viernes, 29 de diciembre de 2017

Artes Plásticas: 'Los niños llorones' de Bruno Amadio - Maldición y leyenda.

Por: Daphy



Bruno Amadio (nacido en Venecia, Italia, el 15 de enero de 1911), más conocido por el nombre de Angelo Bragolin, fue un fascista y seguidor de Mussolini que participó en la II Guerra Mundial. Conforme transcurría la contienda, le causó gran impresión observar las caras de los más pequeños frente a tanta devastación y, una vez concluida, se traslada a España, lugar en que comenzó a pintar una serie de lienzos denominada ‘Los niños llorones’ que muestran imágenes de niños en primer plano en cara y busto, con gesto triste y grandes lágrimas escurriendo por sus rostros debido al dolor de haber quedado huérfanos por la guerra. Al parecer, el pintor realizó 27 cuadros con esta temática sin conseguir llamar la atención del gran público, pues sus obras pasaron prácticamente desapercibidas en aquel momento. Posteriormente, tras unos años en Sevilla y Madrid, se le pierde la pista definitivamente hasta su fallecimiento, ocurrido un 22 de septiembre de 1981 en la ciudad de Padua.

La leyenda negra comienza con los rumores sobre un posible pacto con el diablo, cuando Amadio se cansa de ser un pintor desconocido y malvivir de su arte. Tras la misma, de la noche a la mañana sus cuadros se hicieron tan populares que hasta se realizaron cientos de copias de cada una de sus obras agotando los compradores cualquier producción. Sin embargo, trascurridos unos años, los periódicos internacionales comenzaron a hacerse eco de una terrible noticia: un edificio había ardido haciendo morir a todos los inquilinos y calcinado todas sus pertenencias; excepto el curioso cuadro de un niño llorón que permanecía colgado en una pared, en perfecto estado y sin haber sido alcanzado por las llamas. Alarmados y sorprendidos, muchos lectores llamaron al periódico para informar que les había sucedido exactamente lo mismo y que los bomberos no habían sido capaces de explicar los orígenes de los incendios y menos aún porqué réplicas idénticas del cuadro hubiesen sobrevivido y quedado intactas. Como era de esperarse, rápidamente brotó una especie de histeria colectiva y en algunas calles españolas se crearon fogatas donde los vecinos quemaban todos los cuadros antes de que el cuadro los quemara a ellos.

¿Quién era el misterioso niño retratado en ese lienzo? Si acaso existió, su nombre tal vez nunca se supo o simplemente se olvidó. No así una leyenda urbana que decía que había sido huésped de un orfanato probablemente alemán. Según esto, tras haber sido pintado por Amadio, el cuadro original permaneció en el hospicio hasta que por causas bastante extrañas fue presa de las llamas, el pequeño murió y su espiritu quedó atrapado en el lienzo, que increíblemente resultó intacto. Quienes dicen haber presenciado el cuadro original han explicado que, al hacerlo, tuvieron la certeza de que ese niño de carita redonda, ojos llorosos y mirada tierna (a la izquierda) los seguía con la mirada por toda la galería. Mas a pesar de todo, mucha gente posee réplicas de este cuadro porque al parecer la maldición solo aflige a aquellos que se han burlado de los gestos del pequeño, pero no así a los que le tratan con respeto y cariño. Lo mismo ocurre con todos y cada uno de los niños retratados en la serie de 27 cuadros, pues todos están malditos incluyendo las réplicas.

Sin embargo y más allá de cualquier historia, lo cierto es que estos cuadros se han convertido en un icono del misterio gracias al periódico inglés The Sun, que supo vender tan bien esta historia que convirtió a los ‘niños llorones’ en poco más que enviados por el mismo demonio que algún día había pactado con Amadio. Una historia que no sabemos que tan verídica es, pero rentable sin duda alguna. Por cierto, existe al menos una fotografía en blanco y negro (la presentamos como apertura de esta entrada) en donde se observa a Bruno Amadio realizando uno de sus célebres retratos de 'los niños llorones'. Como es de suponerse, no contamos con dato alguno acerca de quién sea el infante retratado. Pero una cosa sí es segura: quien haya sido, en el momento en que era plasmado en el lienzo, habitaba tan solo en algún lugar del pensamiento del ahora célebra pintor, pues fue tomada mientras trabajaba en su taller por un amigo bastante cercano que siempre aseguró que nunca existió niño alguno que estuviese sirviendo como modelo. 


sábado, 23 de diciembre de 2017

Poesía: Los pasos del amor

Por: Elías Enrique Viqueira Lasprilla


Con el arte a tus pies - Ivo Varga - 2012


Pies divinos,
romances a la caballeresca,
los caminos por los que andas
me ofrecen brisa fresca. 
Dedos al masaje secreto,
al goce de las patadas de bebé
cuando silbas las palabras
de este poema.
 
Léelo bien,
pues va dedicado a ellos,
a los que pisan mi cuerpo
siguiendo el erotismo... al pie de la letra.
 
Sí, tus pies,
que son dos regalos al amanecer,
al jolgorio de las caricias
cuando mis manos te hacen una obra maestra. 
Refulgentes, translúcidos
y tan bellos
que ni un ángel se atreverá a parártelos;
en ellos toco el placer de tu puerta.
 
Pies del origen,
santas danzas,
¿sabes cómo se les llaman también?:
los Pilares de la Tierra.
Deja que vuelen,
deja que fluyan,
deja que existan puros en mis labios,
yo los limpiaré de la suciedad de este planeta. 

Camina por mi pecho,
por la catarsis de mi corazón,
el que te otorga la felicidad,
el que te ama a puño y letra.
¡Pies tan hermosos!
Con ellos me quedo. 

El hombre pisó la luna,
pero quiero que dejes en mí tu huella.
Pies tuyos,
perfumados a inocencia,
atareados por la vida,
entregados a mi fuerza eterna.


© 2017 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.



miércoles, 20 de diciembre de 2017

Música: Bar Pesadilla ¿El horizonte del Mentado Palomas?

Por: Arturo Salort


 El antagonista por excelencia de la música pop mexicana, vuelve en un disco que ametralla los sentidos con la característica nostalgia e irreverencia que lo identifica. Armando Jiménez mejor conocido como Armando Palomas, cuya trayectoria abarca un cuarto de siglo y miles de kilómetros por la libre presenta su nuevo (y quizá último) material titulado “Bar Pesadilla”; un disco que hace su primera gala nada menos que en el Lunario del Auditorio Nacional. Con un sold out y artistas invitados de la talla de José Cruz y Big Javy, deja en claro que su música ya puede ser considerada como ‘de culto’.


El disco inicia con la poesía de Israel Miranda. Las pentatónicas de blues no se hacen esperar y la aguardentosa voz de Palomas aparece con la frase: “Ayer estuve a punto de estrellar mis huesos en la carretera…”; sensata letra que, conforme avanza la canción, te sumerge en la intimidad de sus versos. Un punto que vale la pena destacar de este material es el recurso poético utilizado y que, aunque ya empleado ocasionalmente desde hace algunos años atrás, es en ésta primera ocasión que el público lo recibe con los brazos abiertos. Otro interesante acierto más es ese pequeño auto-homenaje que entre líneas hace a su propia discografía al introducir elementos de discos pasados, como lo son la utilización de una grabadora de llamadas y el uso de batería e instrumentos eléctricos. No obstante, la cereza que corona este pastel, es la lírica pesimista y repleta de simbolismos que dignifica la personalidad del escribiente maldoso, del charro atrabancado que hoy por hoy es uno de los máximos referentes en la escena underground mexicana y que esperamos dure muchos años más deleitándonos con su música y talento. 





martes, 19 de diciembre de 2017

Poesía: Mi silencio para A...

Por: Silvia Villarespe





Quién será tan ingenuo para ignorar la furia que sobrelleva el silencio, 
cuando el mundo infértil de mi lengua, prefiere guardarse los sonidos. 
Soy más grande, tan inmenso, que no necesito nada más. 
Ya no hay lamentos perdidos en esta dimensión a la que no pertenezco. 
 
Un día hallé el fondo de tu mirada y regresé a mi espacio. 
Creo que ese día morí como lo he hecho tantas otras veces. 
Me encuentro aquí en la totalidad misma de mi silencio, 
infinidad de voces recorren mi pensamiento,  
entre ellas está la tuya; todas las palabras pronunciadas, 
todas las risas, tristezas, e ironías las llevo encerradas, 
están guardadas celosamente en los tiempos de mi silencio 
 
No necesito nada más que regresar a mi espacio. 
Unirme al todo y nada de esa mirada perdida que una vez me pensó. 
Te evoco en cada respiro, minuto y segundo del día. 
 
Déjenme vivir en el silencio; no me desaten de la soledad. 
No me busquen, no me recuerden, no vuelvan a nombrarme, 
no quiero nada más 
En él hallé y perdí todo, 
y en él me quiero quedar



domingo, 17 de diciembre de 2017

Música: Johann Sebastian Bach y Ludwig Van Beethoven - El reencuentro del espíritu musical alemán

Por: Silvia Villarespe


"Urvater der Harmonie": palabras de Ludwig van Beethoven, quien hasta el final de su vida no dejó jamás de admirar el infatigable talento del genio de Eisenach. La figura de Johann Sebastian Bach se fue construyendo a lo largo de los siglos. No fue tarea fácil, el reconocimiento de su obra y de su contribución al estilo contrapuntístico, así como sus impresionantes cualidades como organista, clavecinista y violinista, fueron discretamente apreciadas en la primera parte del siglo XVIII.

El Clave bien temperado fue una extensa obra musical y teórica, repasada y copiada en la mayoría de las veces a mano, a manera de lección por los jóvenes músicos de la época prerromántica e ilustrada, pero editada y difundida hasta 1801. Beethoven la llegó a conocer bastante bien en su niñez; según fuentes cercanas afirmaban que podía interpretarla de manera magistral. En los años en que Beethoven se formaba como músico, Bach no era la prominente figura musical tal cual la conocemos hoy, pocas veces se interpretaban algunas piezas menores, pero el genio de Bonn pudo descifrar desde la tierna edad de nueve años, el poder oculto y la maestría en la monumental obra del maestro del contrapunto. Se podría decir que el espíritu de Beethoven se interconectó con el de Bach, de manera mucho más profunda gracias a su labor como organista. En Bonn, a la edad de diez años, el pequeño Ludwig ya ejecutaba este instrumento en el convento de los franciscanos de manera tan profesional, como cualquier otro músico experimentado de la capilla musical de la Corte Electoral de Bonn.

   Ludwig van Beethoven en 1814 - Retrato por Louis-René Létronne.

Y así, el Beethoven que abandona Bonn para emigrar a Viena no dejará atrás el espíritu musical alemán, defendiéndolo a capa y espada aún en medio del esplendor de Giacomo Rossini y el estilo italiano. Beethoven fue capaz de reflexionar sobre la naturaleza de la música y sabrá entender que Bach llevó a su máximo esplendor la polifonía, la música renacentista y barroca, conjugando un supremo estilo personal, que llevó hacia límites insospechados y jamás alcanzados. 

Haciendo un interesante juego de palabras, Beethoven comúnmente afirmaba que no se podía considerar sólo “Nicht Bach, sondern Meer sollte er heissen” (No un rio, debería llamársele el imponente y profundo mar). Eso fue la música de Bach para Beethoven, quien creyó en el legado de su genialidad antes del esplendor del músico de Eisenach ya para mediados del siglo XIX.

"Echt Bach!" Johann Sebastian Bach en 1730 - Museo Bach de Eisenach

En palabras del controvertido secretario particular de Beethoven, Anton Schindler, ya en plena madurez: "…la biblioteca personal del maestro contenía muy poco del patriarca de la música. A parte de unos cuantos motetes […] tenía la mayoría de la música de Bach conocida hasta el momento: La Clave bien temperada […] los tres volúmenes del Clavier-Übung [1], quince invenciones para dos y tres voces, y una toccata en do menor. Esto era la colección total…"[2].

Bach, será una vida de aprendizaje para Beethoven: fueron largos años en los que el alemán descubriría su obra. El contrapunto será para él un reto y al final de sus días se convertirá en una obsesión. La Gran fuga compuesta este 1825 y 1826 fue un verdadero dolor de cabeza: en un principio pensada para formar parte como cuarto y último movimiento del Cuarteto no. 13 óp. 130, debido a su complejidad, no fue bien recibida por el público, por lo que decide separarla del conjunto, para conformarla como única pieza conocida como Cuarteto no. 17 óp. 133 en si bemol mayor o Grosse Fuge. Siguiendo por un lado el más puro estilo contrapuntístico de Bach, con aportaciones particulares sumamente novedosas, Beethoven logra crear una obra demasiado avanzada a su propio tiempo. Sabemos que ningún músico aceptó interpretarla; se decía que aún no había nacido un intérprete con semejante talento, para ejecutar una composición de tal magnitud."…se trata de una fuga con dos sujetos y unas variaciones […] en las siguientes partes: a) obertura (allegro) con el tema principal o generador; b) primera fuga que combina el primer sujeto con el tema generador; c) segunda fuga con diversos cambios  de tonalidades y de ambientes; f) conclusión, que logra reconciliar a los antagonistas en una lucha que ganaba el tema generador"[3].

Fue Bach una influencia notable en Beethoven a lo largo de su vida, una fuerza en la que creyó firmemente y que fue capaz de envolver su obra hasta el final de sus días. Podemos concluir con un pasaje de la biografía de J.N Forkel sobre el padre de la armonía, copiado por la propia mano de Beethoven y encontrado en el mencionado pequeño volumen recopilatorio de Bach.

La aseveración de que la música es un arte capaz de ser comprendido por todos los oídos no puede sostenerse en el caso de Bach; la propia existencia y originalidad de su obra, que parece estar destinada sólo para conocedores, contradice la aseveración antes mencionada. Así, sólo los expertos en música, quienes en una obra de arte pueden percibir y sentir esa organización interna, quienes pueden penetrar en los deseos del artista […] pueden juzgar aquí. [4]


[1]   Una serie de composiciones o ejercicios para teclado (clave y órgano) compuestas entre 1731 y 1742
[2]   Anton Felix Schindler, Beethoven as I Knew Him, English translation by Constance S. Jolly, New York, Dover Publications,Inc., 1996, p.380 (Traducción del ingles al español, realizada por la autora) 
[3]  Arturo Reverter, Beethoven, Barcelona, Ediciones Península, 2ª edición, 1999, p.64 
[4]  Schindler, óp. cit., p. 380 (traducción personal)


BIBLIOGRAFÍA
  • Massin Jean y Brigitte, Ludwig van Beethoven, Madrid, Turner Publicaciones, S.A.
  • Reverter, Arturo, Beethoven, Barcelona, Ediciones Península, 2ª edición, 1999.
  • Schindler, Anton Felix Schindler, Beethoven as I Knew Him, English translation by Constance S. Jolly, New York, Dover Publications, Inc., 1996.





sábado, 16 de diciembre de 2017

Literatura: Monólogo del insomnio (relato breve)

Por: Jesús J. Moreno


Eric Waugh - Jazz It Up II Art (2014)


El zumbido en mi oreja ya es insoportable. Es una melodía en do sostenido, haciendo un pianísimo. No se va, el mosquito debe ser decidido: quiere sacar mi sangre a como dé lugar y el único territorio descubierto de mi piel se ubica en el lado izquierdo de mi rostro, pues si me cubro la cara la falta de aire bajo las cobijas me asfixia. 

El zumbido crece, quiero convertirlo en ruido blanco y que me arrulle, pero cuando estoy a punto de conseguirlo, sube a re. El cambio, aunque ligero, genera una nueva expectativa sobre el zumbido en mi cabeza. ¿En qué tono estará tocando su melodía el mosquito? ¿La mayor? ¿O tal vez Re? Debe ser en la mayor, los mosquitos no pueden ser capaces de tocar una sinfonía que utilice tan bien la séptima mayor, y menos al principio de la melodía. 

Mientras pienso en esto, el zumbido, aunque con menos fuerza, es tocado en sol. El mosquito está tocando una sinfonía en re mayor, comenzando con la séptima mayor. Vaya cosa, y yo que no puedo ligar tres notas en la guitarra sin sentir que no voy a llegar a ningún lado. ¿Quién se cree este mosquito para interrumpir mi sueño después de un día tan difícil? Peor aún, ¿viene a darme una cátedra musical? ¿Presumirme que él puede ligar tres notas en mi oído sin ser más que un parásito chupa sangre? Ahora volvemos al pianísimo, pero en la: el grado dominante de la escala.  El mosquito debió ser Mozart o Tchaikovsky en su otra vida, y viene a la cama de un músico cualquiera a perturbarle el sueño y dejar en claro que él nunca será un maestro dentro de la música como cualquiera de ellos. 

Tal vez deba dedicarme a otra cosa, el otro día me ofrecieron un empleo vendiendo un producto que nadie necesita. Me negué porque se me hizo estúpido, pero la realidad es que la mayoría de los productos que consumimos no son necesarios. 

El mosquito ahora guarda silencio, tan importante como cada nota. El silencio me deja olvidar por un momento todas estas cosas y concentrarme en lo que debo: dormir. 

El silencio no es de redonda, es de blanca, y a la mitad del compás volvemos al re en pianísimo. Me molesto y con mucho esfuerzo saco mi brazo de entre las cobijas, lo expongo al frío de las noches de otoño con el propósito de darle fin a Mozart en versión miniatura. Con la fuerza que me permite mi cuerpo adormilado dejo caer el brazo sobre mi oreja izquierda, no siento más que el calor de mi mano. No hay rastro de sangre o algún otro líquido. El silencio dura dos compases y volvemos, pero ahora en do mayor.


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Poesía: Hojas, troncos y ramitas

Por: Gil Garnica






Hojas, sedosos pedazos de vida,
vástagos de la rama, nietas de un tronco viejo
que cuenta los mitos olvidados de raíces
ya perdidas.

Hojas, hojas que desgarra felino el viento,
y que les quita la vida pero les da libertad.

Ramas, manos horquillosas que aplauden
al cielo, galantean con las estrellas y fuman nubes,
amantes con las golondrinas, esposas con el hombre.

Ramas, ramas que quebranta terrible el viento,
y que les quita la vida pero les da libertad.

Troncos, columnas del cielo, bandera y nación
del estoicismo, verdaderos herederos
del eterno, cazador máximo del mundo.

Troncos, troncos que devora horrible el viento
y les quita la vida pero les da libertad.

Raíces, alas que niega el viento,
alas que surcan las tierras, alas de
mil horquetas, alas predadoras de la esencia infinita.

Raíces, raíces que odia el poderoso viento.
No les quita la vida, pues conocen la libertad.