombre, pero además, Villon lo convirtió en una parodia sobre la culpa y la muerte, sus versos reflejan arrepentimiento y cierto horror a la vida que había llevado hasta entonces.

Sin embargo, su mala fortuna lo enviaría de nuevo a prisión. Una noche, en compañía de tres amigos, pasó frente a la ventana de un notario y uno de sus acompañantes se asomó para burlarse de los empleados. Ante esto salió el notario para enfrentarlos y tras una discusión que desembocó en pelea, el notario acabó tendido en el suelo por una cuchillada.

Por este hecho Villon fue condenado a la horca, pero escribió al parlamento para apelar su sentencia, que fue conmutada por 10 años de exilio.
A los 32 años partió al exilio y no se volvió a saber más de él, salvo rumores que lo situaban en la corte de Inglaterra o montando espectáculos teatrales. No obstante, se desconoce la fecha de su muerte.

1 comentario:

  1. ¡Qué precioso artículo y además muy bien escrito! Caray, las cosas que uno ignora a pesar de que me gusta la literatura y me considero lector. Esperaré ansioso más entradas con esta calidad. De verdad GRACIAS.

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