lunes, 30 de abril de 2018

Poesía: Tempestad

Por: Carlos Mauricio López


La Tempestad (óleo de 1916) - John Eilliam Waterhouse


¡Oh!, tormenta, acércate, y cae sobre la piel,
danza con tu fría naturaleza, corre,
viento huracanado, juega con el cabello,
levanta nubes grises de humo y niebla...

Relámpago, ciega con tu luz los ojos nobles,
brama tormenta, grita con tus truenos de dolor,
abres tus fauces ¡oh! Lobo huracanado,
y aprieta las mandíbulas, entrámpalas...

Arrecia temporal, lánzate, gira con furia,
no dejes nada en pie, corre y vuela,
corres con tus patas de gigante despertado,
vuela con tus alas de borrasca, de poesía...

Graniza, cauteriza con tu hielo las heridas,
no necesitamos vendas, ni bálsamos,
ven y golpea con fuerza, ¡oh! Lluvia primigenia,
tormenta haced tronar vuestro vientre...

Si con ello lavarás el corazón, si con ello,
vendrá después de ti ¡oh! Lobo huracanado,
la calma que  buscamos, la tibia libertad
que hemos buscado, ven tormenta y llueve...


viernes, 20 de abril de 2018

Poesía: Eterno

Por: Erika Cristina Rodríguez Padrón





Dulce y constante, 
la gota horada la bella roca, 
suma milenios. 
Casi imperceptible sucede, 
parsimonioso, calmo, 
en silencio.

Magnánimo, eterno, que nada olvida, 
no está, parece, y sin embargo, 
se vuelve dueño de lo que toca 
y lo transforma, lo mimetiza, 
lo disemina o lo enaltece, 
otras, lo daña o lo envilece.

Se incrusta dentro, en lo profundo, 
a veces duele o trae los miedos 
del inframundo. 
Nos vibra, grita verdades y no perdona. 

Para asumirle y comprenderle, 
hubo que hacerle una medida, 
y desde entonces se hizo implacable, 
rememoró aquel segundo, 
el del instante de ser la Nada, 
en el principio de la creación.

Nació a la par de las galaxias, 
en un vacío que coexistió, 
tic tac resuena, lleno de magia, 
ríe del humano, de su soberbia, 
su egolatría, 
porque a su lado somos arena, 
mísero polvo que a veces sueña 
y se cree estrella, 
que se adjudica, impertinente, 
hasta el derecho de vida y muerte, 
se siente un rey omnipresente, 
como si Antares fuese su hermano.

Sabio tan solo se carcajea, 
viejo maestro, 
 sabe perfecto lo que se espera, 
porque su nombre, 
historia viva, sin falsedad, 
observa cómo, dulce y constante, 
la gota horada la bella roca.

No importa cuánto se haya medido, 
eones, segundos, baktunes, ciclos, 
ni si logramos quebrar el átomo, 
sembramos flores, 
o navegamos con submarinos, 
ganamos guerras exacerbados, 
pisamos suelo extraterrestre, 
o si aplaudimos a Farinelli. 

El gran maestro que no perdona 
y nada olvida, 
siempre solemne, parsimonioso, 
con su tic tac, 
siembra con calma silente vida, 
por donde toca, 
una perfecta, 
nueva y futura, humanidad. 


© Eterno | Erika Cristina Rodríguez Padrón, México 2017


miércoles, 18 de abril de 2018

Poesía: Lluvia de primavera

Por: Dinorah Martínez Prieto



Ese arrullo pausado y tenue,
que refresca el ambiente,
hace que el tiempo se detenga
y me recuerde que sola estoy.

Dejo que la lluvia 
limpie todo alrededor
y veo cómo lo pasado
se va decolorando.

Cierro los ojos,
el agua empieza a escurrir,
y voy sintiendo ese baño frío
que purifica mis pensamientos.

Esta lluvia de primavera
se lleva lo que me pesa,
mientras me dejo transportar
al ritmo de las gotas,
que se estrellan en la ventana.

Quisiera seguir soñando,
pero la nube se disipó,
permitiendo al sol
dispersar la humedad
que crea ese bello puente multicolor.


martes, 17 de abril de 2018

Poesía: Brecha

Por: Nelson Ballestas


The blind (1913) - Egon Schiele


Quisiera sólo mirarte y cuestionar
qué hemos hecho.
Hemos adoptado al mundo
y dado nuestra forma

Qué hemos hecho...
Condensamos los dolores y agonías
en pálpitos inertes.

...hecho

El dulce dolor que emana de las montañas,
de los ríos y los llantos,
te destroza
reventando la capa nocturna 
de los deseos no realizados 

Caén máscaras insondables
en luces titilantes junto a abismos,
defectuoso mar,
denso como la soledad y el misterio,
te frustra destruir incluso el engaño.
Y no solo dejamos de perdonar al mundo,
sino que no nos perdonamos tú y yo. 
Nos agravamos consolándonos en dolores ajenos 

Quiero mirar la presencia... 
pero no hay ninguna.
Ya se ha dicho, 
ya está escrito
no puedo ser como otro.
Y me tienes aquí,
adolorido entre tendones y notas álgidas 

Colocaste muros en nuestros costados,
cambiaste piedad por guerra y te mordiste, 
una y otra vez me mordiste  

Crees que soy duro, 
crees que soy blando
crees en mi grandeza, 
en mi insignificancia
¡Yo soy maldición, 
producto sucesivo de la historia,
soy el veneno en la sangre 
que envenena su propia piel! 

No me mires con odio,
pero no soporto tu tipo de piedad 

Encuentra por favor
una forma de afrontar el cinismo necio
que alberga en las arandelas del espíritu 

(De mi mano a tu mano hay kilómetros y,
más que distancia, es soledad) 

Ya te he perdido en el pasado
ya he colmado la paciencia de los vivos y de los muertos
allí, la nublosa vida, mi compás síncope
derrama el secreto, el frío secreto:
somos una esquirla de tiempo en el tiempo
una gota en el mar, 
un punto en la nada.
Y lo tomamos con la pasión,
arriba de los restos. 

Por encima de la grandeza matamos grandeza,
y nos vestimos con las pieles desolladas. 

Como lodo en niños de cinco
está tiznada de sangre la piel de nuestras mejillas
y te ríes tú... pero no río yo. 

El amasijo entre tus manos es extraño 
y lo miro sin querer...
y antes de saber qué es, 
lo tengo en mi cara esparcido por tus manos
no tengo palabras, ni balbuceos, ni canto
solo llanto 

Por encima de la grandeza matamos grandeza,
y nos vestimos...



martes, 10 de abril de 2018

Poesía: El beso

Por: Elías Enrique Viqueira Lasprilla




 

Me encanta ese beso de ella,
es tierno, dulce y mágico
como la mano blanca de la niebla
o el origen del Todo,
en voz de este simple poema.

Un beso que todo lo tranquiliza,
de un vacío, todo lo llena,
deja que las sombras en los labios
se conviertan en itinerantes estrellas:
mil soles de besos castos.

Me gusta mucho cuando me besas,
que con tersura me ansías,
me trasladas en forma de caricia lenta,
como si fueras una mágica palabra
pero dicha en silencio, de leyenda.

A veces es extraño ese beso
porque en un instante me haces marea,
me desmayas en un canto selecto,
yazco en tus manos, dedos y yemas,
esos tus dedos que riman con lo eterno.

Tu beso es una obra maestra,
todos los días lo necesito
como sangre al humano de la Tierra;
un beso tuyo cada día,
me calma toda espera.


miércoles, 4 de abril de 2018

Literatura: Dulcinea del Toboso (comentarios sobre El Quijote)

Por: José L. Avendaño

Don Quijote de la Mancha, Gustave Doré

Por cierto, maestro, tal vez le moleste que le describa a la muchacha con palabras tan mediocres
Junichiro Tanizaki, Cuentos de amor.

La obra capital de Cervantes El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ha constituido un muestrario de universalidad en donde todos los temas y situaciones humanas tienen cabida; a grado tal que, tras su publicación, pareciera que autores subsecuentes sólo los han reformulado una y otra vez, variando únicamente los ambientes donde se desarrollan, o bien, los nombres de los personajes. Al respecto, el crítico estadounidense Harold Bloom comenta que: es la primera y mejor de todas las novelas, aunque sea más que una novela. Esto resulta evidente en tanto que la obra sobrepasa a casi cualquier novela escrita posteriormente. Es de destacarse que la díada Sancho-Don Quijote encarna una de las más entrañables parejas de la literatura, sin olvidar la de Aquiles y Patroclo —una amistad virtuosa y erótica al mismo tiempo de acuerdo a los patrones culturales manejados por el pueblo griego—; pasando por la muy solemne y profesional de Sherlock Holmes y Watson, según los personajes diseñados por Sir Arthur Conan Doyle; y hasta la dispar, pero finalmente fraternal pareja retratada por Thomas Pynchon en Mason y Dixon.  
Podemos considerar que la excelencia de esta obra genuinamente caballeresca y cortés radica básicamente en su construcción. Diseñada como un cúmulo de historias dentro de otras historias, asemeja a las Mil y una noches al tiempo que le rinde culto. El tema eje son las andanzas de Don Quijote, quien toma la decisión de emprender una serie de aventuras a partir de que su mente confunde el mundo de los relatos de caballerías con una pretendida realidad haciendo un todo fantasioso en donde, de todas, la más persistente y obstinada es la de Dulcinea del Toboso, una Dama por la cual el caballero de la triste figura siente una particular impresión semejante a la de una revelación mística: 

«Su nombre es Dulcinea, su patria el Toboso; su calidad por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve» (pag. 115).
Descripción semejante asombra al lector, pues pareciera ser que en Dulcinea recaen todos los aspectos y virtudes de la belleza renacentista sin dejar de lado un cierto dejo de pudor en sus palabras. La cita continúa magnificando aquel amor cortés que Don Quijote manifiesta por la Dama: Y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas. La hechicería o magia —presupone Don Quijote— es la culpable de que su amada no aparezca atractiva a los ojos del otro. No obstante, esta enigmática mujer no es otra que la moza Aldonza Lorenzo, una simple campesina antitesis de los cánones de belleza de la época y que Sancho identifica como la Dulcinea de su señor. No obstante, para el caballero andante, Aldonza simboliza a aquella dama perfecta, pura y a la cual debe encomendarse, hasta convertirla en el motor impulsor de todas sus venturas. Como no podía ser de otra manera, esta antinomia entre Aldonza Lorenzo y Dulcinea del Toboso origina en el lector un espectáculo irónico implica una visión dualista del mundo de Don Quijote: aquel generado por la lectura de novelas caballerescas y, por otra parte, el que arroja la percepción de una pretendida realidad.  
El escritor y filósofo italiano Umberto Eco —hablando del amor cortés durante la época medieval—, define lo que sería una de sus características: la contraposición entre belleza exterior e interior, lo cual presupone un tema recurrente en la literatura de aquel período. Consecuentemente, la fugacidad de la belleza terrenal se advierte siempre con un sentimiento de melancolía en tanto que es meramente efímera. Sin embargo, la obra de Cervantes a la que nos referimos rompe con cualquier concepto de belleza al dar paso a una suerte de ilusión que hace que quien la lea acepte que Aldonza es bella sólo porque Don Quijote lo dice; sin que por ello el caballero deje de extrañar su ideal creado, ni de expresar un dejo de melancolía por aquella amada Señora que ha sido transformada. 


Notemos además que Alonso Quijano para sentirse un caballero andante debe tener en todo momento una Señora dueña de sus pensamientos por la cual pelear, además de atributos como el de ser acompañado por un escudero y velar las armas en un altar, entre muchos otros. Pero no perdamos de vista que Don Alonso nos lo advierte Cervantes desde un principio es en realidad una mimesis del arquetipo de caballero que se detalla en sus libros, pero dotado además de una peculiar melancolía que se confunde con la tristeza. De sobra está decir que notamos aquí un cierto retorno al concepto de melancolía a la usansa griega clásica, en donde suele aparecer como compañera inseparable de la tristeza, siendo entonces Don Quijote su representación prototípica: su triste figura es el ejemplo de ello. ¿Qué implica la melancolía? Ibn Dawud en su Libro de la flor describe algunos de sus síntomas: Primero aparece el gradual debilitamiento del cuerpo, luego el creciente aislamiento de la víctima por un pensar solitario y, por último, la idea fija que cautiva la mente, culminando en una locura enfermiza que lleva a la muerte. Es decir, en todo, tal pareciera ser que se nos describe a Don Quijote y la serie de pasos que lo llevaron a su desenlace.
Señalemos desde ahorita que La Dama del Quijote Dulcinea no existe mas que en su imaginación. De hecho, Sancho Panza apenas conoce a Aldonza Lorenzo de oídas, lo que origina un mayor desconcierto en tanto que el amor manifestado hacia ella es un amor platónico y que solo vive en el mundo de las ideas del Caballero. Es su creación y al mismo tiempo su reflejo, pues en ella distingue todo lo que los libros de caballería le han enseñado. A este respecto, podemos decir sin temor a equivocarnos que cierto es que Cervantes creó un obra magnánima en donde la ironía nos acompañará durante toda la novela, siendo las conversaciones y anécdotas entre Don Quijote y Sancho la columna vertebral de la obra. Así pues, será gracias a la carta que Don Alonso dirige a Dulcinea, que Sancho se entera de quien es ella y, tras saber quiénes eran sus padres, está al tanto que Don Quijote le ha mentido o engañado. Consecuentemente, procede con una acción semejante y proporciona al Caballero otra misiva obra de su propio pensamiento e inventiva— que en todo lo dejará satisfecho. Luego, no debemos perder de vista que conforme transcurre el relato, Dulcinea se convierte paulatinamente en un mito prefabricado —una fábulaque se ubica en el centro de los pensamientos e imaginaciones del Quijote. Los molinos son gigantes que se pueden esfumar, pero no así su convicción por ella: Yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad (I,25).  
La imagen puede contener: cielo, planta, árbol, exterior y naturaleza
Es con el pasaje de las labradoras que Sancho representa como Dulcinea y sus damas que la ficción se torna más ingeniosa, pues mientras que Don Quijote ve en ellas a simples campesinas que van de paso, el escudero defiende la idea de que entre ellas se halla Dulcinea. Ante esto, el caballero andante se hace creer que un encantador les está siguiendo y que ha nublado su vista haciéndole imposible el reconocer a su Señora. Al respecto, Erich Auerbach filólogo y crítico literario alemán puntualiza y comenta sobre esta escena: Aparecen trocados los papeles: hasta ahora, había sido Don Quijote el encargado de captar y transfigurar a través del prisma de la novela caballeresca las realidades de la vida diaria con las que topaba a cada paso (…) es Sancho quien improvisa una escena caballeresca.  
Más adelante, la mentira del fiel escudero cobrará verdad cuando, hallándose ambos en la cueva de Montesinos, Don Quijote ve a su amada convertida en una zafia labradora. El simple adentrarse en aquel lugar otorga a la imaginación del Caballero el poder de la incertidumbre; por lo que es sacado dormido y, tras despertar, relata haber visto y comprobado lo que ya le había explicado Sancho: que Dulcinea está encantada. 
Finalmente, cabe mencionar que esta transformación que sufre la figura de Dulcinea a través de la obra constituye simbólicamente la historia de un fantasma. En efecto, se habla tanto de ella, que hasta podemos considerarla uno de los tres personajes principales no obstante que ni siquiera tiene una participación activa en la obra. En efecto: durante el transcurrir de la novela se le describe y se la menciona de continuo, obsesivamente si así se quiere, pero nunca se nos narra un pasaje en donde ella haya tenido una aparición formal. A pesar de todo esto, la efigie de Dulcinea es fundamental en tanto que es un ideal que ronda la novela: una ficción que Don Quijote crea y que Sancho continúa. Notemos entonces que aquella Dama que reúne todos los atributos de belleza no puede tener una participación objetiva porque hacerlo sería equivalente a disminuirla en cuanto un ideal. Un hipotético diálogo entre El Caballero y Dulcinea tal vez habría constituido la recompensa más grande que el lector de Cervantes hubiese podido tener, pero construir dicha conversación habría hecho de ella, de La Dama, una simple e hirsuta campesina...
 
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Sobre el autor:

José de Jesús López Avendaño nace un 18 de abril de 1994 en la ciudad de Salina Cruz, Oaxaca. Cursa la carrera de Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). 
 Ha publicado en la revista literaria Monolito; en la revista Claroscuro; en la gaceta Letra suelta (UNACH); la revista virtual Mimeógrafo.
 Fue participante en el festival cultural La hojarasca en su edición del 2015 y asistió a los Coloquios Cervantinos en sus ediciones XXV y XXVI. 
Actualmente, cursa un diplomado en Creación literaria por parte del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).