miércoles, 8 de mayo de 2019

Literatura: Encuentros en Papel (reseña)

Por: Uriel Delac





I. El libro...

«Encuentros en Papel» (varios autores), es una antología poética del Colectivo Bestiario de Poetas que reúne cuarenta y cinco trabajos en los que encontramos retratados los sentires de once jóvenes poetas latinoamericanos preocupados por construir en palabras el mundo que les rodea. Un delicioso esfuerzo que nadie debería perderse.

Existen antologías que funcionan como bálsamo para sanar heridas o ahondar más en ellas. «Encuentros en Papel» construye la herida misma y nunca la sana, porque su intención es atravesar las fronteras de lo propio y demostrarnos que también el otro está herido de muerte. Así, el incierto futuro, el mecanizado presente, el nostálgico ayer, las pulsiones y sus destinos, la noche y sus criaturas, entre muchas otras cosas, laceran la piel de quien hace poesía, pero también la piel de quien la lee, porque es ahí donde el lenguaje se incrusta hiriendo para siempre al sujeto.

Y es que en esta recopilación los autores buscan mover los contornos de una pretendida realidad. Saben perfectamente que no existe por sí misma, sino que se construye a partir de las significaciones que arroja la cadena significante, lo cual termina por convertir al poeta en tan solo un nombre condenado a seguir articulando imágenes, muchas veces imposibles, a partir de un discurso que trata de imponerse sobre el silencio y perdurar. Finalmente, lo consigue a través de un discurso -a veces rimado, a veces en prosa- que se acerca a los límites del dolor e intenta nombrar justo aquello que nos enseñan a callar.


II. Los poetas y sus obras...

En «Encuentros en Papel» encontramos el decir de Helena Zirot, quien propone romper las barreras del Eros a partir de un discurso contradictorio y esquizofrénico, en el cual hay un abandono por el otro a pesar que está muerto y, por ello, perdido para siempre. ¿Es la poesía de Helena nostalgia y sumisión? ¿O es acaso un ahogado grito de libertad? Es todo y nada a la vez, porque es calor y frío que se anulan a sí mismos ahí, en el mismo lugar en donde Freud insinuó la existencia de la pulsión de muerte.

Si no supiera,
si no estuviera
tan firmemente convencida
como quién ha visto un árbol
partido por un rayo
y dice:
«Yo he visto un árbol
ser partido por un rayo…».
Si no supiera
que ahí adentro
para mí no hay nada,
nunca lo hubo
ni lo habrá...

(Fragmento de Si no)


Por su parte, Matheus Kar nos propone por un momento regresar a la Tierra. Pero no nos engañemos, porque su poesía evoca su propia memoria para evitar los espasmos que produce el dolor. Cierto, su poesía arroja luz, pero es una luz que duele porque nos recuerda que alrededor no hay más que oscuridad. Por tanto, es cegadora luz, portadora del dolor que nos consume. ¿Habrá una salida? No, porque el significante -nos dice Kar- ha hecho de las suyas lacerando aún más las sangrantes heridas que sobre el cuerpo latinoamericano han dejado más de quinientos años de incertidumbre.

sube conmigo cazador de productos en oferta
morderás el anzuelo del oro verde
el amargo fruto de los hombres sin corona
acerca tu rostro entre las rejas
al abrasador baile de la libertad condicionada

(Fragmento de Iv)


La voz de Arturo Salort es urbanamente cotidiana, y no obstante descubre que lo que duele no es la realidad, sino la manera en que se estructura. Empieza a haber cabida lo mismo para las criaturas de la noche, que para un oxidado reloj que sabe que las horas de más que marca, significan horas de menos en la vida de quien experimenta el tiempo. A pesar de todo, existe en sus palabras la esperanza de que al despertar ya no necesitemos del dolor para saber que existimos.

Vienes desde los ajenos de una historia,
caminas temerosa en los andenes
de una prosa y te imaginas,
te enardeces llamarada ansiosa,
quemas las palabras
con la luz de tu mirada
y la mirada más lejana
alcanza el puerto de tu aurora.

(Fragmento de Ansias)


Carolina Estrada evoca lo maldito al querer explicarnos porqué la vida debiera ser un estado de iluminación y no, de penumbras. No lo consigue, pues cada una de sus palabras está investida de una pérdida irremediable en donde extraños entes recorren su poesía, dejando la duda de si son productos de un plácido ensueño, o de una angustiosa realidad. Su decir produce en ese punto una ruptura, pues los dioses y demonios que evoca no alcanzan para dejar en claro dónde termina la orfandad y empieza la extranjería que conforman sus recuerdos.

Y allí, abrazando la noche,
meciéndome en silencio,
me siento la bestia,
con el saco de lujo,
esperando salir a bailar.

(Fragmento de La bestia)


Bajo el seudónimo de 'No Sueñes Flores', hallamos una poeta que regresa una y otra vez a los placeres que en apariencia otorga la infancia. No obstante, todo se interrumpe cuando descubre que la vida está plagada de retorcidos caminos imaginarios que pudieron haber conducido a cualquier parte, menos al lugar en donde dice estar. En cada frase que articula se adivina una lucha contra la nostalgia del pasado, como queriendo encontrar la razón de la existencia en un mundo casi cadavérico y lograr ser pese a él. Su mundo es artificial, pero no por ello carente de carta de ciudadanía en aquel sitio donde el dolor y el olor a muerte se enmascaran bajo risas de niña.

Hay un sonido dentro de mi cabeza y una tierna voz de niña
que a veces fuerzo
—no quiero envejecer—
no quiero que mis labios se sientan fríos
y no tener más recorridos de besos
y millas que se escondan dentro de los perímetros de la tierra
nosotros dos vistos desde las ventanas de edificios altísimos
somos tan pequeños y tan tímidos en aquella ciudad
en callejones que parecen imposibles para amar
y allí estamos en los párrafos de la noche

(Fragmento de Besos)


La poética del haikú tradicionalmente se basa en el asombro y la emoción que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza y de cómo las cosas del mundo deben su existencia de acuerdo a la manera en que interactúen con ella. Alexa Trujillo se vale de esta forma de poesía japonesa para ofrecernos un coctel donde se confirma que el deseo es la necesidad articulada en palabras.

Vacío, solo,
sin espacio ni tiempo:
claustro de nada

(Fragmento de Haikús de medianoche)


Al cruzar el umbral de lo propio, aparece el otro y la posibilidad de que todo puede ser distinto. Con su discurso poético, F. Ch. nos hace saber del proceso inverso, es decir, el retorno a lo propio luego de haber acariciado la otredad y descubrir que la vida se conforma sobre todo de ausencias y de un estado donde la muerte se transfigura en nostalgias del pasado. Demuestra, pues, que lo que lacera es parte de una identidad que no es posible evitar.

Ayer soñé que la muerte me soñaba.
Me vi tan aterrado pero a la vez tan lleno de paz.
Soñé que me vestía de blanco, justo para presentarme ante su recuerdo.
Me dibujaba unas flores,
me hacía unos rizos,
me acomodaba la camisa.
Se relamía los dedos para quitarme las manchas de la cara.
Me ponía en una pequeña cajita de cristal como esas muñequitas de porcelana que mi abuela
guardaba celosamente.

(Fragmento de Insomnio)


En «Encuentros en Papel» encontremos solamente un poema de Josué Ibón. Aún así, constituye la muestra de un talento en ascenso, pues contrariamente a la 'urbanidad' que demuestran algunos otros autores incluidos en la antología, la prosa de Ibón conserva un delicioso sabor bucólico, además de ser directa y atrayente. Es como si en ella presenciáramos un mar en calma tras una intensa tormenta que dejó huellas imborrables en una nave de por sí herida por el significante del otro. Ojalá en próximas antologías nos sea posible leer más de su obra y tener así una mejor perspectiva de su propuesta, que de entrada se percibe bastante interesante.

Quiero mirar
el sangriento sol que agoniza
contigo.
Es día de melancolía
Como todos los días.
Te pienso, siento y escribo.
No te olvido.

(Fragmento de Es día de sol)


Los trabajos de Oscar Faz proponen un mundo de ilusiones ópticas que recurren una y otra vez a un presente errático tras el que se esconde aquella arcaica pulsión, representante-representación de la aniquilación del sí-mismo. Pasado y futuro dejan de tener sentido en cuanto indicadores de un tiempo físico y se convierten en meros referentes que indican grados ascendentes de dolor. En cada uno de sus poemas hallamos un canto desnudo, a veces necesariamente rudo y descarnado, que descubre los resultados arrojados por un ayer en donde todo era un juego de máscaras que, al desvanecerse, evidencia las puñaladas que cada viaje al significante del otro han dejado en las ya de por sí sangrantes heridas.

Narcótico silencio,
atadura de sombras,
tabaco maldito,
un lapso asmático,
aquel ataque de tos sabinesco
sin el cómico desenlace
ni los trajes o sacramentos,
solo el silencio y la asfixia,
la sombra en el espejo,
las horas como arena atascada,
en un reloj con vicios ocultos
que siempre hablaron
y nunca estuvieron tan ocultos.

(Fragmento de «Solo un semestre y toda la vida ya vivida»)


Cristina Lancaster-Jones apuesta por la rima para introducirnos a un mundo -su mundo- en constante (y fallida) reconciliación. Su discurso, a pesar de estar contaminado por el dolor que en ella ha dejado la vida y la Historia (no podía ser de otra manera en tanto sujeto hablante), representa un intento por reconstruirse partiendo de acontecimientos en los cuales los demás verían sólo pérdidas. No obstante, más que esperanza, su poesía refleja un extraño alivio porque finalmente reconoce que toda posesión implica la irremediable posibilidad de pérdida, así sea de la razón, que del objeto amado.

Ella baila en camisón
preguntándose si habrá perdido la razón.
El litio la intoxicó
cuando lo consumió.
Aún no sabe si  está viva o muerta
o simplemente ya se volvió loca.
Quizá tenga otra oportunidad
para salvarse de su enfermedad.

(Fragmento de Loca)


Tres trabajos de Rubén Páramo cierran los «Encuentros en Papel». Bien podrían tratarse de pequeñas historias embellecidas por el canto de un hipotético trovador medieval o, tal vez, de poéticos cantos que en sí mismos contienen pequeñas historias donde la noche y sus criaturas -la Luna incluida- son protagonistas de la locura, si por ella entendemos la insensata pretensión de incorporar al si-mismo aquello que por naturaleza está vedado. Por otra parte, no está de más reconocer que la poesía de Páramo está muy bien estructurada y demuestra oficio, pues maneja con suma elegancia las posibilidades que ofrecen las figuras literarias para ubicar al lector en escenarios precisos.

He de confesar que conozco a la luna en persona.
Sí, así como lo escuchan, conocí la luna, y como buen poeta, me he enamorado de ella, lo confieso sin ninguna pena, sino con la frente tan alta como solo puede estarlo ella.
He dado mi corazón a unas manos intangibles que no lo quieren sostener, pero lo he puesto a su alcance, esperando que algún día, de alguna manera, se acerque y quiera tomarlo.

(Fragmento de Una mujer que es la Luna)



III. A manera de conclusión...

Los poemas que encontramos en «Encuentros en Papel» proyectan las mil formas en que la ausencia y el dolor pueden articularse en palabras y se materializan aunque sea por un fugaz instante, mientras que las voces de sus autores buscan alguna claridad mediante la asimilación y significación de lo ocurrido. No es posible saber hasta qué punto lo logran, porque a final de cuentas la transmisión de toda vivencia está sancionada por el lenguaje haciendo imposible lo unívoco. De cualquier manera, los sentires de quienes hacen posible esta antología demuestran que necesitamos voces que nos hablen de las heridas que han dejado en sus cuerpos enfrentar la magia de la naturaleza, la mancha urbana, el pasado y el presente, sobrevivir en una sociedad de consumo altamente politizada, los medios masivos de comunicación, la presencia y ausencia del otro…, pero que a la vez sean capaces de llevarnos a un más allá en donde el deseo puede ser razón suficiente para seguir aceptando la vida. Y no porque la idea sea encontrar luz propia en oscuridad ajena, sino más bien para empezar a alumbrar nuestra propia oscuridad.

Hay antologías poéticas que están hechas para que olvidemos por un momento la angustia propia de quien transita por el mundo. Hay otras que nos obligan a replantearnos una y otra vez aquello que denominamos existencia. «Encuentros en Papel» representa un intento de conducirnos a aquel punto donde se producen rupturas a fin de que reflexionemos sobre lo que hemos perdido, pero principalmente para que nos pensemos de otra manera tras haber re-significado aquella falta primigenia.

Sin duda leer «Encuentros en Papel» puede resultar un excelente motivo para repensarse y reconstruirse desde el dolor y la frustración que implica perder aquello que alguna vez creímos nuestro.

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3 comentarios:

  1. Excelente reseña, despierta el interés por leer el libro.

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  2. La reseña es extraordinaria, buscaré la manera de hacerme del libro.

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  3. Que padre reseña, estoy por decidirme a comprarlo.

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