Por: Uriel Delac
I. El libro...
«Encuentros en Papel» (varios autores), es una
antología poética del Colectivo Bestiario
de Poetas que reúne cuarenta y cinco trabajos en los que encontramos
retratados los sentires de once jóvenes poetas latinoamericanos preocupados por
construir en palabras el mundo que les rodea. Un delicioso esfuerzo que nadie
debería perderse.
Existen antologías que funcionan como bálsamo
para sanar heridas o ahondar más en ellas. «Encuentros en Papel» construye la
herida misma y nunca la sana, porque su intención es atravesar las fronteras de
lo propio y demostrarnos que también el otro está herido de muerte. Así, el
incierto futuro, el mecanizado presente, el nostálgico ayer, las pulsiones y
sus destinos, la noche y sus criaturas, entre muchas otras cosas, laceran la
piel de quien hace poesía, pero también la piel de quien la lee, porque es ahí
donde el lenguaje se incrusta hiriendo para siempre al sujeto.
Y es que en esta recopilación los autores buscan
mover los contornos de una pretendida realidad. Saben perfectamente que no
existe por sí misma, sino que se construye a partir de las significaciones que
arroja la cadena significante, lo cual termina por convertir al poeta en tan
solo un nombre condenado a seguir articulando imágenes, muchas veces
imposibles, a partir de un discurso que trata de imponerse sobre el silencio y
perdurar. Finalmente, lo consigue a través de un discurso -a veces rimado, a veces
en prosa- que se acerca a los límites del dolor e intenta nombrar justo aquello
que nos enseñan a callar.
II. Los poetas y sus obras...
En «Encuentros en Papel» encontramos el decir de
Helena Zirot, quien propone romper las barreras del Eros a partir de un
discurso contradictorio y esquizofrénico, en el cual hay un abandono por el
otro a pesar que está muerto y, por ello, perdido para siempre. ¿Es la poesía
de Helena nostalgia y sumisión? ¿O es acaso un ahogado grito de libertad? Es
todo y nada a la vez, porque es calor y frío que se anulan a sí mismos ahí, en
el mismo lugar en donde Freud insinuó la existencia de la pulsión de muerte.
Si
no supiera,
si
no estuviera
tan
firmemente convencida
como
quién ha visto un árbol
partido
por un rayo
y
dice:
«Yo
he visto un árbol
ser
partido por un rayo…».
Si
no supiera
que
ahí adentro
para
mí no hay nada,
nunca
lo hubo
ni
lo habrá...
(Fragmento de Si no)
Por su parte, Matheus Kar nos propone por un
momento regresar a la Tierra. Pero no nos engañemos, porque su poesía evoca su
propia memoria para evitar los espasmos que produce el dolor. Cierto, su poesía
arroja luz, pero es una luz que duele porque nos recuerda que alrededor no hay
más que oscuridad. Por tanto, es cegadora luz, portadora del dolor que nos consume.
¿Habrá una salida? No, porque el significante -nos dice Kar- ha hecho de las
suyas lacerando aún más las sangrantes heridas que sobre el cuerpo
latinoamericano han dejado más de quinientos años de incertidumbre.
sube conmigo
cazador de productos en oferta
morderás el
anzuelo del oro verde
el amargo fruto
de los hombres sin corona
acerca tu rostro
entre las rejas
al abrasador
baile de la libertad condicionada
(Fragmento de Iv)
La voz de Arturo Salort es urbanamente
cotidiana, y no obstante descubre que lo que duele no es la realidad, sino la
manera en que se estructura. Empieza a haber cabida lo mismo para las criaturas
de la noche, que para un oxidado reloj que sabe que las horas de más que marca,
significan horas de menos en la vida de quien experimenta el tiempo. A pesar de
todo, existe en sus palabras la esperanza de que al despertar ya no necesitemos
del dolor para saber que existimos.
Vienes desde los ajenos
de una historia,
caminas temerosa en los
andenes
de una prosa y te
imaginas,
te enardeces llamarada
ansiosa,
quemas las palabras
con la luz de tu mirada
y la mirada más lejana
alcanza el puerto de tu
aurora.
(Fragmento de Ansias)
Carolina Estrada evoca lo maldito al querer
explicarnos porqué la vida debiera ser un estado de iluminación y no, de
penumbras. No lo consigue, pues cada una de sus palabras está investida de una
pérdida irremediable en donde extraños entes recorren su poesía, dejando la
duda de si son productos de un plácido ensueño, o de una angustiosa realidad.
Su decir produce en ese punto una ruptura, pues los dioses y demonios que evoca
no alcanzan para dejar en claro dónde termina la orfandad y empieza la
extranjería que conforman sus recuerdos.
Y allí, abrazando la noche,
meciéndome en silencio,
me siento la bestia,
con el saco de lujo,
esperando salir a bailar.
(Fragmento de La bestia)
Bajo el seudónimo de 'No Sueñes Flores',
hallamos una poeta que regresa una y otra vez a los placeres que en apariencia
otorga la infancia. No obstante, todo se interrumpe cuando descubre que la vida
está plagada de retorcidos caminos imaginarios que pudieron haber conducido a
cualquier parte, menos al lugar en donde dice estar. En cada frase que articula
se adivina una lucha contra la nostalgia del pasado, como queriendo encontrar
la razón de la existencia en un mundo casi cadavérico y lograr ser pese a él.
Su mundo es artificial, pero no por ello carente de carta de ciudadanía en
aquel sitio donde el dolor y el olor a muerte se enmascaran bajo risas de niña.
Hay un sonido dentro de
mi cabeza y una tierna voz de niña
que a veces fuerzo
—no quiero envejecer—
no quiero que mis labios
se sientan fríos
y no tener más
recorridos de besos
y millas que se escondan
dentro de los perímetros de la tierra
nosotros dos vistos
desde las ventanas de edificios altísimos
somos tan pequeños y tan
tímidos en aquella ciudad
en callejones que
parecen imposibles para amar
y allí estamos en los
párrafos de la noche
(Fragmento de Besos)
La poética del haikú tradicionalmente se basa en
el asombro y la emoción que produce en el poeta la contemplación de la
naturaleza y de cómo las cosas del mundo deben su existencia de acuerdo a la
manera en que interactúen con ella. Alexa Trujillo se vale de esta forma de
poesía japonesa para ofrecernos un coctel donde se confirma que el deseo es la
necesidad articulada en palabras.
Vacío, solo,
sin espacio ni tiempo:
claustro
de nada
(Fragmento de Haikús de medianoche)
Al cruzar el umbral de lo propio, aparece el
otro y la posibilidad de que todo puede ser distinto. Con su discurso poético,
F. Ch. nos hace saber del proceso inverso, es decir, el retorno a lo propio
luego de haber acariciado la otredad y descubrir que la vida se conforma sobre
todo de ausencias y de un estado donde la muerte se transfigura en nostalgias
del pasado. Demuestra, pues, que lo que lacera es parte de una identidad que no
es posible evitar.
Ayer soñé que la muerte me soñaba.
Me vi tan aterrado pero a la vez tan lleno de paz.
Soñé que me vestía de blanco, justo para presentarme ante su
recuerdo.
Me dibujaba unas flores,
me hacía unos rizos,
me acomodaba la camisa.
Se relamía los dedos para quitarme las manchas de la cara.
Me ponía en una pequeña cajita de cristal como esas
muñequitas de porcelana que mi abuela
guardaba celosamente.
(Fragmento de Insomnio)
En «Encuentros en Papel» encontremos solamente
un poema de Josué Ibón. Aún así, constituye la muestra de un talento en
ascenso, pues contrariamente a la 'urbanidad' que demuestran algunos otros
autores incluidos en la antología, la prosa de Ibón conserva un delicioso sabor
bucólico, además de ser directa y atrayente. Es como si en ella presenciáramos
un mar en calma tras una intensa tormenta que dejó huellas imborrables en una
nave de por sí herida por el significante del otro. Ojalá en próximas
antologías nos sea posible leer más de su obra y tener así una mejor
perspectiva de su propuesta, que de entrada se percibe bastante interesante.
Quiero mirar
el sangriento sol que
agoniza
contigo.
Es día de melancolía
Como todos los días.
Te pienso, siento y
escribo.
No te olvido.
(Fragmento de Es día de sol)
Los trabajos de Oscar Faz proponen un mundo de
ilusiones ópticas que recurren una y otra vez a un presente errático tras el
que se esconde aquella arcaica pulsión, representante-representación de la
aniquilación del sí-mismo. Pasado y futuro dejan de tener sentido en cuanto
indicadores de un tiempo físico y se convierten en meros referentes que indican
grados ascendentes de dolor. En cada uno de sus poemas hallamos un canto
desnudo, a veces necesariamente rudo y descarnado, que descubre los resultados
arrojados por un ayer en donde todo era un juego de máscaras que, al
desvanecerse, evidencia las puñaladas que cada viaje al significante del otro
han dejado en las ya de por sí sangrantes heridas.
Narcótico silencio,
atadura de sombras,
tabaco maldito,
un lapso asmático,
aquel ataque de tos sabinesco
sin el cómico desenlace
ni los trajes o sacramentos,
solo el silencio y la asfixia,
la sombra en el espejo,
las horas como arena atascada,
en un reloj con vicios ocultos
que siempre hablaron
y nunca estuvieron tan ocultos.
(Fragmento de «Solo un semestre y toda la vida ya vivida»)
Cristina Lancaster-Jones apuesta por la rima
para introducirnos a un mundo -su mundo- en constante (y fallida)
reconciliación. Su discurso, a pesar de estar contaminado por el dolor que en
ella ha dejado la vida y la Historia (no podía ser de otra manera en tanto
sujeto hablante), representa un intento por reconstruirse partiendo de
acontecimientos en los cuales los demás verían sólo pérdidas. No obstante, más
que esperanza, su poesía refleja un extraño alivio porque finalmente reconoce
que toda posesión implica la irremediable posibilidad de pérdida, así sea de la
razón, que del objeto amado.
Ella baila en camisón
preguntándose si habrá perdido la razón.
El litio la intoxicó
cuando lo consumió.
Aún no sabe si está
viva o muerta
o simplemente ya se volvió loca.
Quizá tenga otra oportunidad
para salvarse de su
enfermedad.
(Fragmento de Loca)
Tres trabajos de Rubén Páramo cierran los
«Encuentros en Papel». Bien podrían tratarse de pequeñas historias embellecidas
por el canto de un hipotético trovador medieval o, tal vez, de poéticos cantos
que en sí mismos contienen pequeñas historias donde la noche y sus criaturas
-la Luna incluida- son protagonistas de la locura, si por ella entendemos la
insensata pretensión de incorporar al si-mismo aquello que por naturaleza está
vedado. Por otra parte, no está de más reconocer que la poesía de Páramo está
muy bien estructurada y demuestra oficio, pues maneja con suma elegancia las
posibilidades que ofrecen las figuras literarias para ubicar al lector en
escenarios precisos.
He de confesar que conozco a la luna en persona.
Sí, así como lo escuchan, conocí la luna, y como buen poeta,
me he enamorado de ella, lo confieso sin ninguna pena, sino con la frente tan
alta como solo puede estarlo ella.
He dado mi corazón a unas
manos intangibles que no lo quieren sostener, pero lo he puesto a su alcance,
esperando que algún día, de alguna manera, se acerque y quiera tomarlo.
(Fragmento de Una mujer que es la Luna)
III. A manera de
conclusión...
Los poemas que encontramos en «Encuentros en
Papel» proyectan las mil formas en que la ausencia y el dolor pueden
articularse en palabras y se materializan aunque sea por un fugaz instante,
mientras que las voces de sus autores buscan alguna claridad mediante la asimilación
y significación de lo ocurrido. No es posible saber hasta qué punto lo logran,
porque a final de cuentas la transmisión de toda vivencia está sancionada por
el lenguaje haciendo imposible lo unívoco. De cualquier manera, los sentires de
quienes hacen posible esta antología demuestran que necesitamos voces que nos hablen
de las heridas que han dejado en sus cuerpos enfrentar la magia de la
naturaleza, la mancha urbana, el pasado y el presente, sobrevivir en una
sociedad de consumo altamente politizada, los medios masivos de comunicación, la
presencia y ausencia del otro…, pero que a la vez sean capaces de llevarnos a
un más allá en donde el deseo puede ser razón suficiente para seguir aceptando
la vida. Y no porque la idea sea encontrar luz propia en oscuridad ajena, sino
más bien para empezar a alumbrar nuestra propia oscuridad.
Hay antologías poéticas que están hechas para
que olvidemos por un momento la angustia propia de quien transita por el mundo.
Hay otras que nos obligan a replantearnos una y otra vez aquello que denominamos
existencia. «Encuentros en Papel» representa un intento de conducirnos a aquel
punto donde se producen rupturas a fin de que reflexionemos sobre lo que hemos
perdido, pero principalmente para que nos pensemos de otra manera tras haber
re-significado aquella falta primigenia.
Sin duda leer «Encuentros en Papel» puede
resultar un excelente motivo para repensarse y reconstruirse desde el dolor y
la frustración que implica perder aquello que alguna vez creímos nuestro.
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Excelente reseña, despierta el interés por leer el libro.
ResponderBorrarLa reseña es extraordinaria, buscaré la manera de hacerme del libro.
ResponderBorrarQue padre reseña, estoy por decidirme a comprarlo.
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