Por: Henry Castellanos
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Manuel Ángel Reina Infantes — Los Ojos De Andrea |
A metros me encontraba
a una distancia donde cualquier particularidad se esfumaba
y se convertía en lo vulgar
en lo corriente
a una distancia donde cualquier particularidad se esfumaba
y se convertía en lo vulgar
en lo corriente
Pero no sucedió
no con aquellas esferas
oblicuas y claras
no con aquellas esferas
oblicuas y claras
Fue como ver un ser alado
entre terrenales mortales
que arrastran sus pies en el fango inmundo
entre terrenales mortales
que arrastran sus pies en el fango inmundo
No eran sólo ojos
Era la mirada de quien no esconde perversión
ni maldad
Eran los ojos del alma
Era la mirada de quien no esconde perversión
ni maldad
Eran los ojos del alma
En ese preciso instante
me sentí como el gran Dante en el cielo
al lado de su bella Beatriz
me sentí como el gran Dante en el cielo
al lado de su bella Beatriz
y recordé aquellas palabras que proclamando el poeta en mi mente
estaba: (...)
después volví a mi dama el rostro y de un lado y otro caí en asombro; pues en
sus ojos una sonrisa ardía tal, que yo pensé haber llegado al fondo de mi dada
gracia y del paraíso mío
y los cristales de sus ojos
se convirtieron
en confesiones mudas
en un idioma que no entendía ni entiendo
Entonces supe,
al igual que el poeta
que estaba en el paraíso
por ver a sus ojos
y no por pisar suelo que pisa Dios
en confesiones mudas
en un idioma que no entendía ni entiendo
Entonces supe,
al igual que el poeta
que estaba en el paraíso
por ver a sus ojos
y no por pisar suelo que pisa Dios
Pensé que todo secreto se ocultaba
en aquellas lagunas que visualizan el exterior
en aquellas lagunas que visualizan el exterior
—Pero ¿Qué secretos? —
Mi alma se arruga
pues toda belleza y arte nació y fue en sus ojos
ahora fuera de ellos sólo encuentro imitación
de lo que una vez pude crear con mis manos
pues toda belleza y arte nació y fue en sus ojos
ahora fuera de ellos sólo encuentro imitación
de lo que una vez pude crear con mis manos
¡Ah! Qué grande es el mundo
a la luz de cualquier candelabro
y que pequeño es bajo los ojos del recuerdo
pues ya siento que de mi memoria
se desvanece su brillo
y me hundo en lo vacío
de los viejos poemas malditos que escribí
a la luz de cualquier candelabro
y que pequeño es bajo los ojos del recuerdo
pues ya siento que de mi memoria
se desvanece su brillo
y me hundo en lo vacío
de los viejos poemas malditos que escribí
Así como los ojos
de aquellos mamíferos voladores y nocturnos
se ofuscan a la luz del día
de la misma manera al recuerdo de nuestra alma
la ofuscan las cosas evidentes
pues vi un par de lunas sin firmamento
y sentí encontrar lo que el inmortal busca:
algo fuera de este mundo
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