martes, 20 de febrero de 2018

Literatura: Kafka visto a través de los ojos de un pintor

Por: Arisbeth

Tavík František Šimon - Noční



Tavík František Šimon (1877-1942)
Amigo personal de Franz Kafka, Tavík František Šimon (1877-1942) fue un pintor de origen bohemio (Imperio Austro-Húngaro) que estudió en la Academia de Bellas Artes de Praga. Debido a su estilo influenciado por el impresionismo francés y, por ende, por las técnicas del grabado japonés —tan en boga en estas fechas— recibió una beca que le permitió viajar por Europa visitando Francia, Italia, Bélgica e Inglaterra. Su primera exposición individual fue en Praga (1905) y, un año más tarde, haría lo propio en París. Posteriormente (1913) regresaría a Praga de nuevo para trabajar como profesor de la Academia de Bellas Artes. 

A su muerte se encontrarán en su dormitorio unos Diarios que tuvieron que esperar a ser publicados hasta años recientes (1996), una vez que el gobierno comunista abandona el poder y Chequia se separa de Eslovaquia conviertiéndose en estado independiente. Sin duda alguna, uno de los pasajes más interesantes de tales escritos tiene que ver con los recuerdos que Kafka deja en el pintor: algunas veces de carácter reflexivo y otras con un claro matíz melancólico que nos permiten entrever buena parte de la personalidad y pensamiento filosófico del autor de La metamorfosis.

A continuación, tres fragmentos de los Diarios de Tavík en una traducción personal directa del checo. Es de aclarar que algunas hojas fueron arrancadas y que están escritos casi de corrido, por lo que en su mayoría no contienen las fechas en que las partes fueron escritas:


Mi barrio favorito de París siempre fue Quarters Latin. Siguiéndome, algunos amigos y artistas también checos se mudaron este trimestre. El primero fue mi amigo el pintor F. Michl, siguieron los escultores Spaniel y Franck. Más tarde, el pintor Strumple y el ilustrador Placek. Kafka decidió no viajar, su estado de salud anímica no es nada bueno. 
Mi cuadro 'Noční' ('Nocturnos') lo impactó y no sé ni porqué. Me dijo que al fondo aparecía el castillo de sus más oscuros sueños, frío, amenazante, desolado. Le expliqué que no era un castillo, sino una más de tantas construcciones que abundan en Praga. 'No Tavík —me dijo Franz. Ese es el castillo donde habita el fantasma de aquellos que no lograron comprender que el único camino es la metamorfosis. No hay salida, ni entrada, solo hay vida, pero no existencia'. 
Ya Štefánik me había advertido que Kafka estaba un poco loco, aunque no más que los que todos los días nos reunimos para almorzar en el restaurante de siempre y comer la comida de siempre. 
'Tavik... piénsalo —me dijo ese día Štefánik—: hacer todos los días lo mismo no es diversión, es tan solo la locura disfrazada de modo ameno. Franz lo sabe y por eso observa que en ese castillo sucede lo mismo de siempre, hagas lo que hagas. ¿Entiendes que esta maquinaria monstruosa que llamamos sociedad representa la locura? Es el trámite burocrático hacia la muerte, pues. No, no concuerdo con Freud, pero debo reconocer que tiene razón cuando dice que no tenemos escape porque no es posible salir de un lugar adonde ni siquiera has entrado'. 
Es cosa de locos que nadie note que mi pintura no es un castillo, pero es extraño que de alguna manera evoque uno. Tal vez sean los colores o los juegos de claro-oscuros que manejo; o a la mejor la construcción finalmente sí es un castillo convertido en dormitorios tras la recesión. No sé... empiezo a dudar sobre lo que realmente pinté.

*****

A mi regreso a París volví a tener noticias de Kafka. Sus males se han agravado y no hace otra cosa que decir que la sentencia fue fallada en su contra a pesar que nunca supo cuál fue la acusación. 
Me encontré con Wiesner en Karlúvmost y me ha dicho que el semblante de Franz ha cambiado, que sus facciones se han afilado y que sus ojos parecieran los de un bicho como los que abundan por todas partes. Esto me hizo recordar cuando lo conocí en aquel barrio burgués en Bohemia. Éramos jóvenes y, en lugar de cenar, preferíamos ir a cualquier café en donde pudiéramos sentarnos, con un vaso de café en las manos, hablando él y dibujando yo, incluso más allá de la media noche.
Confieso que no teníamos mucho dinero, pero sí el mismo interés por el pensamiento moderno. A pesar de esto, encontrarme con Franz me suponía dibujar la cotidianeidad de la vida. No sé..., gente común haciendo lo mismo de siempre.
'No hay escapatoria Tavík —me repetía una y otra vez. Si no haces lo mismo de siempre, entonces no existe nada más que hacer. Es curioso, pero esto que llamamos vida es en realidad una de las muchas caras que nos regala la muerte. ¿Para qué? No lo sé. El pecado capital es el conocimiento, de eso no hay duda. Observa: una cucaracha es más feliz porque solamente existe sin siquiera saber que es'. 

*****

Tal vez este fin de semana lo visitaré... Todo llega a su fin y Kafka sabe que el suyo está cerca. Ha dicho mil veces que salió derrotado de un proceso del que nunca supo su procedencia, pero del que sabía que el único dictámen era invariablemente el mismo para el que lo afronta. Yo, en estos momentos, estoy siendo enjuiciado y mi sentencia no ha sido pronunciada, aunque ni falta que hace, porque ya Franz me ha revelado que no hay escapatoria: que de ese castillo nadie puede salir con vida, que la única esperanza es la metamorfosis.



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