martes, 19 de febrero de 2019

Artes Plásticas: Dora Maar, la artista que Picasso destruyó

Por: Helena Zirot






Les années vous guettent, Dora Maar (por:
Chulipachuli - Trabajo propio)
Nacida en Francia un 22 de noviembre de 1907, la excepcional fotógrafa Henriette Theodora Markovitch (mejor conocida como Dora Maar), fue hija única del matrimonio formado entre Joseph Markovitch un arquitecto croata y la violinista francesa Julie Voisin. Por razones de trabajo su padre decide llevarlos a vivir a la Argentina, lugar en que Dora pasa su infancia y adolescencia. Posteriormente, teniendo doce años, regresa a Francia y en 1926 empieza a tomar clases en la Escuela de Fotografía de París, una de las más liberales de la época, donde a las jovencitas se les permitía estudiar el cuerpo desnudo de los modelos, y en la Unión Central de las Artes Decorativas. Era tal su talento, que a sus veinte años frecuentaba la Academia Jullian y el taller de André Lhote, consiguiendo así que se la reconociera entre los Surrealistas

Hand-shell por Dora Maar
Al poco tiempo empieza a destacar dentro de esta corriente plástica francesa, pasando a formar parte de los círculos artísticos más famosos de la época. Amiga personal del poeta Paul Eluard, gustaba de visitar como su acompañante los sitios más selectos y emblemáticos de París. Fue precisamente en uno de estos sitios (el café Les Deux Magots), que en 1936 tiene oportunidad de conocer al pintor malagués Pablo Picasso. Los presentó el mismo Eluard, y desde el principio Picasso se mostró encantado por la singular belleza de esa chica de rostro serio y modales finos que jugaba con una navaja entre las manos. Cuando tal vez por el nerviosismo se pinchaba, las gotas de sangre no se hacían esperar manchando sus elegantes guantes blancos. Mismos que el malagués le solicitó, al tiempo que con toda galantería le proponía un encuentro a solas. Dora Maar no lo sabía, pero haber aceptado aquella cita le significaría el inicio de su propia destrucción.

Retrato de Ubú por Dora Maar
Su familia se opuso fervientemente a su relación con Picasso, mas a pesar de todo decide entablar una relación amorosa con él. Durante los primeros meses fueron la pareja perfecta: Pablo perfeccionando su técnica (su época cubista estaba próxima), y Dora experimentando y creando grandes obras en el campo de la fotografía, con imágenes tan conocidas como el Retrato de Ubú, que acabaría por convertirse en un icono del surrealismo. Al año siguiente (1937) Picasso pinta el Guernica, y Maar sirve de modelo única para las cuatro mujeres que aparecen en el cuadro. Además, realiza un detallado reportaje fotográfico recogiendo las distintas fases de la producción del famoso mural. Y es precisamente en esta etapa que el carácter narcisista, machista y definitivamente problemático del pintor sale a la luz, terminando con los nervios de la artista y minando su producción artistica. Los desprecios hacia su persona iban en aumento, al grado que no dejaba que Dora lo visitara a menos que él la invitara. Por otra parte las humillaciones eran frecuentes. Paul Eluard incluso fue testigo de una ocasión en que Dora no quería enseñar unos dibujos de su órgano sexual y Picasso le ordenó que los dejara ver. Ante la segunda negativa la golpeó tan fuerte, que perdió el sentido y tuvo que ser trasladada de urgencia a una clínica.

Doble autorretrato por Dora Maar
Como era previsible los problemas de Dora con sus padres estando de por medio el pintor iban en aumento. No pocas veces intervino su padre, pero con escaso éxito debido al enamoramiento casi religioso que Dora profesaba por Picasso. Hasta que un día en que discutía acaloradamente con su madre por teléfono, de pronto la voz se cortó: Julie, su madre, había muerto. Fue durante la ocupación de Francia por los nazis y era de noche, después del toque de queda. A la mañana siguiente que pudo salir, la halló muerta con el teléfono en una mano. Este episodio nunca lo olvidaría, siendo una de las poderosas razones por las que entre 1944 y 1945 decide separarse definitivamente de Pablo, el que por cierto ya había encontrado una amante más jóven: la pintora François Gillot, nacida en 1921.

Fotocollage por Dora Maar
Tras el final de la relación, Dora Maar empezó a exhibir un comportamiento extraño y paranoico. Artísticamente fue un periodo fructífero porque se inicia en el mundo del arte pictórico, lo que le permitió experimentar con collages fuera de serie que combinaban fotografía y pintura. Pero en cuanto a su vida personal las cosas no le fueron del todo bien, pues prácticamente se desapareció del mundo y no eran raros sus ataques de histeria. Esperanzada, recurre al psicoanalista Jaques Lacan, con quien inicia su tratamiento. Picasso interviene y sin más la ingresa en un hospital psiquiátrico. De nuevo Eluard toma cartas en el asunto y lo obliga a que la saque de ahí. Ya instalada definitivamente en su apartamento parisino de la rue de Savoie, poco a poco retornó discretamente a la pintura y a la fotografía, además que abrazó el catolicismo con la misma pasión con la que un día amó a Picasso. Un misticismo que, a diferencia del pintor, nunca la abandonaría. 

Silence por Dora Maar
Años más tarde, al pasar por la casa donde vivía la artista y que él mismo le había regalado, Picasso comentó cínicamente: En esa casa, Dora Maar murió de aburrimiento a pesar de estar viva.   

Henriette Theodora Markovitch falleció sola en un hospital de París el 16 de julio de 1997. Sus bienes se componían de 130 cuadros que Picasso le había regalado (obras que se conocieron hasta su muerte) y la mayoría de sus fotografías; herencia que legó a un monje católico. Al respecto, en un artículo sobre la vida de la artista, el periodista Alan Riding escribió: Dora no era más que un pie de página en la vida de un gran artista. De hecho, había muerto veinticuatro años antes.


  
Dora en la arena blanca, 
con la mano mutilada, nívea, 
que brota de la caracola 
con la lluvia de la tormenta. 
Dora es el tacto que se posa, 
que reposa, que detiene.
Maar de sempiternos paisajes, 
de insólitos encuadres. 
Maar arquitectónica, desenfocada, quimérica, 
vaporosa, ecuestre, difuminada, 
atrevida, fantasmagórica, de huella y de pisada.
Laberintos interminables y silenciosos; 
boca arriba y boca abajo. 
Corredores, ajedrezados, 
cañones, dinteles, fajones. 
Dora es la nebulosa, la perspectiva metafísica, 
el armadillo, la fantasía antojadiza, 
la gelatina de plata.

 (Fragmento del poema



miércoles, 13 de febrero de 2019

Poesía: Aire

Por: Cristhian Moreno Susniar




Dulce brisa eres aire, te respiro, traspasas, empujas ¿A dónde me llevas? ¿Es qué entras al corazón y te vas?

Abre las puertas de lo más profundo del ser que me asfixio. Habita la confusión y el sin sentido que nubla la vista. Vivir sin sentido es no vivir, y no vivir es no aprender amar. 

Temprano aire, joven aire, entra en mi esencia y da el respiro al alma mía que quiere la vida para entregarse y no tenerme que ir.  

  


domingo, 3 de febrero de 2019

Poesía: ¿Qué me queda?

Por: Verónica Polo Escobar


Nocturno: azul y plata - James Whistler, 1871
  
Si la oscuridad perenne se apropia de mi vida,
y resuenan en mis pensamientos recuerdos melancólicos, llenos de ti
Y me toca engullir, otra vez, la frustración de tu partida
con sus largos brazos que me aprisionan, que me atormentan…
Dime entonces, ¿qué me queda?

Si mi cólera se encuentra con las fieras olas de tu reminiscencia,
chocan y me arrastran al fondo del océano,
donde se forma la vorágine que ahoga mis penas
Y más tarde deja salir a flote mi inerte cuerpo, aún con sus cadenas…
Dime entonces, ¿qué me queda?

Si mis oídos sangran al recordar tu desesperante voz diciendo 'adiós',
y mis ojos se nublan de la impotencia
de no poder deshacerme de aquel ruido fantasmagórico
Y caigo de rodillas, llena de consternación…
Dime entonces, ¿qué me queda?

Si la noche traicionera, con su niebla densa suscitan a mi débil corazón,
que con sus recuerdos errantes me desatan un suplicio
Y tú, tan pronto como llegas a mi mente te inmiscuyes en mi tedio,
haciéndome presionar el disparador…
Dime entonces, ¿qué me queda?