Por: Uriel Delac
El año de 1791, el de la muerte de Mozart, fue también el año del surgimiento de grandes obras maestras como: La Clemenza di Tito, El Concierto para clarinete, Die Zauberflöte y la Misa de Réquiem; composiciones, todas ellas, que vinieron a superar todo lo anteriormente creado por el gran compositor.
El año de 1791, el de la muerte de Mozart, fue también el año del surgimiento de grandes obras maestras como: La Clemenza di Tito, El Concierto para clarinete, Die Zauberflöte y la Misa de Réquiem; composiciones, todas ellas, que vinieron a superar todo lo anteriormente creado por el gran compositor.
La vida de Mozart se extinguía repentinamente a la edad de 35 años, agitado por exceso de trabajo y afectado por la tensión espiritual de su último periodo de crecimiento en el que superaba las etapas de madurez y aún de plenitud.
Hermann Kaulbach - Los últimos dias de Mozart (1873) |
Según cuenta Georg Nikolaus Niessen —segundo esposo de Constanze Weber, viuda de Wolfgang—
un mensajero anónimo, de mediana edad, serio, imponente, de expresión solemne y totalmente desconocido para él y para su esposa, dejó al compositor una extraña carta sin firma que, junto a muchos comentarios que alababan su obra, contenía una petición sobre si estaría dispuesto a escribir un Réquiem. Al parecer, Mozart lo recibió personalmente.
Con voz grave, el extraño confió al compositor que alguien de su más alta estima había fallecido y deseaba recordar el aniversario luctuoso con una gran misa de difuntos. Mozart, por su endeble estado de ánimo en ese momento, se conmovió a causa del misterio que envolvía todo aquel asunto y por el tono solemne de aquel hombre que en todo le recordaba a su propio padre. Prometió acceder a la petición y tener lista la partitura en unas cuatro semanas, siendo el pago inicial cien ducados —que recibió en ese preciso instante—
y otros tantos a la entrega. Sin más, el extraño dio la media vuelta y trepó a su carruaje con rumbo ignoto.
Mozart y Constanze, según una litografía del siglo XVIII |
A partir de 1792 se redactaron y publicaron miles de páginas sobre el asunto del Réquiem. Los más allegados a Mozart, tras su muerte, ayudaron a cultivar los mitos. No fue sino hasta 1964 en que Otto Erich Deutsch asombró a los especialistas con un largo y sensacional informe sobre los orígenes de esta obra, basado en los estudios que Anton Herzog —director del Centro de Información del Colegio de Viena— había realizado entre la muerte del compositor y hasta 1839.
Mozart y Sussmayer - litografía de 1857 de Friedrich Leybold |
Gran apasionado de la música y el teatro, el aristócrata organizaba dos veces por semana sesiones musicales en las que se interpretaban cuartetos para diversos instrumentos y los domingos, teatro. Contrataba, además, a excelentes músicos y actores para las veladas, interviniendo él mismo tocando el violonchelo, la flauta, y reservando para sí y su esposa, papeles de cierta envergadura para las puestas en escena. En vista de la frecuencia de tales conciertos privados, Walsegg adquiría prácticamente todos los que se anunciaban en público e incluso aquellos que estaban en proceso, pagando a los auténticos compositores importantes sumas de dinero y a condición de que renunciaran a todos los derechos, para así quedarse con la propiedad exclusiva y hacerlos pasar como de su autoría. No permitía, además, partituras impresas, por lo que hacía que se las copiaran, eliminando todo rastro del nombre del autor original para colocar el suyo. También solía hacer que las obras se trascribiesen para instrumentos que él y su consorte tocaban, con lo cual aparentaba que tal o cual composición la había escrito sin otras pretenciones que el regocijo familiar. Otra de sus extravagancias consistía en practicar un juego en que los oyentes y ejecutantes tenían que adivinar quién era el compositor de las piezas de concierto que se interpretaban y, naturalmente, el conde mismo se insinuaba como el autor, aunque sin manifestarlo abiertamente.
El Conde Franz von Walsegg - litografía de 1859 |
El mausoleo se erigió en un valle cercano al castillo donde fueron trasladados los restos de la dama, pero el Réquiem, que debía interpretarse a partir de ese año en el aniversario luctuoso de la condesa, tardó demasiado en llegar, pues la muerte sorprendió a Mozart antes de su terminación. Se presentaba así la gran interrogante: ¿quién iba a atreverse a imitarlo?, ya que había que concluir la obra y cumplir con lo pactado, debido a que ya se había recibido un adelanto y faltaba otro tanto por pagar a la entrega.
La solución estuvo en convencer al compositor Franz Xavier Sussmayer — amigo y discípulo de Wolfgang— para que terminara la misa, pues existía el antecedente de que este músico había estado muy cercano durante el proceso de creación. Incluso había discutido la mejor forma en que había que terminarla, siendo el propio Mozart quien le comunicara en alguna ocasión los temas y motivos de la orquestación. Una vez completada, se hicieron inmediatamente dos copias. El manuscrito de Sussmayer se envió a Walsegg. Una de las copias fue remitida al editor de Leipzig para que la publicara, mientras que la segunda la conservó para copiar las diferentes partes, después de lo cual, el Réquiem se interpretó por primera vez en un concierto organizado por el barón Gottfried van Swieten, a beneficio de la viuda Constanze, el 2 de enero de 1793 en los salones Jahn.
Tierras patronales de la familia Walsegg en Salzburgo, Austria |
Tras la muerte del conde —ocurrida en noviembre de 1827— su hermana, la Señora Condesa von Stenberg, vendió la totalidad del archivo musical de su administrador, Herr Laitner, que contenía numerosas obras de gran valor. Posteriormente, en el verano de 1839, falleció en el castillo de Stuppach el secretario de la propiedad señorial, heredando sus bienes a un Magistrado del Tribunal. El legado incluía una pequeña colección de música y, para sorpresa de todos, la partitura manuscrita del Réquiem hasta donde Mozart la había dejado antes de morir. El asunto llegó a oídos de las autoridades de la Corte de Viena, quien dispuso que fuera adquirida por la Biblioteca Imperial Real, donde se encuentra hasta el día de hoy.
Manuscrito autografiado de la Misa de Réquiem K626 |
Conocía algo, en verdad muy poco, de la verdadera historia del Réquiem. Es una delicia leerlos.
ResponderBorrarQué bonito artículo, en serio que me gusto mucho.
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